Archivo de la categoría: Crítica

20150506_191558

Grandes pelmazos de las letras universales (Enrique Gallud Jardiel 2015)

Habiendo disfrutado mucho leyendo Historia estúpida de la literatura y Jardiel: la risa inteligente, ambos de Enrique Gallud Jardiel, con este, su último libro titulado Grandes pelmazos de las letras universales y publicado hace nada, me esperaba disfrutar otro tanto.

Si con Historia… sentí algo parejo a la euforia cuando acabé de leerlo, con estos Grandes pelmazos…, Enrique casi puede pasar a formar parte de tan selecto grupo, de pelmazos.

Quizás fuera el efecto sorpresa, la falta de sueño, el exceso de colesterol, el reflujo de las mareas, la luna llena, o…, pero he decir que tras la lectura de Historia… esto es más de lo mismo. Lo cual no estaría mal si fuera eso: más de lo mismo, si Enrique mantuviera en este libro el mismo tono, el mismo nivel de exigencia, plasmado en páginas corrosivas, inteligentes, humorísticas.
No es el caso, porque estos Grandes Pelmazos, parece ser más bien, usando la jerga fílmica, una secuela, un libro de recortes, de material sobrante, por mucho que el autor alegue que todo lo escrito por él, tiene un orden, una estructura, y que no publica todo lo que quisiera.
Me parece estupendo. Faltaría más que un escritor no cumpliese unos mínimos de ortografía, de léxico, pero a fin de cuentas lo que deja la lectura de un libro, lo que nos depara, son sensaciones, y las emociones vividas mientras leemos y en esta ocasión, diré que estas parodias de Gallud, exigen, creo, conocer al dedillo a los autores (autoras solo hay dos: Agatha y Murasaki, quizás porque no son tal pelmazas) parodiados, lo cual no es mi caso, de ahí que seguramente me haya perdido un montón de chuflas que son graciosísimas y sus páginas, sus rimas, sus refritos, me han parecido más corrientes y de vuelo gallináceo que otra cosa.
Recurrir o arremeter, por ejemplo, contra los bestsellers (Dan Brown mediante), actúa en mi ánimo casi como un Trankimajín de 2 gramos.

En tres cosas coincido con Gallud.

Una, no hace falta leer un libro para hablar/comentar/reseñar sobre el mismo. Hete aquí un ejemplo.
Dos. Todos debemos responsabilizarnos de nuestros errores y fracasos.
Tercera. Las reseñas de libros no sirven para nada. Esta tampoco.

A modo de póstlogo decir que a mí los refritos me producen reacidez.

bartleby-el-escribiente-de-eneida-1171-2447221-1ac

Bartleby, el escribiente (Herman Melville)

Herman Melville
Editorial Eneida
68 páginas
2014

He quedado muy lejos de la plusmarca mundial de Robert Stwizknle que se leyó este libro, o relato, en poco más de 15 minutos, mientras ascendía corriendo al Empire State.
Aquellos a quienes os de pereza esto de leer, pero queráis al mismo tiempo lavar vuestras conciencias catódicas, esta historieta de Melville seguro que os complacerá.

¿Les suena eso de «Preferiría no hacerlo»?. Esa frase icónica que junto al careto del Ché aparece en muchas camisetas. Pues bien, ese preferiría no hacerlo es la frase que profiere una y otra vez Bartleby, un escribiente, que trae de cabeza a su jefe y a su compañeros de curro, pues esas tres palabras conllevan pasotismo, indolencia, independencia, insumisión. Nada bueno, vaya.

Sin abundar en el argumento, en cuyo caso ya estaría hablando de su fúnebre final, apuntar que hay algo que me ha resultado muy interesante y es que cuando el jefe de Bartleby quiere tomar una decisión buenista, siempre hay algo: la sociedad, el que dirán, su prestigio, su reputación, los otros en definitiva, que le obligan a darle una segunda vuelta a sus pensamientos originales, a domesticar sus instintos primarios (bonhomía, benevolencia, tolerancia, solidaridad, etc) y filtrarlos bajo una mirada social, lo que hace que el pobre Bartleby acabe como acaba, o quizás es que su destino ya estaba apalabrado de antemano y todo lo anterior no fue otra cosa que prolongar su agonía. A saber.

