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Lacombe Lucien

Lacombe Lucien (Louis Malle, Patrick Modiano)

Lacombe Lucien es un guion escrito en 1973 a cuatro manos entre Modiano y Louis Malle, con traducción de María Teresa Gallego Urrutia, que se convertiría luego en una película de título homónimo. Buena parte de la producción literaria de Modiano se construye en torno a la memoria y la ocupación de Francia por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Aquí el protagonista es Lacombe Lucien, joven de una aldea rural francesa que quiere formar parte de la resistencia en 1944 y que al no ser admitido en la misma, contrariado, acaba fortuitamente en el lado contrario, colaborando con la policía alemana y al servicio de los nazis.

A Lucien no le alienta ningún tipo de idealismo, parece ser que la ocupación por parte de los nazis no le supone mayor quebradero de cabeza. Formar parte o no de la resistencia parece tratarse de un juego y la suerte de los judíos se la trae al pairo. El caso es que Lucien se enamora de France, la hija de un sastre judío, Horn. Este enamoramiento, que no deja de ser otro capricho más de una naturaleza veleidosa, parece despertar en el mozalbete otro tipo de sentimientos, no necesariamente compasivos.

Formar parte de la policía alemana le permite a Lucien achantar a quien desee, como hará con Horn, de tal manera que si éste no facilita la relación con su hija hará todo lo posible para que lo encierren. Ya sabemos que no hay nada más peligroso que un don nadie con un uniforme. Lucien vive ajeno al malestar y la zozobra en la que se debaten Horn su hija y la madre del sastre, con miedo a ser enviados a los campos de concentración por su condición de judíos, atacados una y otra vez en su dignidad por toda clase de palabras y acciones contra su persona.

Al final parece que el destino siempre juega sus cartas en un sentido u otro, que todo es puro azar: el ser delatado por un vecino, detenido por la policía, ayudado por quien debe ajusticiarte, o salvar el pellejo por ser objeto del enamoramiento de un mozalbete, de cabeza ligera.

El guion son apenas 150 páginas, que no resultan tan descriptivas ni introspectivas como lo son otras novelas de Modiano. Obra ésta que generó polémica cuando se publicó, pues relatos como este son una patada en la línea de flotación de la alabada heroica defensa francesa contra la Alemania nazi.

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Un pedigrí (Patrick Modiano)

Volver a Modiano una y otra vez. En esta ocasión con Un pedigrí, novela de 2007 publicada en Anagrama con traducción de María Teresa Gallego Urrutia.

Las novelas de Modiano son breves y ésta autobiografía también lo es, algo más de cien páginas. Modiano hace un recorrido por su árbol genealógico: padres y abuelos. Finaliza el relato cuando Modiano tiene 21 años, al cumplir la mayoría de edad.

Modiano hace una descripción analítica, objetiva, aportando en tropel y con urgencia (como si precisara descargar su memoria de todos estos acontecimientos para dar testimonio y poder pasar a otra cosa) un alud de nombres y lugares (que cifra bien la errabunda existencia de Modiano esos años); toda aquella miríada de personas que pululaban alrededor de los padres los años posteriores a la finalización de la segunda guerra mundial, quienes después de casarse tomaron caminos distintos, ella como actriz y él como empresario, sin que les sonriese la fortuna a ninguno de los dos. Lo único en lo que están de acuerdo sus progenitores era en que ninguno quería hacerse cargo de su hijo, así que Modiano pasará temporadas con los abuelos y desde sus once años permanecerá en distintos internados (en los cuales lidiará con las horas muertas leyendo: El príncipe de Zenda, El oficio de vivir, Las ilusiones perdidas, Madame Bovary, Viaje al fondo de la noche…) librando los meses de verano. De toda esta infausta situación Modiano hace hincapié en la pérdida de su hermano, que sí le marcó. También refiere que se sentía poco apoyado por sus padres, abandonado a su suerte, sin encontrar nunca el más mínimo cariño paternal ni maternal. Su padre primero lo quiere en el internado y luego al cumplir los 18 en el ejército, pues no ve la forma de quitárselo de encima. Modiano dice no guardarle rencor al padre, tampoco a su madre. La narración concluye en 1966, cuando Modiano cumple 21 años, genera sus propios recursos económicos como corredor de libros y le dan la noticia de que le publicarán su primera novela. Es en ese instante cuando Modiano se siente dueño de su vida, de su presente y futuro, pues hasta entonces tenía la sensación de haber vivido una vida fugitiva, de ser un mero espectador de la obra de su vida.

Patrick Modiano en Devaneos | Un circo pasa, El callejón de las tiendas oscuras, La hierba de las noches, Accidente nocturno, En el café de la juventud perdida, Más allá del olvido, Recuerdos durmientes

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Recuerdos durmientes (Patrick Modiano)

Modiano de nuevo. Recuerdos durmientes es la última novela escrita por el escritor galo en 2017 y publicada en España en 2018 por Anagrama con traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Miraba lo que había escrito cuando leí Accidente nocturno y Un circo pasa, y creo que se podría armar una reseña con jirones de todas las reseñas de los libros que he leído de Modiano en estos últimos años. Aquí, como en algunas de las novelas anteriores, aparecen los progenitores de Modiano, brillando por su ausencia. Modiano acude a internados y a sus 18 años, desamparado, el único consuelo que parece encontrar le viene de sus paseos por los bulevares parisinos, por su estancia en cafés de toda clase, registrando conversaciones ajenas que irá anotando en cuadernos, durmiendo en pensiones, hostales, con trabajos librescos precarios, siempre sin rumbo fijo (pero sin salirse de los distritos parisinos), aquejado de un nomadismo urbanita al que parece verse abocado irremisiblemente.

