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Guapa de cara (Rafael Reig 2004)

Rafael Reig Lengua de Trapo 2004Guapa de cara es la segunda novela, tras Sangre a Borbotones, de la saga que cierra Todo está perdonado, cuyo protagonista es el detective o huelebraguetas Charlie, Charli o Carlos Clot. Se mantienen por tanto las señas de identidad: un Madrid navegable, sin rastro de petróleo, donde la gente se desplaza en bicicletas o en veleros. La Castellana separando los dos mundos, el de los agraciados y el de los desgraciados. Con la sombra alargada de Chopeitia y sus cápsulas verdes. En ese tablero de ajedrez, se mueve Clot a quien le encargan la resolución del asesinato de Lola Eguíbar, escritora de cuentos infantiles, quien supervisará desde el más allá el ir y el venir de Clot, acompañada esta, de uno de sus personajes infantiles, el lascivo Benito Viruta.

No es novela negra lo que leemos, porque a fin de cuentas la resolución del asesinato, viene a ser lo de menos, tanto como la identidad del asesino, sus motivaciones, así como la puesta del asesino ante la justicia si se llega a tal.

Rafael Reig aprovecha este contexto, para desgranar otros temas, que sobrevuelan la cuestión mortuoria para alimentar la narración con otros asuntos mucho más interesantes que la muerte, que ofrece pocas novedades. Así, Reig devanea acerca de la memoria y el olvido, acerca de lo que queda de nosotros cuando dejamos de ser, esos recuerdos, que son semillas que crecerán en los demás, hasta marchitarse y ser definitivamente enterrado en la memoria ajena.

y al final siempre llovía, no sé por qué, como si dar sepultura fuera plantar una semilla extraña que hubiera que regar con tempestades para que diera el día de mañana sus frutos amargos y sus flores carnívoras (pag. 115)

Hay ocasión también para un certero análisis de esas relaciones de pareja que dejan de serlo pasadas un tiempo.

Llegué a pensar que da igual, que el amor es puro bricolaje, hágalo-usted-mismo, que es una la que lo pone todo, con sus propias manos y utiliza las mismas razones para querer y para dejar de querer, una sola herramienta que vale igual para atornillar o desatornillar (pag 158)

Reig conoce a los integrantes de la no generación de los 60 (los años de las Nancy, de la Señorita Pepys, de los Planes de Desarrollo, de los seiscientosy de la minifalda…), porque nació en esos años, así sus personajes conocerían en los 80 (con la reconversión industrial y constitucional) La Movida, frecuentando esos bares que fueron míticos, en donde surgieron grupos legendarios como Los Secretos (que todavía siguen tocando, aunque sea ante 300 personas en Aguilar de Campoó, este verano, por ejemplo), calles donde corría el alcohol, el tabaco, y las drogas que mataban (a Enrique Urquijo, por ejemplo que abrazado a la tristeza se encontró en el más allá a sus 39 años). Queda, como en Todo está perdonado, ese poso de desencanto, al ver que algunos miembros deLa Movida, luego recibirían nada menos que un Oscar, otros ocuparían altos cargos políticos, se convertirían en tertulianos o desaparecían detrás de las almenas fortificadas de las urbanizaciones recreativas de lujo, despuntarían en la literatura, babeando por galardones, premios y reconocimientos de todo pelo.

Hasta la página 100, ya casi mediado el libro, no vi la luz, leía y leía, con esperanza eso sí, y a partir de ahí, me llevé un subidón a medida que iba leyendo. El libro no va de menos a más, sino a mucho más, se retroalimenta, va cerrando círculos, no hay ya marcha atrás, y acabas el libro, saciado de buena literatura, paladeando la agridulce melancolía, libando en la añoranza de los días idos, releyendo esos párrafos que he ido marcando y que algunos he reproducido en la reseña. Bien por Reig.