Post data Simon Garfield (Taurus, 2015)

Postdata (Simon Garfield 2015)

Simon Garfield
2015
Editorial Taurus
518 páginas
Traducción: Miguel Marqués

Dedicar más de 500 páginas como hace Garfield a hablar de las cartas, de la correspondencia, a lo largo de la historia, es toda una proeza o quizás una gesta inútil, un acto de romanticismo. Algunos todavía hemos llegado a escribir a lo largo de nuestra vida unas cuantas cartas de puño y letra, pero para los más jóvenes esto de la cartas, lo del sobre, lo de pasar la lengua por el sello (ahora no, que son adhesivos) les debe resultar una reliquia, una antigualla.

Dice Garfield casi al final del libro que pasar de la carta, a las redes sociales, al correo electrónico, a los tuits, quizás sea el paso previo hacia la desaparición definitiva del acto de escribir. No lo creo en absoluto. De hecho las nuevas tecnologías hacen más fácil esto de comunicarse. De hecho, si esto que estoy yo haciendo ahora delante de un teclado lo tuviera que hacer empuñando una pluma, esta reseña seguramente no llegaría a materializarse (que dicho sea de paso, quizás fuese lo oportuno).

Además en aquellos tiempos la gente escribía cartas porque no existía otra alternativa. Hoy en día quien quiere seguir escribiendo cartas y mandándolas puedo hacerlo, si bien está claro cuales son las preferencias de casi todo el mundo al respecto.

La labor de Garfield en este libro pasa por seleccionar cartas relevantes y ofrecérnoslas, de todos esos millones de cartas escritas a lo largo de la historia por personajes que luego han pasado a la posteridad, ya sean escritores, políticos, físicos, etcétera.

En esa labor de filtrado me encuentro cosas muy interesantes, como las 900 cartas escritas por Cicerón donde irá desvelando los valores de la Antigüedad clásica, las cartas de Séneca entendidas como el primer libro de autoayuda de la Historia, la descripción de la erupción del volcán Vesubio (y destrucción de Pompeya y Herculano) contada por Plinio el joven al dirigirse a Tácito y explicarla a este la muerte de su tío Plinio el Viejo, las cartas de contenido erótico homosexual de Marco Aurelio a su querido Frontón, las cartas de Petrarca consideras como las primeras cartas modernas, escritas por un intelectual, las cartas «perfectas» de Erasmoy sus airadas cartas solicitando respuesta inmediata, las 1.300 caras de Madame de Sévigné y su labor, la de escribir cartas, en la que se aplicaba con denuedo cada día, las cartas de amor de Napoleón a Josefina, confesándolo lo cansado que está de tanto aniquilar enemigos y el poder que ella ejerce sobre él -durante un tiempo. hasta que al final se acaben divorciando y Napoleón se despida entonces de su ex de este modo: Me cuentan que te has puesto gorda como una granjera normanda, las cartas de Kerouac a Cassady durante la gestación de la novela Beat Generation (En la carretera) y así puedo seguir largo y tendido, pero para no dilatarme en exceso, comentar también que más allá de las cartas de gente afamada, Garfield dedica casi 70 páginas a la correspondencia mantenida entre Chris (Christopher Baker), soldado británico que batalló durante la II Guerra Mundial y su amada Bessie. Una correspondencia, entre el frente de batalla y el hogar, donde se va cociendo el amor que ambos van descubriendo a medida que se escriben.

Hay ciertos pasajes del libro que para mí no guardan el menor interés, como los dedicados a las colecciones privadas, las cantidades que se han pagado por las cartas de personajes famosos y curiosidades similares o como fue la génesis de los actuales correos electrónicos.

Lo más valioso de este libro es dar testimonio de todo aquello que las cartas lograron aportar a la Historia, y como de una manera no tan explícita, sino como algo más doméstico, más oculto, más íntimo y personal, nos permitieron conocer mejor a la persona que escribía esas cartas, yendo así más lejos de lo que un escritor es capaz de ofrecer y desnudarse en una novela, por ejemplo y de paso conocer más al detalle aspectos de la sociedad, de la economía, de la cultura y de otros muchos ámbitos, del siglo en el que se escribieron tales cartas.

De hecho y de acuerdo con lo anterior ya he visto por ahí libros de Historia que abordan los conflictos bélicos, las guerras mundiales, empleando únicamente (o casi) las cartas escritas por los soldados (a sus familias, amigos, novias…) de los países que participaron en dichas contiendas bélicas.

Diarios 1999-2003

Diarios 1999-2003 (Iñaki Uriarte 2010)

Iñaki Uriarte
Pepitas de calabaza
2010
187 páginas

Iñaki (Nueva York, 1946) el autor de estos diarios es un okupa, un vago, un rentista. No lo digo yo. Lo dice él, en estos diarios.

