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Joaquín Berges

La línea invisible del horizonte (Joaquín Berges 2014)

Joaquín Berges
Editorial Tusquets
2014
294 páginas

Andaba leyéndome El bandido de Robert Walser y al dejar un libro en la biblioteca me topé con este otro de Joaquín Berges, de quien he leído sus tres novelas publicadas hasta el momento. Novelas con las cuales he disfrutado mucho (y reseñado) gracias al descacharrante sentido del humor que destilan todas ellas.

La línea invisible del horizonte se publicó en abril de este año y me había resistido a leerla hasta ayer, porque su portada (esa parejita andando entre nubes), el título tan coelhiano o Andrespascualiano y algo que leí de la sinópsis me cargaban de razones, en base a mis prejuicios, para dejarlo en barbecho de manera indefinida y ya ven, al final he claudicado, pobre de mí, porque la novela de Berges es la peor de las cuatro, y no porque aquí el humor brille casi por su ausencia, que también.

Os cuento. Un fulano llamado Javier va con su coche de noche, impacta con una jabalina, la mata, llega la Guardia Civil, lo ayudan, se llevan el coche a un taller, y Javier que vaga sin rumbo fijo, decide quedarse en la zona, en el Pirineo Aragonés, cerca de Aínsa, en casa de una mujer de nombre Marina, que le ofrece una habitación y a lo tonto se pone a jugar a guiñote con Marina de pareja y resulta que ganan el torneo local, y Javier que huye, ATENCIÓN:

de su pasado
de sus recuerdos
de sus remordimientos
del hospital del que trabaja
de su Jefe de Servicio
de su hijo
de su nuera
de su nieto
e incluso de su mujer recién enterrada

Javier, digo, nuestro Fugitivo, encuentra en estas latitudes idílicas, entre macizos montañosos y macizas cárnicas como la joven Marina, algo parecido a la felicidad, porque todos se portan con él de puta madre y le dan palique y además de invitarle a jugar a las cartas lo invitan también a una batida de caza y se lo llevan por ahí de putas y Marina se lo lleva incluso a ver estrellas pernoctando en una mallata, lo que le permite a Javier reecontrarse con la naturaleza, con su ser primigenio, con nuestros ancestros milenarios, ya saben, ese tipo de cosas tan profundas, además de asistir al parto de un ternero, que es esa clases de cosas que a uno le hacen sentirse más vivo que de costumbre.

Pero ojo, no todo van a ser alegrías para Javier porque entonces la novela sería tan jodidamente complaciente que sería insoportable, así que Javier debe soportar al otro lado de la pared los revolcones que Marina mantiene con un fulano al que Javier, poluciones nocturnas aparte, no logra poner cara, ni cuerpo. Javier, además debe lidiar con la visita sorpresa de su hijo que lo busca desde que su padre está desaparecido, porque el muy cabrón, el padre, además de OJETE SPOILER: tener un escarceo sexual con la novia de su hijo, ha dejado morir su móvil para que nadie le de la tabarra con mensajitos, ni llamadas, ni guasaps.

Joaquín Berges
Joaquín Berges

Y este cuento puede acabar de dos maneras. O bien hay sexo entre Javier y Marina que por una parte es lo que todos desearíamos en la piel de Javier, yendo más allá de un coito gaseoso y sostenido (si no sabéis de qué hablo, le echáis un par de huevos y os leéis la novela) o bien Javier coge las de Villadiego y se va para su casa, a digerir lo que le ha pasado, para bien, durante esa semana transformadora y plena de alegrías.

Me importa poco el final, me interesa (es un decir) más todo lo anterior, y en esta novela, salvo algún destello de humor, ese tono trascendente que trata de darle Joaquín no me convence en ninguna fase de la novela, con una prosa rutinaria, mortecina y funcional, donde toda la novela es un tablero y los capítulos casillas con premios para el lector, de tal modo que vas leyendo páginas, al menos en mi caso, para ir dando respuesta ciertas preguntas tales como estas: De qué huye Javier, cuándo ha muerto su mujer, de qué ha muerto, por qué huye de su hijo, si se ha acostado o no Javier con su nuera, con quien se acuesta Marina, si Marina tiene hijos, quien es el padre de su hija, porque quiere ver el pantano cubierto por el agua, por qué se quiso suicidar, si Javier se quedará o marchará, etc, etc…

Joaquín, por favor, !volverse al humor!, que de lo trascendente a lo intrascendente hay una línea invisible, horizontal o vertical, muy pero que muy fina.

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