Archivo de la categoría: Libros

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Viaje alrededor de una habitación

El alicorto momento presente brinda nulas opciones al desplazamiento. Una opción interesante es consagrarse a la lectura. Un viaje a Italia de Guido Ceronetti (Edición, Días Contados), con traducción de Helena Lozano es una decisión acertadísima. Recorrer Italia a través de sus hojas y pensamientos elevados con una prosa esmerada y culta es un auténtico placer y nos ofrece además la posibilidad de viajar alrededor de una habitación sin movernos físicamente. Hay muchísimas reflexiones interesantes en este libro que recorro con fruición. Dejo una.
Un viaje a Italia

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Balada de la playa de los perros (José Cardoso Pires)

Estos meses estoy aprovechando para llevar a cabo lecturas que deseaba realizar hacía un tiempo como Caterva de Juan Filloy, Cantar de Cantares de Salomón, con estudio de Fray Luis de León o esta Balada de la playa de los perros de José Cardoso Pires con traducción de Basilio Losada.

Cardoso en 1982 recurre a un acontecimiento ocurrido dos décadas atrás en su país, Portugal, entonces bajo la férula dictatorial de Salazar. La novela, un noir, comienza con el cadáver de un hombre encontrado en la playa, desmenuzado por el ataque de unos perros.

Al frente de la investigación Elías. Poco a poco el policía va montando las piezas. La información se suministra con cuentagotas. El muerto parece ser que tenía en mente dar un golpe de estado. Su muerte reviste por tanto un carácter político, o tal se le quiere dar por parte de la Pide. A medida que se va arañando la superficie, aparecen en escena otros personajes, como el cabo Barroca, el arquitecto Fontenova y una mujer, Mena, que parece haber mantenido una relación con el asesinado.

Un punto fuerte de la novela es la capacidad de Cardoso para crear una atmósfera opresiva, asfixiante. Realidad velada por mentiras de todo tipo. Por lo tanto investigar, o reconstruir lo que sucedió, para Elías se le antoja como un ir quitando gasas de sus ojos. Ojos a veces lúbricos, inflamados de deseo, cuando tiene a tiro a Mena, que cumple con su rol de femme fatale.

Al final de la novela obtenemos el desenlace, la explicación de los hechos. La necesidad por parte de los enjuiciados de quitarse el muerto ya de encima. Cardoso logra una muy aquilatada novela negra.

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Lecciones de solfeo y piano (Pascal Quignard)

Pre-Textos editora este cortito libro de Pascal Quignard con traducción de Luis Pérez Oramas y Adalber Salas Hernández escrito en 2013.

Las Lecciones de Solfeo y Piano es un texto de corte familiar, íntimo, en el que el autor maneja fotografías para volver a sus orígenes familiares, evocar a su padre, madre y tías. Clases de solfeo y piano que eran impartidas por las señoritas Quignard. Fotografías en las que aparecen con sus alumnos, en 1920.

La docencia y la música de sus progenitores muy presentes en su vida, mísera vida marcada por la pobreza. Nada que ver con la fortuna de Gracq, Roussel, Proust, Leiris. Para Quignard, una tetera y una cama y miles de libros sacados de las bibliotecas, fueron suficiente para sus días.

Aparecen varios nombres propios, uno es Gracq. Por qué Gracq, años más tarde, decenas de años más tarde, sesenta y siete años más tarde, hincaba el cuchillo en la llaga de un destino infeliz?, Gracq arremetiendo contra las tías abuelas de Ancianis, a las que trató, Quignard tratando de justificarlas. Orígenes familiares detallados con la solvencia de las vidas minúsculas de Michon, al que Quignard menciona.

Quignard escribe, porque se puede escribir lo que uno no está en condiciones de decir.

Otros dos nombres propios son Celan y Bobillier. El primero le enseñó a traducir, a él le debe su pasión por la traducción. Y para recordar a ambos brilla la pulsión etimológica de Quignard, regresa a los griegos a su lengua y nos ofrece la definición que estos daban a la amistad. Habla Zenón, El amigo es el yo más yo que yo
Así, dice Quignard, No es la periferia lo que se afecta por la muerte del amigo. Es el corazón quien revienta.

El libro concluye con unas palabras de Quinard sobre Celan (de quién recientemente comenté por aquí el libro Bajo la cúpula. Paseos con Paul Celan), aquel que fue enmascarándose tras distintos nombres, hasta quedar finalmente con el pseudónimo de Celan. Autor de una poesía hermética, cuenta Quignard que un día Primo Levi cogió violentamente a Celan y le dijo Escribir es transmitir, No es cifrar el mensaje y lanzar la llave entre los arbustos. Pero según Quignard: Escribir no es transmitir. Es llamar. Lanzar la llave sigue siendo llamar a una mano más allá de uno mismo que busque, que hurgue entre las piedras y los espinos y los dolores y las hojas empapadas, negras, viscosas de lodo crujientes o cortantes de frío, de noche, al oeste del mundo.

