Ulises (Ángel Olgoso)

Yo, el paciente y sagaz Ulises, famoso por su lanza, urdidor de engaños, nunca abandoné Troya. Por nada del mundo hubiese regresado a Ítaca. Mis hombres hicieron causa común y ayudamos a reconstruir las anchas calles y las dobles murallas hasta que aquella ciudad arrasada, nuevamente populosa y próspera, volvió a dominar la entrada del Helesponto. Y en las largas noches imaginábamos viajes en una cóncava nave, hazañas, peligros, naufragios, seres fabulosos, pruebas de lealtad, sangrientas venganzas que la Aurora de rosáceos dedos dispersaba después. Cuando el bardo ciego de Quíos, un tal Homero, cantó aquellas aventuras con el énfasis adecuado, en hexámetros dactílicos, persuadió al mundo de la supuesta veracidad de nuestros cuentos. Su versión, por así decirlo, es hoy sobradamente conocida. Pero las cosas no sucedieron de tal modo. Remiso a volver junto a mi familia, sin nostalgia alguna tras tantos años de asedio, me entregué a las dulzuras de las troyanas de níveos brazos, ustedes entienden, y mi descendencia actual supera a la del rey Príamo. Con seguridad tildarán mi proceder de cobarde, deshonesto e inhumano: no conocen a Penélope.

Después de Troya. Microrrelatos hispánicos de tradición clásica. Menoscuarto ediciones.

Lecturas periféricas | Celos (Ángel Herrero López)

1540-1-1

Cuentos españoles del Siglo XIX

Libro publicado por Anaya pensado para alumnos de la E.S.O y Bachillerato, (con resúmenes y notas de lectura) Cuentos españoles del siglo XIX, en edición a cargo de Juan Carlos Fernández Serrato y con ilustraciones de Beatriz Martín Vidal que recoge los 15 relatos abajo citados, de distintos escritores, algunos de los cuales aparecen por partida doble como en el caso de Emilia Pardo Bazán o Leopoldo Alas Clarín.

El café (Mariano José de Larra), El pastor Clasiquino (José de Espronceda), Pulpete y Balbeja (Serafín Estébanez Calderón), La cruz del diablo (Gustavo Adolfo Bécquer), La Hija del Sol (Fernán Caballero), La mujer alta (Pedro Antonio de Alarcón), La leva (José María de Pereda), ¡Adiós, Cordera! (Leopoldo Alas Clarín), La rosa de oro (Leopoldo Alas Clarín), En tranvía (Emilia Pardo Bazán), El contador (Emilia Pardo Bazán) , ¿Dónde está mi cabeza? (Benito Pérez Galdós), El maestro Raimundico (Juan Valera), Golpe doble (Vicente Blasco Ibáñez), La Niña Chole (Ramón María del Valle-Inclán).

Es muy interesante ver cómo autores españoles del siglo XIX de obras como Fortunata y Jacinta, La Regenta, La araña negra, Los Pazos de Ulloa, Peñas arriba, La lámpara maravillosa, etc, se miden en las distancias cortas, con óptimos resultados, ofreciendo al lector joven y adulto un género tan heterogéneo como godible; relatos que se interesan por la cuestión social, como En tranvía de Bazán, plasmando muy bien la tensión entre las clases acomodadas del Barrio de Salamanca madrileño y las clases populares, encarnadas en una mujer sin dinero suficiente para pagar el billete, quien recurre a la limosna ajena, librando así los benefactores de su vista aquello que no quieren, en esencia, padecer ni contemplar. Relato conmovedor en el que Bazán, incide en la situación femenina, en la de la mujer maltratada y abandonada por su marido, abandonándola a su suerte (infausta) con un hijo recién nacido y además ciego; o ¡Adiós Cordera!, donde se da la voz al campesino, y a una vaca, La Cordera del título, donde la naturaleza no es algo tan bonancible como leemos en las Geórgicas Virgilianas (aquí hay caciques), y donde el progreso se filtra en el relato en forma de hilos de telégrafos, locomotoras, guerras fratricidas, un mundo desconocido y hostil, poblado de glotones que ansían devorar carne, como la de su Cordera; hay relatos exóticos, sensuales, voluptuosos como La Niña Chole de Valle-Inclán, que por su extensión bien podría ser una nouvelle y uno de los mejores relatos del libro, en mi opinión. Prima el misterio y el suspense en otros relatos, como en Golpe doble de Blasco Ibáñez, en donde vemos lo que alguien es capaz de hacer para que no le quiten el magro pan suyo de cada día, aquel que le da de comer a él y a su familia. Larra en El café fía su mirada al observador que ve, registra, especula y juzga, observaciones que operan aquí como materia prima de su escritura, la que le ofrece la realidad mostrenca circundante. Pulpete y Balbeja apuestan por el costumbrismo y se agradecen las notas al pie, habida cuenta de la jerga que manejan los protagonistas del relato. Otro tanto sucede con La leva de José María Pereda, relato del que Menéndez Pelayo afirmó «desde Cervan­tes acá no se ha hecho ni remotamente un cuadro de costumbres por el estilo». Galdós que escribió apenas 20 relatos y más de la mitad fueron fantásticos, se destapa aquí con ¿Dónde está mi cabeza?, que se cierra dejando la interpretación al albur del lector, como sucede a su vez en La mujer alta de Pedro Alarcón. En otros se abunda en el tono moralizante como La flor de oro de Clarín, donde se cree que una buena acción (aunque sea postrera y a destiempo) es capaz de redimirnos. Otros se basan en hechos reales, en la tradición oral, como La Hija del Sol de Cecilia Böhl de Faber y Larrea (escrito bajo el nombre de Fernán Caballero). Muy interesante es el otro relato de Pardo Bazán, El contador, que cifra a la perfección el “tempus fugit”, la conciencia de que todo pasa, y que no vale la pena entregarse a la desazón ni al malestar producido por unas cartas inopinadamente encontradas, cuando la carne (siempre en descomposición) va camino de la nada de la que se viene y a la que se va, sofocando así la rabia primera, en beneficio de todos ellos (aludidos e infractores).

