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Un ojo siempre parpadea

Un ojo siempre parpadea (Miguel Carcasona 2015)

Miguel Carcasona
Tropo editores
2015
155 páginas
Ilustración: Óscar Sanmartín Vargas

Para todos aquellos que se fueron a vivir a una urbanización y comprobaron que el amor periférico agravado por la paternidad/maternidad era un viaje sin retorno hacia la felicidad, para aquellos que gastaron alguna broma durante su juventud y ésta devino macabra y fatal, para aquellos que desearon a una chica por encima de sus posibilidades y acabaron con el corazón esquilmado, para aquellos a quienes el destino se la tenía guardada mientras conducían, para aquellos que disfrutaron de lo lindo con El Ministerio del tiempo y con las historias paralelas y con personajes que encallan en el pasado, para aquellos que comprueban cada verano del 82 que nunca serán otra cosa que unos pagafantas, para todas aquellas mujeres que buscan o fantasean con una salida o una fisura en su áspera y aborrecible realidad, para aquellos a quienes les dieron una oportunidad y la desaprovecharon, para todos aquellos que creen que el pasado se repite y que todo lo malo vuelve, para todos aquellos que se orgasman escuchando a Brel, para todos vosotros y para otros muchos, este libro de relatos de Miguel Carcasona (Sangarrén 1965) quizás os interese porque lo que es a mí todas estas escenas cotidianas (y trilladas y manidas y muy manoseadas), más o menos dilatadas (y muchas paridas con forceps y medio abortadas), marcadas por el sexo, el fracaso, el hastío, el deseo insatisfecho y el mal fario, a mí me han convencido entre muy poco y casi nada.

La portada, obra de Óscar Sanmartín Vargas, como todas las suyas, es muy buena.

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Grandes pelmazos de las letras universales (Enrique Gallud Jardiel 2015)

Habiendo disfrutado mucho leyendo Historia estúpida de la literatura y Jardiel: la risa inteligente, ambos de Enrique Gallud Jardiel, con este, su último libro titulado Grandes pelmazos de las letras universales y publicado hace nada, me esperaba disfrutar otro tanto.

Si con Historia… sentí algo parejo a la euforia cuando acabé de leerlo, con estos Grandes pelmazos…, Enrique casi puede pasar a formar parte de tan selecto grupo, de pelmazos.

Quizás fuera el efecto sorpresa, la falta de sueño, el exceso de colesterol, el reflujo de las mareas, la luna llena, o…, pero he decir que tras la lectura de Historia… esto es más de lo mismo. Lo cual no estaría mal si fuera eso: más de lo mismo, si Enrique mantuviera en este libro el mismo tono, el mismo nivel de exigencia, plasmado en páginas corrosivas, inteligentes, humorísticas.
No es el caso, porque estos Grandes Pelmazos, parece ser más bien, usando la jerga fílmica, una secuela, un libro de recortes, de material sobrante, por mucho que el autor alegue que todo lo escrito por él, tiene un orden, una estructura, y que no publica todo lo que quisiera.
Me parece estupendo. Faltaría más que un escritor no cumpliese unos mínimos de ortografía, de léxico, pero a fin de cuentas lo que deja la lectura de un libro, lo que nos depara, son sensaciones, y las emociones vividas mientras leemos y en esta ocasión, diré que estas parodias de Gallud, exigen, creo, conocer al dedillo a los autores (autoras solo hay dos: Agatha y Murasaki, quizás porque no son tal pelmazas) parodiados, lo cual no es mi caso, de ahí que seguramente me haya perdido un montón de chuflas que son graciosísimas y sus páginas, sus rimas, sus refritos, me han parecido más corrientes y de vuelo gallináceo que otra cosa.
Recurrir o arremeter, por ejemplo, contra los bestsellers (Dan Brown mediante), actúa en mi ánimo casi como un Trankimajín de 2 gramos.

En tres cosas coincido con Gallud.

Una, no hace falta leer un libro para hablar/comentar/reseñar sobre el mismo. Hete aquí un ejemplo.
Dos. Todos debemos responsabilizarnos de nuestros errores y fracasos.
Tercera. Las reseñas de libros no sirven para nada. Esta tampoco.

A modo de póstlogo decir que a mí los refritos me producen reacidez.