Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza

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Las listas del pasado (Julie Hayden)

Las listas del pasado
Julie Hayden
Muñeca Infinita
Traducción de Inés Garland
2021
221 páginas

Las listas del pasado de Julie Hayden (1939-1981), es el primer título a la venta de la nueva editorial Muñeca Infinita. Comprende doce relatos con traducción de Inés Garland.

El punto de encuentro o desencuentro entre la vida y la muerte, el posterior duelo, la enfermedad previa, el alcoholismo, las distracciones pasajeras como la jardinería, las ausencias, todo cabe en estos relatos marcados por la sutileza, por la observación e hincapié en detalles en apariencia nimios, pues la autora se sirve de la cotidianeidad, en el día a día de gente normal y corriente que pulula por la ciudad vertical de Nueva York, amurallados en su soledad y aislamiento o bien el campo en un tratamiento con la naturaleza que los torna más humanos.

Las listas que aparecen en los relatos y en el título articulan las pequeñas acciones y pensamientos de los personajes, ordenan sus quehaceres, sustancian el tiempo venidero, organizan las existencias, otorgan algo de orden en un contexto difuso.

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Valéry. Tratar de vivir (Benoît Peeters)

Valéry. Tratar de vivir
Benoît Peeters
Traducción de Mateo Pierre Avit
Ediciones del Subsuelo
2021
383 páginas

Valéry. Tratar de vivir de Benoît Peeters, con traducción de Mateo Pierre Avit es una espléndida biografía del autor galo. Benoît quiere encarecer la figura de Valéry, autor aclamado (al menos en Francia) hace décadas, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX pero hoy bastante olvidado. Un autor que tiene fama de difícil. Nacido hace 150 años (1871) y muerto a los 64.

En estos devaneos he dado cuenta de su novela Monsieur Teste y de sus Cuadernos, en aquel volumen hoy descatalogado, que publicó Galaxia Gutenberg, espigando algo de la ingente producción recogida en los Cuadernos, la obra-cerebro de Valéry, según Benoît.

En sus inicios como escritor Valéry admira a Mallarmé, y logra hacerse con su amistad. Al igual que le pasaba a Kafka con Max Brod, Valéry también necesita de alguien que crea en él y en su obra: Louÿs será su valedor, aquel que le anime a escribir y a publicar. Gran amigo con el cual acabará sin hablarse, como le sucederá también con André Breton.

Más tarde Valéry entablará amistad con Gide, de quien envidia su posición desahogada, sus múltiples viajes. Valéry no puede vivir de sus escritos y valora emplearse como oficinista durante la guerra. La vida le lleva luego a ejercer como cuidador no profesional de Édouard Lebey, el buen patrón.

Hay una constante que se mantiene durante toda la vida de Valéry y parece ser la insatisfacción, la imposibilidad para alcanzar sus metas. No puede vivir de su trabajo como escritor, en el terreno amoroso enseguida oficializa su situación se casa y tiene hijos pero no parece alcanzar la dicha, la plenitud amorosa, que le llegará ya mayor, en la sesentena junto a mujeres más jóvenes e inaccesibles, consumido en un amor no consumado.

La gran obra de su vida son los Cuadernos, en los que trabaja durante décadas para ir vertiendo en ellos todo tipo de reflexiones, pensamientos, prosas de todo tipo, que versan sobre cualquier materia. Al contrario que los ensayos de Montaigne, Valéry no dispone de la energía o de las ganas suficientes para llevar a cabo una ordenación sistemática de todo cuanto ha escrito, devenido entonces en un cajón de sastre.

Me resulta curioso leer que Valéry no leía a sus contemporáneos, por los que mostraba un nulo interés. Si Montaigne situaba su yo como centro de su obra, Valéry erige la catedral de su pensamiento sobre la piedra que es él mismo, sin reparar en lo que otros han dicho o escrito. Una tarea ingente, descomunal, inabarcable, como el mar infinito de su pensamiento, ahormada a la curiosidad insaciable de un intelectual de primer orden como fue.