Quattro stracci (Francesco Guccini)

E guardo fuori dalla finestra
e vedo quel muro solito che tu sai.
Sigaretta o penna nella mia destra,
simboli frivoli che non hai amato mai;
quello che ho addosso non ti è mai piaciuto,
racconto e dico e ti sembro muto,
fumare e scrivere ti suona strano,
meglio le mani di un artigiano
e cancellarmi è tutto quel che fai;
ma io sono fiero del mio sognare, di questo eterno mio incespicare
e ridi in faccia a quello che cerchi e che mai avrai!

Non sai che ci vuole scienza, ci vuol costanza, ad invecchiare
senza maturità,
ma maturo o meno io ne ho abbastanza
della complessa tua semplicità.
Ma poi chi ha detto che tu abbia ragione,
coi tuoi «also sprach» di maturazione
o è un’ illusione pronta per l’uso
da eterna vittima di un sopruso,
abuso d’ un mondo chiuso e fatalità;
ognuno vada dove vuole andare,
ognuno invecchi come gli pare,
ma non raccontare a me che cos’è la libertà!

La libertà delle tue pozioni, di yoga,
di erbe, psiche e di omeopatia,
di manuali contro le frustrazioni,
le inibizioni che provavi quì a casa mia,
la noia data da uno non pratico,
che non ha il polso di un matematico,
che coi motori non ci sa fare
e che non sa neanche guidare,
un tipo perso dietro le nuvole e la poesia,
ma ora scommetto che vorrai provare quel che con me non volevi fare:
fare l’ amore, tirare tardi o la fantasia!

La fantasia può portare male
se non si conosce bene come domarla,
ma costa poco, val quel che vale,
e nessuno ti può più impedire di adoperarla;
io, se Dio vuole, non son tuo padre,
non ho nemmeno le palle quadre,
tu hai la fantasia delle idee contorte, vai con la mente e le gambe corte,
poi avrai sempre il momento giusto per sistemarla:
le vie del mondo ti sono aperte, tanto hai le spalle sempre coperte
ed avrai sempre le scuse buone per rifiutarla!

Per rifiutare sei stata un genio,
precando il tempo a rifiutare me,
ma non c’è un alibi, non c’è un rimedio,
se guardo bene no, non c’è un perchè;
nata di marzo, nata balzana,
casta che sogna d’ esser puttana,
quando sei dentro vuoi esser fuori
cercando sempre i passati amori
ed hai annullato tutti fuori che te,
ma io qui ti inchiodo a quei tuoi pensieri,
quei quattro stracci in cui hai buttato l’ ieri,
persa a cercar per sempre quello che non c’è,
io qui ti inchiodo a quei tuoi pensieri,
quei quattro stracci in cui hai buttato l’ ieri
persa a cercar per sempre quello che non c’è,
io qui ti inchiodo a quei tuoi pensieri,
quei quattro stracci in cui hai buttato l’ ieri
persa a cercar per sempre quello che non c’è…