La ocupación (Annie Ernaux)

La ocupación (Annie Ernaux)

En Pura pasión Ernaux analizaba la situación en la que se vio inmersa, una relación con un hombre casado con el que mantuvo encuentros sexuales esporádicos, y entre cada encuentro solo le restaba esperar y desesperarse. En La ocupación, publicado en 2008 (con traducción de María Teresa Gallego Urrutia), la autora aborda el tema de los celos, en consonancia con aquella pura pasión, los que experimenta hacia la pareja de su amante. La narradora, la propia autora siempre muy dada a recurrir a sus experiencias para hacer literatura, se muestra vulnerable, dispuesta a sobrevivir con las migajas que le ofrece su pareja, un tal W. y a hacer toda clase de elucubraciones acerca de cómo y averiguaciones sobre quién es la mujer con la que está su pareja actual.

El título, La ocupación, es la que siente la narradora, que se siente ocupada, saturada de «la otra«, en la que no puede dejar de pensar en todo momento y circunstancia, imaginándosela con su hombre, compartiendo en la intimidad y cotidianidad su tiempo, cuerpo y espacio. Como en Pura pasión, Ernaux, ahora devorada por los celos se dará cuenta de que aquellas cosas y comportamientos que antes censuraba, estigmatizaba y reprobaba en otras personas, ahora (todo esto le sucede en el año 2000, del que no recuerda nada salvo el accidente del Concorde) al sufrirlas en su propia piel, la cosa cambia, alcanzando otro nivel de comprensión hacia ellas, dado que los celos la abocan a toda clase de pensamientos febriles y a realizar acciones muchas de ellas absurdas y patéticas como llamar por teléfono a todos los vecinos del inmueble en el que vivía W. con la pretensión de desvelar la identidad de su rival en una batalla no por incruenta menos dolorosa.

Con su escritura Ernaux dota los celos de materialidad, toda vez que la memoria le permite plasmar con exactitud la sustancia de las sensaciones y emociones de antaño (registradas con notas en sus diarios), que dejan de ser algo individual para formar parte de lo colectivo, algo que siempre está muy presente en casi todas las novelas de Ernaux. Aquí el deseo y los celos son en general y lo que moldeo con la escritura es lo invisible, afirma Ernaux, para quien la escritura, a fin de cuentas, es como unos celos de lo real.

Editorial Herce. 2008. 96 páginas. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia

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Pura pasión (Annie Ernaux)

Annie Ernaux en su escritura va espigando momentos, episodios, acontecimientos de su vida que decide verter sobre el papel, no como un acto exhibicionista, pues según ella el exhibicionista se exhibe en el momento preciso en que hace algo que quiere compartir, mientras que ella decide compartir sus vivencias varias décadas después del hecho acaecido. Así relató la pérdida de su virginidad en Memoria de chica; la vez en la que contando doce años su padre estuvo a un tris de asesinar a su madre en La vergüenza; cuando con 21 años decidió abortar en El acontecimiento; La relación con su madre enferma en No he salido de mi noche o los encuentros amorosos relatados a través de distintas fotografías sobre el escenario, no del crimen, sino amoroso, aunque el amor sabemos también mata, en El uso de la foto.

En Pura pasión (con traducción de Thomas Kauf), Ernaux recupera de su memoria aquellos meses en los que estuvo embebida en una relación sexual que no trascendía los confines de su cama en el inmueble de ella. Ante Ernaux también se abre un desierto, y un enemigo invisible que es el desespero, la zozobra, la tensa espera del que consume sus días y noches deseando reencontrar y perderse en la piel amada, la de un hombre casado con parecido a Alain Delon, no francés, que cuando puede y le viene bien va al encuentro y a la acometida de Ernaux, que desaloja de su vida todo lo demás, dando relieve, sentido y valor únicamente a esos encuentros absorbentes, aquel placer licuante que la colma para luego sumirla en el vacío y la ansiedad y que solo encuentran un episódico alivio en la siguiente coyunda y la sangre al galope por sus venas y una nube de arena dentro del corazón y aquella racha de amor con apetito… Y en esta dicotomía menudea la presencia-ausencia en la que Ernaux se ve atrapada, sin tratar de analizar su situación pero con la idea de que lo que ella experimentó entonces fue algo que se hurtaba a su razón, y cuando décadas después trata de analizar lo que le sucedió, echando mano de la memoria (la imaginación y la memoria son el patrimonio de todo escritor afirma Ernaux) llega a la conclusión de que fue víctima de un sentimiento que afecta a muchos humanos, y que a ella lo ligó a ellos -a través de unos actos, pensamientos, creencias, que ella también podría considerar antes de experimentar esta pura pasión como insensatos- algo que te aniquila, pero al mismo tiempo es sumamente hermoso, porque poder vivir un pasión por un hombre o una mujer es para Ernaux un lujo.

Editorial Tusquets. 2019. 80 páginas

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El acontecimiento (Annie Ernaux)

Annie Ernaux en esta novela autobiográfica, con traducción de Mercedes y Berta Corral, relata un episodio, un acontecimiento, como ella lo denomina, clave en su vida: el aborto que llevo a cabo en 1963 cuando contaba con 21 años y estaba acabando la carrera universitaria y preparando una tesina sobre la mujer en el surrealismo. Aborto que en Francia en aquel entonces estaba penalizado con la cárcel. Este libro me recuerda a otro, por su temática, el de Marta Sanz, Daniela Astor y la caja negra.