Benoît logra ofrecer un retrato de Valéry muy sustancioso, vivaz y dinámico, consigue a su vez sustraerse al panegírico en pos de la imparcialidad, ofrecer las sombras (como algún comentario bastante complaciente con un dictador como Salazar) y luces de cualquier persona, aquí un escritor consagrado y olvidado; un ser reservado (y al mismo tiempo muy accesible para llevar a cabo todo tipo de encargos literarios, víctima pues de una amabilidad que le impedía decir que no), cuyas reservas y resistencias parecen quedar abolidas en sus cartas amorosas, en la intimidad compartida.

Al buen quehacer de Benoît hay que añadir, por consiguiente, el trabajo del traductor Mateo Pierre Avit. Esta biografía ha de interesar no solo a los lectores consumados o potenciales (una de las grandes virtudes que tiene esta biografía es la de alentarnos a leer o a leer más y mejor a Valéry) de Valéry, si damos por válido aquello de Homo sum, humani nihil a me alienum puto.
Nada de cuanto le sucedió a Valéry nos resultará ajeno porque sus pasiones, angustias, pesares y esperanzas son también las nuestras.

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El viaje de invierno & sus continuaciones (Georges Perec & Oulipo)

Leí en su día el relato El viaje de invierno de Georges Perec. En el mismo se nos contaba la historia de un profesor de literatura que descubría un libro subyugante titulado El viaje de invierno, de un autor desconocido, un tal Hugo Vernier. Lo curioso es que en ese libro se contenían poemas que luego emplearían otros: todos ellos unos plagiarios; Baudelaire, Rimbaud, Laforgue, Mallarmé

Como el relato tenía miga, varios miembros del Oulipo decidieron darle continuidad. Dando lugar a relatos, veintiuno en total, como El viaje de ayer, El viaje de Hitler, Hinterreise, El viaje de Hoover, El viaje de Arvers, Un viaje divergente, El viaje del gusano, El viaje del verso, El viaje de los vasos, etcétera.

Hablamos por tanto de una novela colectiva. Cada autor que escribe un relato ha leído a los anteriores. Aunque esto puede suponer un condicionamiento excesivo, se demuestra que no es tal coma cuando los autores manejan una imaginación portentosa, tanto como multitud de recursos literarios.

La novela así leída, cronológicamente resulta muy interesante, divertida, hilarante a ratos. La traducción corre a cargo de Eduardo Berti, también oulipiano. El que no aparece es nuestro oulipiano patrio, Pablo Martín Sánchez.

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El Visir de Abisinia (José Ángel Cilleruelo)

El Visir de Abisinia, publicada en 2001, fue la primera novela de José Ángel Cilleruelo (Barcelona, 1960).

Nos sitúa en los comienzos del siglo XX, en Lisboa. Los protagonistas son escritores, poetas, pintores; aquellos que formaron parte de la denominada «generación del Orpheu«. Revista literaria que solo vio publicados dos números, allá por 1915.

Fernando Pessoa, Mario de Sá-Carneiro, Armando Côrtes-Rodrígues, Ângelo de Lima, Santa Rita… comparecen aquí manteniendo al menos sus nombres.
Sus ansias creativas se materializan en la publicación de la revista el Visir de Abisinia.
En aquel entonces se vivía un momento de cambio, los tranvías propulsados por el fantasma de la electricidad habían reemplazado a los carruajes: de las bostas a las chispas.
La primera línea de tranvías lisboeta se inauguró en 1901.
Nos encontramos por tanto en el umbral de la modernidad, también de la primera guerra mundial. Soplan los vientos del futurismo. Las ganas de romper con la tradición y ofrecer algo nuevo, singular, visceral.
Aquí seguimos las andanzas de este grupo de jóvenes para quienes el arte lo es todo. Una colectividad con demasiadas aristas que limar.
Dice uno de los personajes que él escribiría novelas de diez líneas, que la literatura es el instante.
El autor precisa más de diez líneas, pero tampoco un número excesivo (148 páginas), para poner en pie su amena y esmerada novela y lograr que los personajes interactúen, construir su pensamiento -en lo tocante a la escritura, el arte, los grupos literarios (y sus rencillas), la crítica literaria…- describir con una prosa prolija aquella realidad y dejar que la imaginación construya aquel mundo, ese lapso de tiempo tan breve, casi un instante, ejecutado al compás de una marcha fúnebre; una elegía, que negro sobre blanco encapsula un momento único, preñado de ilusión y esperanzas, que el correr del tiempo haría volar por los aires como hemos tenido ocasión de comprobar durante el sangrante siglo XX.