Archivo del Autor: Francisco H. González

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Europa Automatiek (Cristian Crusat)

Ayer comenzaba en Logroño, Cuéntalo, festival de narrativas que tenía como objeto del mismo el desarraigo. Desarraigar: Separar a alguien del lugar o medio donde se
ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos.
Se habla, piensa y reflexiona hoy mucho en la literatura acerca de ese «estar en el mundo«, a menudo lejos de casa, de los nuestros, de nuestros afectos, desarraigados pues, cuestión abordada en muchas novelas, ya desde su título como en los relatos de Esquivias, Andarás perdido por el mundo, jóvenes impartiendo clases de castellano en países asiáticos, en Trenes hacia Tokio de Olmos, otros currando en Dublín como el protagonista de Acantilados de Howth de David Pérez Vega o los de Luna cornata de Elvira Valgañón; novelas de españoles por el mundo hay a paladas.

El desarraigo va en la novela de Crusat (1983), Europa Automatiek, recorrida por la linfa del extrañamiento, que puede inducirlos a la reclusión, al repliegue, a esconderse en una o como sucedía en La escala de los mapas de Belén Gopegui. O como en la novela de Perec, El hombre que duerme, un habitar en el mundo que resulta estar concentrado en su propio ser. ¿Dónde acaba la comunidad y empieza el individuo?.

Crusat sitúa a su joven protagonista almeriense en Amsterdam, en el 2011, año que devino punto de inflexión si queremos entender -la confusión siempre por delante- el mundo que hoy conocemos. Haciendo también hincapié en la guerra en los Balcanes a mediados de los 90. Sombra amenazante de lo que puede volver a ocurrir(nos).

En Amsterdam trabaja, traduce, recibe una beca exigua con la que puede pagarse el alquiler y poco más, lo justo para ir tirando, el trashumado protagonista de la novela. Sus vivencias se irán alternando en capítulos con citas de otros escritores y filósofos que tratan de esclarecer el concepto de «habitar» de «construir» que parecen ser aquellos dos vectores que muestran la gráfica de la existencia humana.

El habitar (la novela aborda la mentalidad holandesa respecto al tema de la construcción -la casa como refugio- de cómo afrontan estos su intimidad, despojándola de sí misma, ofreciéndola a la vista de sus vecinos…) guarda relación con el sentirse parte de algo, con la manera de enraizar en el territorio y con las demás personas. El narrador lo hace con la episódica Ewa, luego con Tajana, no se engolosina con ella, su relación es muy particular, para ellos un te quiero implica un «acepto tu existencia» handkeano, roza el absurdo, pone en entredicho la verosimilitud, y ahí está la gracia y toda la potencia y efectividad narrativa de esta bella y singular novela de Crusat, bella porque desde el silencio, los ángulos muertos, los puntos ciegos, la zozobra de un mundo que llega asordinado, plasmado en una tele, el estar en el mundo de esta particular pareja de tórtolos es la de dos aves de paso más que harán su nido en Amsterdam. Mi casa está donde estás tú le diría él y ella entonces le miraría, sus pupilas dos tejados a dos aguas, y quizás asintiera, o cogiera su mano, o cambiara de canal y le extrañaría a ella y a él formar parte de algo, tan incómodos como agradablemente sorprendidos por esas raicillas que sienten ya en las plantas de los pies, espectadores de la manera en la que ambos, concurriendo o en paralelo, irán construyendo su identidad, su personalidad, su biografía, su habitar(se) mutuo, en la proximidad de sus cuerpos y osamentas.

Sigilo editorial. 2019. 222 paginas

Antología poética de la especie humana

Antología poética de la especie humana (Juan Ángel Asensio)

No es extraño recurrir a la fórmula del manuscrito encontrado. Menos habitual es que este manuscrito sea nada menos que una Antología poética de la especie humana, ya extinguida. Antología a cuya exégesis procede un tal Ashkät Sheeram, responsable a su vez de la heroica traducción y de las jugosas notas que establecen un diálogo con los poemas, primando unos en detrimento de otros, que no deja de ser un juego, un anzuelo más para el lector dispuesto. Texto antológico denominado Aaphul Pov, encontrado por un explorador cuántico, Plolinio Plop. El autor de los textos, un terrícola llamado W.W. o no, porque los textos dicen ser anónimos. ¿Es entonces W.W. un aedo a lo Homero? ¿muchas voces en una sola? ¿Un Pessoa galáctico capaz él solo de alimentar una red social como twitter disociado en mil pessoas?. Al final de todo este juego de máscaras (¿qué me dicen de la sugerente y enigmática portada?), en la última página de esta antología creo encontrar al responsable de este insondable artefacto poético-narrativo trashumante: Juan Ángel Asensio.