Iñaki hace suyas las palabras de Ferlosio: !Cómo os habéis equivocado siempre!. Era el afán al trabajo, al quebranto, a la fatiga; no al sosiego, ni a la holganza, ni al goce, ni a la hartura, a quienes teníais que haberles preguntado: <<¿Para qué servís?>>.

Iñaki ha publicado diversos artículos en el Correo, ha hecho crítica literaria de bestsellers, pero nunca ha escrito un libro. El siguiente párrafo servirá como declaración de intenciones.

Yo no escribo bien, no he escrito nunca cuentos, ni se me ha ocurrido empezar una novela, no tengo voluntad, talento ni ambición suficientes para meterme en ese berenjenal de angustias y montaña rusa de vanidades y humillaciones que supone intentar publicar un libro. En fin, que no dispongo del arsenal necesario para ir a esa guerra.

Iñaki, en lugar de escribir una novela al uso, decide escribir este diario y plasmar ahí sus vivencias y anécdotas acontecidas en los años comprendidos entre 1999 y 2003, volviendo sobre él mismo y escribiendo directamente sobre su vida. Haciendo esto (escribiendo estos diarios), dice Uriarte, dirigiéndose a otros como él, dejaréis a vuestra pequeña posteridad, a la que está al alcance de la mano, a vuestra familia y a vuestros amigos, una imagen de vosotros y de vuestras vidas que sin duda leerán con interés.

Ciertos libros, diarios también, se cimentan sobre citas o palabras ajenas. Los diarios de Uriarte, es uno de ellos, a pesar de lo cual, Uriarte se muestra, se ofrece, se vuelve transparente, se desnuda y nos habla de sus cosas, de su gato, de su querencia por Benidorm, sus playas urbanas, su erotismo playero, de lo que le place viajar, de su visión del nacionalismo vasco, de su paso por Barcelona, sus viajes por Italia, de sus artículos en el Correo, de las presentaciones de libros ajenos, de su condición de rentista (con ingresos parejos al SMI), de su no necesidad de trabajar, de su capacidad para holgar, de la búsqueda de un estilo al escribir, de la poesía de Borges, etc.

Y estas anécdotas, pensamientos y reflexiones de Uriarte, son el barniz, la impronta de Iñaki, a merced no obstante de abundantes citas ajenas, porque hay ciertos escritores que son como ventrilocuos de esos clásicos de la literatura. Iñaki siente devoción por lo francés y se embebe con Montaigne a quien siempre tiene en sus pensamientos y en sus maletas cuando va de viaje y se pasean también por estos diarios con mayor o menor predominio otros muchos escritores como Borges, Baroja, Ferlosio, Cortazar, Juaristi, Savater, Vila-Matas, Cueto, Prada, Nietzsche, Schopenhauer, Cioran, Kant, Rousseau, Steiner, etc .

Dice Uriarte en su libro que a menudo sucede que pensamos en una cosa y poco después leemos algo (si nos gusta leer) que habla de eso que tenemos en mente. Pues bien leí hace poco a Celso Castro (entre culebras y extraños) y en su relato aparecían también Nietzsche y Schopenhauer, leo a Luis Martínez de Mingo (pienso para perros) y aparecen Juaristi y Gustavo Bueno, e incluso en el libro de Mingo hay un intercambio de «proezas» como respuesta a estas confesiones de Uriarte (He estado en la cárcel, he hecho una huelga de hambre, he sufrido un divorcio, he asistido a un moribundo. Una vez fabriqué una bomba…).
A la vista de lo anterior no sé si todos estos escritores se conocen de algo o es que su imaginación es tan limitada que todos acaban dándole vueltas una y otra vez a lo mismos temas de siempre, a los mismos clásicos.

Andrés Trapiello ya viene haciendo algo parecido a esto que ha hecho Uriarte desde 1990 con sus diarios. Yo comencé Troppo Vero y ahí se quedó, iniciado y ahora polvoriento. La diferencia es que Trapiello, al año 2002, por ejemplo, le dedicó casi 800 páginas. Uriarte a cuatro años (1999-2003) le dedica sólo 187 páginas.

Si esto de los diarios es o no una moda lo dirán las ventas de libros como este.

Uriarte ha publicado recientemente su tercer libro de diarios (2008-2010).

Los ensayos de Montaigne los voy a seguir leyendo, los diarios de Uriarte, es posible que también.