En 2017 Modiano echa la vista hacia atrás, nada menos que cinco décadas, para situarse en el año 1965, cuando el escritor contaba 20 años. De ese pasado, de los recuerdos durmientes del título de la novela, entresacará el rostro de varias mujeres, unas jóvenes, otras mayores, con las que compartió episódicamente un tiempo de su juventud y con las que casualmente volverá a reencontrarse pasado un tiempo, como si éste no hubiera pasado. Sabemos que en Modiano la intriga es demasiado leve, nada que ver con las novelas de misterio donde hay que poner siempre cara al asesino, desentrañar sus motivaciones, tener al lector infartado en su leer y cosas por el estilo. En el caso de Modiano el misterio, el suspense, la intriga, se cifran aquí en fichas policiales, en las que aparece el joven Modiano (sin llegar a ser identificado), cuando acompañó a una joven, a la que auxilia, la cual ve cómo muere accidentalmente un individuo en su casa.

Escribir es volver al pasado, también exorcizarlo, escritura como liberación, al referir hechos ocurridos hace más de cincuenta años, que siguen ahí remordiéndole al autor la conciencia, y también tratar de poner cara, a esos nombres y apellidos que aparecen en sus cuadernos y comprobar cómo muchas de las direcciones que ahí aparecen son edificios que han dejado de existir, negocios clausurados, hoteles reconvertidos en apartamentos. Aquel mundo que como se dice en la novela parecía estar conteniendo el aliento antes de su desaparición. Un mundo anterior a internet, donde los números de teléfonos, las direcciones postales, las conversaciones ajenas, se iban anotando en agendas, cuadernos, servilletas, donde las guías de teléfono eran el facebook de hoy.

La literatura en la obra de Modiano parece ser un edificio con dos salidas y tres plantas, con distintas habitaciones en la que cada una de sus puertas le conducirá al pasado, a distintos momentos de su trayectoria vital, puertas que al final vemos cómo van enmarañando los distintos hilos temporales, pues todas ellas parecen conducirnos a un mismo punto, al eterno retorno de lo mismo.

Patrick Modiano en Devaneos:
Un circo pasa
El callejón de las tiendas oscuras
La hierba de las noches
Accidente nocturno
En el café de la juventud perdida
Más allá del olvido.

Patrick Modiano

Para que no te pierdas en el barrio (Patrick Modiano)

Cada equis tiempo, entre unas lecturas y otras, el cuerpo me pide un Modiano, como me pide también un Bernhard, un Bové, un Dostoievski, un Aira, un Bolaño, quizás porque leer a Modiano es como volver a casa, encontrar cierto amparo y recogimiento, abrazarse a una topografía ya conocida, a medida que vamos hollando el terruño Modianesco, que es la ciudad de París.

Modiano es cierto que parece escribir siempre la misma historia (corriendo el riesgo de que todas las reseña sean también la misma), donde cada novela fuera una variación sutil sobre un eje principal. Aquí el protagonista es, Jean Daragane, un escritor que vive como un ermitaño en su casa, sin hablar con nadie durante los últimos tres meses, cuando esa aparente calma se rompe, cual papel de celofán, ante una llamada inesperada al móvil (esta breve novela de apenas 140 páginas, con traducción de María Teresa Gallego Urrutia, se publicó en Francia en 2014), en la cual su interlocutor, un tal Gilles Ottolini, quiere quedar con él para entregarle una agenda con teléfonos que Daragane olvidó bajo el asiento de una cafetería en una estación, lo que da pie para que se conozcan, para que Gilles le presente a su pareja, le pida un favor, lo que conduce a Jean (como es marca de la casa) hacia el pasado, a fin de desvelarse a sí mismo quién es Guy Torstel, en quien está interesado Ottolini. En la anterior novela que leí de Modiano, Más allá del olvido, también había un triángulo formado por dos hombres y una mujer, casas de apuestas, y un pasado que como todas las novelas de Modiano es el protagonista absoluto.

Ese pasado de Daragane se convierte aquí en búsqueda, exploración e investigación y también en un entretenimiento para Jean, que sale así de su monotonía, habitando por un tiempo la vida privada de otras personas a las que no esperaba conocer.

No sabremos si al recordar, al reconstruir, Modiano inventa, o si se ciñe a los hechos, a esos retazos de su vida que van apareciendo a lo largo de su obra, y que como limaduras van aferrándose a una barra de metal inoxidable, sustrayéndose (o intentándolo) al corrosivo olvido. Bucear en el ayer le lleva al protagonista nada menos que a transparentar su infancia sin padres, de la mano de una señora que le cuidaba y la cual lo iba a poner a buen recaudo en Italia, evocando unos momentos que su mente había clausurado pues volver a ellos le causaba dolor, tanto como el verse en la estacada con el corazón en la boca al oír un mundo que se desmorona cifrado en el rugir de un motor a la fuga.

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