Una de las dos citas con las que se inicia el libro es de Yüko Tsushima y dice: quizá la memoria solo consiste en mirar las cosas hasta el final… Ernaux comparte este enunciado y su texto va en esta dirección, decidida a contar su acontecimiento abortivo hasta el final. El aborto ha de ejecutarlo a escondidas pues como decía anteriormente estaba penado en Francia y se veían expuestos a penas de cárcel tanto las mujeres que deseaban abortar como los médicos o facultativos dispuestos a ayudarlas. Al final las mujeres debían ponerse en manos de aborteras, corriendo un alto riesgo; algunas de ellas fallecían desangradas o enfermas de septicemia. Era habitual utilizar agujas de punto para de una manera casera poder acabar con el feto. Ernaux desvela su inquietud, su pesadumbre, sin poder compartir apenas con nadie el paso que estaba dispuesta a dar, ocultándoselo a sus padres.

Ernaux queda embarazada de un chico con el que luego mantiene una relación que ya no es tal, que se desentiende de su embarazo y del posible aborto si hubiera lugar. La religión católica que profesaba Ernaux hasta entonces (hasta que le confiesa a un cura lo que ha hecho y éste la pone de vuelta y media) le hace sentir culpable por lo que ha hecho, es a través de la escritura como consigue liberarse o arrostrar su acontecimiento. Parecido a lo que hiciera en La vergüenza descargándose de lo que le aconteció con 12 años, un día en el que su padre estuvo a un tris de asesinar a su madre. Ernaux cree que las cosas que le ocurren le suceden para que dé cuenta de ellas(Miramos el feto. Tiene un cuerpo minúsculo y una gran cabeza. Bajo los párpados transparentes, los ojos, parecen dos manchas azules. Parece una muñeca India. Le miramos el sexo. Nos parece ver el comienzo de un pene. Así que he sido capaz de fabricar esto. O. se sienta en el taburete. Llora. Lloramos en silencio. Es una escena que no tiene nombre en la que la vida y la muerte se dan la mano. Es una escena de sacrificio. No sabemos qué hacer con el feto. O. va a buscar a su dormitorio una bolsa de galletas vacía y lo mete dentro). Que quizás el verdadero objetivo de su vida sea este : que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y en la vida de los otros.
Amen(a).
Emotiva como siempre, Ernaux.

Seguiré con Pura pasión y cuando lea toda la bibliografía de Annie Ernaux, o la que está publicada en castellano, podré ponerme entonces con el libro de Moisés Mori, Escenas de la vida de Annie Ernaux (diario de lecturas 2005-2008).

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Consuelo de la filosofía (Boecio)

Más que Consuelo de la filosofía este tratado filosófico de Boecio (ejecutado a los 44 años; c. 480-524) bien se podría haber titulado Consuelo de Dios. Un reo en horas bajas, se lamenta de su infausta situación echando de menos la pérdida de sus riquezas, honores, prebendas… En su auxilio viene la filosofía, la cual a través de diálogos al estilo platónico que mantendrá con el reo intentará abrirle los ojos, para analizar cuáles son las fuentes de su presunta desdicha, y hacerle ver que el afán de riquezas, el rugiente afán de poseer, los reconocimientos, no son más que bienes falsos, un yugo que oprime, como la de esos que creen que el colmo de la felicidad es entregarse al deleite. Para Boecio Epicuro es un licencioso, uno más de aquellos esclavos de sus pasiones, para el cual el placer era el bien supremo. Si abundamos en la obra de Epicuro iremos mucho más allá de este enunciado tan simplón. La filosofía le hace ver que aunque las riquezas permiten paliar las necesidades, no pueden suprimirlas, que los deseos insatisfechos persisten siempre, así como la insaciable codicia. Le invita a no dejarse seducir por los cantos de sirena de la popularidad, pues según ella -la filosofía- el favor popular ni siquiera es digno de mención porque no procede del discernimiento y jamás es constante. En resumen, que las riquezas no dan la libertad de espíritu; ni los reinos, el poder; ni los honores, la respetabilidad; ni la fama, la gloria; ni los placeres, la felicidad.

Para Boecio Dios es el principio, el creador, el señor, el guía, el camino y la meta, es único, inmediato, inmortal, eterno (que Dios es eterno es lo que cree cualquiera que tenga uso de razón), y ya se encarga él de premiar a los buenos y castigar (azotar, dice) a los malvados. El hombre ha de ser virtuoso, porque se advierte que la salud del alma es la virtud y la enfermedad, el vicio. Aquí el alma es inmortal, el cuerpo una prisión, sometida a toda tipa de pasiones y prisones.

El libro dividido en cinco libros dedica el último de ellos a hablar de la Providencia, y el libre albedrío. Leo: Los hombres son libres para actuar bien o mal. La mirada de Dios, que lo contempla todo desde lo alto, identifica la naturaleza de los futuros actos y determina los premios a los buenos, así como los castigos a los malos […] Apartaos de los vicios, cultivad las virtudes, dad a vuestra alma esperanza y dirigid vuestras humildes plegarias a los cielos.

La mayor parte del libro me recuerda muchísimo a las palabras recogidas en el libro Cartas a Lucilio de Séneca. Y en cuanto a la semejanza con los diálogos platónicos prefiero ir a los diálogos de Platón. Boecio recurre a citar y sustanciar su pensamiento en los escritores que le han precedido: Cicerón, Aristóteles, Séneca, Ovidio, Platón, los mitos griegos y la sensación que tengo al leer es la del refrito, aunque sí me acojo a algo que he leído: la sabiduría consiste en llevar una vida bondadosa, digna y respetable.

Acantilado. 2020. 194 páginas. Traducción de Eduardo Gil de Bera.