El huerto de Emerson (Luis Landero)

El huerto de Emerson (Luis Landero); Biblioteca Pública Sánchez Díaz

El huerto de Emerson (Luis Landero); Biblioteca Pública Sánchez Díaz

Recorriendo la mesa de novedades de la Biblioteca pública de Reinosa, en aquel maremágnum, mis ojos fueron a posarse en la última novela de Luis Landero, El huerto de Emerson. Libro que he libado con sumo agrado.

A los ojos hipnotizados por el chisporroteo de la lumbre
le sucedieron el influjo de la pantalla de televisión y más tarde el mar líquido de móviles y tablets. Landero fija su atención en un mundo que quizás ya no existe y para ello ejercita su memoria, para dar cuenta de sus primeras lecturas, aquellos personajes de ficción que alcanzarán un estatus similar, e incluso preponderante sobre las figuras de carne y hueso.
Literatura que cumple una función clave cuando uno prefiere soñar la vida a vivirla. Autores como Faulkner (El Villorrio, Santuario), Onetti (La vida breve), Ferlosio (El Jarama), Joyce (Ulises) Conrad (El copartícipe secreto), Kafka (El castillo), Proust (En busca del tiempo perdido). Párrafos aprendidos de memoria, capaces de construir una educación sentimental, viaje amoroso experimentado previamente en libros como Rojo y negro.

Reflexiona Landero acerca del oficio del escritor, oficio que no entiende como tal, pues para él es un atesorar múltiples conocimientos, fragmentarios, pero sin darle una forma concreta. Escritor visto a sí mismo como un impostor. Escritura que le sirve a su vez para exorcizar ciertas imposturas de antaño como los dos años que pasó trabajando cómo profesor ayudante en el departamento de filología Francesa de la Complutense.
Recuerdos también de su época como guitarrista y poeta, una naturaleza, la suya, bien garbosa, que se sustrae a la funcionarial de las criaturas kafkianas. Su estancia en París, el miedo a que lo lanzaron al Sena, él, que no sabía nadar.

Páginas donde evocar recuerdos familiares y abordar el papel de los hombres y las mujeres en aquel ambiente rural, ligándolo con el concepto de la velocidad y la lentitud.

Relatos como el de El viejo marino, convertido este en una puerta abierta al mundo para los habitantes del pueblo, que cifran en esta figura errabunda todas sus esperanzas, la alegría del reencuentro, las aventuras que luego referirá, los regalos que traerá consigo, forzándolo entre todos a marcharse, sin atender ala voluntad de este galeote, para gozar así luego de la emoción de la espera.

Recuerdos de su época como docente:

Serán ellos, Cervantes o Chéjov, los que os enseñen literatura, y si ellos no lo consiguen no lo conseguirá nadie.

Así que ya sabéis: trabajad en lo concreto, en vuestro huertecito, buscad en vuestra memoria y en vuestros territorios cotidianos, sed fieles a vuestras ciegas marcas, y atended siempre a los requerimientos de vuestro corazón. Recordad lo que decía Cervantes: saber sentir es saber decir.

Landero siente, sabe y emociona.

Editorial Tusquets
2021
235 páginas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *