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La hija única (Guadalupe Nettel)

La hija única
Guadalupe Nettel
Anagrama
Año de publicación: 2020
238 páginas

La hija única es una espléndida novela de Guadalupe Nettel en la que aborda el tema de la maternidad. Y lo hace no con el discurso de maternidad sí, maternidad no. Su novela es mucho más compleja y menos reduccionista que las simplificaciones binarias tan estériles. La narración se sustrae además a los lugares comunes, los subrayados, y ofrece el matiz, la precisión.

Su protagonista afincada en Ciudad de Méjico es Laura, la narradora, la cual tiene muy claro que no quiere ser madre.

Durante años traté de convencer a mis amigas de que reproducirse constituía un error irreparable. Les decía que un hijo, por tierno y dulce que fuera en sus buenos momentos, siempre representaria un límite a su libertad, un peso económico, para no hablar del desgaste físico y emocional que ocasionan: nueves meses de embarazo, otros seis o más de lactancia, desveladas frecuentes durante la niñez, y luego una angustia constante a lo largo de su adolescencia. «Además, la sociedad está diseñada para que seamos nosotras, y no los hombres, quienes se encarguen de cuidar a los hijos, y eso implica muchas veces sacrificar la carrera, las actividades solitarias, el erotismo y en ocasiones la pareja», les explicaba con vehemencia. «¿Vale realmente la pena?»

Su amiga Alina es del mismo parecer, hasta que un día queda embarazada. Acerca de la hija que va en camino le informan todos los facultativos que nacerá para morir, aquejada de un problema cerebral. Paradójico alumbramiento el de Inés. La vida o la naturaleza, es terca, empecinada y a veces desbarata los planes, los infaustos también. Marlene, la mujer que aparece en escena para ayudar en los cuidados a la niña ofrece otro ángulo más desde el que enfocar la maternidad, más allá de la biología.

A Laura la situación de su amiga le serviría para reforzar sus convicciones, pero el corazón, afortunadamente, muchas veces también va a su bola y la vida dispone para Laura momentos que nunca imaginaría para sí: velando de sus vecinos, un niño y su madre (Doris), ambos en el fango de una ausencia y una memoria malditas tras la muerte del padre-marido.

El amor es proteico y no precisa de argumentos, es una fuerza inexplicable y arrolladora la que une y separa a las hijas de las madres, a Laura de la suya, a Doris de su retoño, a Alina de Inés, a Marlene de su hija putativa, cada una viviendo y experimentándose en el amor al otro, la fatiga, la depresión, la frustración, el cúmulo de renuncias y sacrificios que la maternidad supone a las mujeres, a su manera, porque la habilidad de la autora en esta novela, por la que fluye una electricidad que da corriente, y doy fe que convulsiona (fruto de una emoción exaltada) al lector, es hacer ver con una gran sensibilidad, inteligencia y sabiduría, ese nudo de sentimientos que atenazan, no ya solo la maternidad, el habitat de una pareja con hija, los feroces apegos filiales, sino la vida misma, esa que se revuelve y nos encorajina, ocupa y preocupa, una vida convertida en un gran cajón de sastre, que deseamos controlar y queremos tener atada, cuando el correr de los años nos entera de que es precisamente su impredicibilidad en donde radica todo su sentido, si hubiera que buscarle alguno.

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