Rafael Reig

Lo que no está escrito (2012) (Crítica, Reseña)
Sangre a borbotones (2002)
Todo está perdonado (2011)

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Los girasoles ciegos (Alberto Méndez)

Hay pocos libros que me hayan impactado y este es uno de ellos. Buscando algo sobre su autor, Alberto Méndez me entero de que tras publicar este libro, el primero de su vida, a sus 63 años moriría once meses después. Le concedieron a título póstumo El premio nacional de narrativa, en 2005.

El libro lo componen cuatro relatos a cual mejor. Versan sobre los años de la guerra civil y la postguerra. Se sale el autor de lo trillado en otros libros, de cifras que avalen la criminalidad de un bando o la avalancha de datos que certifiquen cómo un ejército rebelde despojó del poder al gobierno en ciernes para alzarse ellos, los nacionales.

En el primer relato, un soldado franquista el día en que los nacionales van a tomar Madrid, decide entregarse al bando republicano, pues a pesar de su victoria él se considera un vencido. Habla de la usura de la muerte, del precio de la misma. No se quería ganar una guerra sino matar el mayor número posible de enemigos, de vencidos, de contrarios al régimen.

En otro relato un adolescente huye con su mujer embarazada al monte, tras su muerte debe hacerse cargo de su hijo mientras la muerte afila los dientes.

En otro relato un preso republicano le dora la píldora a uno de sus torturadores, porque conoció a su hijo franquista, asesinado por los republicanos. Al final su sentido del deber se impone a sabiendas de lo que le espera.

Finalmente en el cuarto relato que da título al libro Los girasoles ciegos, el cura, uno de tantos, voluptuoso y malnacido ve el resultado a sus lances amorosos de un modo trágico. La historia está escrita a tres voces; la del narrador, a través de la misiva que el cura dirige a un reverendo y de la voz de Lorenzo, el pequeño de la familia. Nos encontramos con un padre, que se esconde en el armario, haciéndose pasar por desaparecido, difuminando su existencia, lanzado al olvido.

La prosa del autor es deliciosa, la sensibilidad que muestra, sin asomo de morbo o sentimentalismo va al grano, mostrando una riqueza argumental en algo aparentemente sencillo pero con una gran carga de profundidad. Un texto que pone los pelos de punta y el corazón en la garganta, con guiños para el humor surrealista, para la derrota manifiesta, para el honor y la dignidad, para dejar constancia de lo que pasó.

Todo lo que se narra en este libro es verdad, pero nada de lo que se cuenta es cierto...” nos dice el autor en la contraportada del libro. Los adalides del revisionismo reformularán la historia a su antojo, quitarán muertos de un sitio y los quitarán de ciertas listas, muchas las justificarán, se defenderán atacando, pero al final cierto o no, muchos saben lo que pasó, por mucho que quisieran olvidarlo o no hablar de ello para no generar más rencor en la legión de los vencidos.

Los girasoles ciegos es un libro que recomiendo leer con calma, pues a pesar de sus 155 páginas, conviene reparar en lo que se dice y en cómo se dice, para sacarle todo el jugo a un texto que contiene un macrocosmos en su interior.

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Ladrones de tinta (Alfonso Mateo-Sagasta)

Tal vez sea porque tengo muy reciente la lectura de El Caballero del Jubón Amarillo de Arturo Pérez-Reverte, y se tiende a hacer comparaciones, que como ya sabemos son tan odiosas como necesarias. Los dos libros comparten siglo, léxico, los giros, las expresiones, son similares, pero la enjundia y aureola épica de Alastriste está a años luz de la noñez que manifiesta durante todo el libro Isidoro, un ser gris y apático que ninguna empatía genera en el lector; ni aprecio ni menosprecio, al menos en mi caso.

Se lee de un tirón, no porque sea entretenido, sino porque el autor mete mucha paja, que apenas conlleva ninguna reflexión; creo que hay mucho relleno Sigue leyendo