El asco Thomas Bernhard en San Salvador (Horacio Castellanos Moya 2007)

El asco .-Thomas Bernhard en San Salvador Horacio Castellanos Moya 2007
Horacio Castellanos Moya
Editorial Tusquets
2007
139 páginas

Nos cuenta el autor de la novela, el salvadoreño Horacio Castellanos Moya, que esta novela que publicara en 1997, le persigue desde entonces. Fue la que le dio la fama, y por la que muchos, para mal, le conocen y odian. Horacio, precisa de 126 páginas, para gracias a su personaje, Edgardo Vega, quien dejó San Salvador para instalarse en Montreal, dar un buen repaso a la situación del país y sus ciudadanos. Como interlocutor de la perorata o convidado de piedra, Moya, compañero de escuela de Vega.

La prosa cadenciosa y repetitiva, marca de la casa de Thomas Bernhard (presente también en el título de libro), es la que Horario copia, para en lugar de arremeter contra los austriacos como hacía Thomas, hacerlo contra los Salvadoreños.
Vega, se explaya agusto, porque todo lo que le sucede camino de vuelta a su país, a resultas, del fallecimiento de su madre, le resultará asqueroso, vomitivo, demencial.

En el libro todo cae del mismo lado. Lo que se nos ofrece es un ajuste de cuentas, un ensañamiento, un poner por escrito y todo junto, aquello que podemos odiar de un país. Así, Vega despotricará de sus ex-compatriotas, pues él ya se siente Canadiense, de hecho, su más preciado bien es su pasaporte donde acredita esa nacionalidad. Abomina de los políticos de izquierda y de derecha y de los miles de muertos que todos ellos llevan a rastras, de la omnipresencia de los militares, de la belicosidad de los ciudadanos, de la violencia desmedida que se cobra muertos a diario, muchos de ellos de forma gratuita, de la ignorancia que muchos toman por bandera, del nulo interés por la Historia, del aborregamiento televisivo, del mal gusto en múltiples manifestaciones, de la podredumbre y la sordidez escenificada en cualquier lupanar, de la fritanga que es el plato nacional, la pupusa, de las diarreicas cervezas que beben sin conocimiento, y así un largo etcétera.

A algunos Salvadoreños el libro les hizo tan poca gracia, que en lugar de sentarse con Horario en una mesa y dar todos su parecer al respecto, le invitaron a irse, a exiliarse. Horacio, que no quería ser un mártir (otro Roque Dalton), huyó.

Además de levantar ampollas y escocer a quien estas páginas le afecten de algún modo, la cadencia del libro hace que se lea del tirón, sin apenas esfuerzo, mientras te echas unas risas, porque llega un momento en el que esa carcajada que va brotando en el interior de uno, estalla, con el momento cumbre de la búsqueda del pasaporte, sino antes.

Horacio había leído a Robert Walser. Iba avisado. «No se hace frente impunemente a la nación propia».

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