Aaphul ofrece una cronología con la certeza de que todos los poemas parecen la reescritura de un único texto llevado a cabo por diferentes autores en diferentes espacios temporales.

Los poemas (sin título) nos permiten echar un vistazo a las ruinas de la humanidad y la sensación de ingravidez y placidez que la lectura de los mismos deparan es pareja (con varios ectones de por medio) a la de echar un polvo, aquí de estrellas. En los poemas cristalizan todos aquellos temas que nos ocupaban y preocupaban, a saber: la muerte, el misterio, el amor, el ego, el cuerpo, la tierra, el lenguaje, Dios (Padre nuestro (que estás en los cienos: apostilla del reseñador) perdona tus pecados/ si me hiciste así qué culpa guardo yo de abrir la flor deliciosa del asfódeloDios quedó atrapado en la infancia del lenguaje)

La poesía busca siempre ser descifrada, apurada y seguirán estos poemas un tiempo orbitando por la mente del lector, alunizando a plomo con todo su sentido (pero/ nacerán hombres nuevos/ mujeres nuevas/ su deber será con la tierra/ su deber será/ dar altura a esta obra incansable/ el motor de nuestra causa es la dignidad:/ ante la ira, el mito/ nuestros muertos no sienten vergüenza. O Haikus como este: techo digital/ medusa ilimitada/ilumíname), o bien convertidos en basura espacial, deambulando por otras galaxias ajenas.

Quedo muy gratamente sorprendido por la estupenda edición a cargo de Ediciones Franz.

Franz Ediciones. 2019. 168 páginas

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Luna cornata (Elvira Valgañon)

En 2007 Elvira Valgañón (Logroño, 1977) publicó Luna Cornata en la editorial AMG (Alfonso Martínez Galilea), editorial hoy extinta. De la autora ya había comentado aquí su última novela, Invierno que me causó una muy grata sensación.

Luna Cornata, la primera novela de Elvira, se ambienta en Dublín en donde una pareja encuentra su particular ligamen en su pergeñar biografías a quienes aparecen en las fotografías que ambos coleccionan, buscan y compran en librerías de viejo. De esta manera, la narración presentista, los flaneamientos de la pareja por Dublín, su deambular por calles, locales, bares de la ciudad irlandesa se alternará con reiterados saltos al pasado, a mediados del siglo XIX.

Presente la fotografía, su nacimiento, la primera data de 1826, obra de Nicéphore Niépce, aunque el nombre que todos recordamos es el de Louis Daguerre, hete ahí los daguerrotipos. La fotografía que sucedió a la pintura, sin suicidarla, capturando el instante, gracias al cloruro de plata, también conocido como luna cornata, que da título a la novela, viene a ser el trasunto de la literatura que obra lo propio, actuando la imaginación como el compuesto químico capaz de fijar imágenes en el papel impreso, creando, en una precipitación en cadena, personajes los cuales a su vez fantasean y crean a su vez otras historias ajenas, con una gracia, sutileza y juego de seducción (o emoción flamígera) como al que sucumben Daniel y Ella, que parecen ser, ya desde sus albores, las señas de identidad en la escritura de la autora.

AMG editor. 2007. 112 páginas

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Singladuras (Carlos Rafael Ruta)

Singladuras del poeta Carlos Rafael Ruta (La Plata, 1956) publicado en Abada editores supone un trepidante viaje empleando el mar interior como escenario. En la pugna entre la vida y la muerte, la vida como viaje, singladura, rumbo, horizonte, porvenir; la muerte es el destino, el retorno. La lengua, la escritura, el trirreme que emplea el poeta para alejarse de la orilla del ser, a mar abierto, un coger distancia en horas de vigilia y soledad, adensando el vacío con grafías, levantando acta de la batalla perdida de la existencia contra el paso del tiempo y sus escombros. Existencia primero astillada, tajada luego a hachazos. Cunde el desarraigo, la raíz extirpada, los hilos cercenados, el estambre de la vida agostándose entre cacareos de Parcas. Qué oponer a las ausencias, al olvido, a la memoria del futuro, qué hacer con los despojos, cómo cifrar el destino en la rosa de los vientos. En la urdimbre del lenguaje robusto, hondo, nutricio, la poesía de Carlos afluye haciendo de su derrota nuestro camino procesional.