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Bajo la cúpula. Paseos con Paul Celan; Jean Daive

Traducción de Mateo Pierre Avit Ferrero
La Uña Rota
2020
181 páginas

Vaya por delante que todo lo que podamos decir de una obra es siempre mucho más débil que la obra. El año pasado se celebró el centenario del nacimiento de Paul Celan y también el cincuenta aniversario de su muerte, en 1970, cuando Celan se tiró al Sena y su cuerpo apareció en una inclusa once días después. Gisėle, al advertir su desaparición intuye también su muerte, al haber dejado el poeta su reloj de pulsera sobre la mesilla de noche. Una señal fatídica. Nunca salía sin él y ya había anticipado qué supondría esta acción.

Hace unas semanas hicieron una instalación en la Plaza del Mercado de Logroño, y era curioso porque se accedía al interior de una construcción con forma de cruz a través de una plataforma, y a medida que te adentrabas en la misma todo permanecía a oscuras. Al poco no eras capaz de determinar si estabas ascendiendo o descendiendo, llegaba un sonido y no sabías si era por arriba o por abajo, abandonabas el recinto aturdido, con el corazón al galope. Lecturas como la presente ofrecen una sensación de pareja desorientación y excitación.

A Celan, nacido Antschel bajo el imperio austrohúngaro, siempre se le reprochó el hermetismo de sus poemas. Se revolvía afirmando que era el lector quién debía hacer el esfuerzo por alcanzar el sentido.

Daive, es un poeta que hizo buenas migas con Paul Celan. Quizás porque ambos eran de la misma cuerda, a pesar de que Daive fuera dos décadas más joven. Conectados por los hilos invisibles del entendimiento mutuo. Determinados fragmentos del libro me resultan incomprensibles. Ummm. Ummm. Conversaciones que se ofrecen como un juego privado entre los dos. Conversaciones que a Daive le resultan dichosas.

Daive pasea con Celan bajo una bóveda vegetal, recorren el perímetro de la plaza Contrescarpe, cartografían el recorrido por las calles Ulm, Tournefort, Pot-de-fer, etc, se dejan caer hasta Los jardines de Luxemburgo.
Lo que Daive plasma en este libro a través de recuerdos, de los encuentros con Celan, va mucho más allá de lo que leeremos en cualquier biografía sobre el mismo.

Daive se abre a la intimidad: paseos, conversaciones (un hablar que duplica el mundo), comidas y silencios. Que Celan esté dispuesto a traducir al alemán los versos de Décimale blanche de Daive, poeta primerizo, veinteañero entonces, es quizás lo que genera una relación tan especial entre ellos. Confianza, lealtad, amistad inquebrantable, pero breve. Daive conoce a Celan en 1965 y este último se suicida cinco años después.

El texto no es una biografía de Celan. Daive también nos habla de sí mismo, de sus cuitas amorosas, sus lances, sus viajes por el Egeo, por Italia, sus sueños, su historia familiar, la experiencia compartida junto al maestro. Los momentos más fulgurantes son los dedicados a la escritura y la traducción, también escritura y la imposibilidad de traducir determinados términos. Celan habla de lavar y frotar las palabras, de mondarlas, pelarlas como castañas. No se nos ofrece ningún poema completo de Celan, luego ni enunciado ni atributos toman cuerpo, al menos aquí. Una traducción, obra de Mateo Pierre Avit, que visto el material que tenemos entre manos, intuyo todo menos fácil.

Paul Celan (1920-1970)

Paul Celan (1920-1970)

La intimidad que Daive nos ofrece es la de un Celan cortés, agudo crítico literario, emocionado cuando toma contacto con Ungaretti, Heidegger, obsesionado con el lenguaje, quizás por eso mismo enfermo, con episodios de demencia, un Celan que dominaba siete lenguas en su cerebro babélico; prestigiado traductor y poeta, amurallado en su soledad, aliviada al lado de su mujer, de su amante Ingeborg, de su hijo Eric. Pero siempre había una herida abierta, una herencia impagable, un dolor abismal. Celan había perdido a su padre y a su madre, judíos, durante la segunda guerra mundial por culpa de los nazis. Y sobrevivir a veces es un peso demasiado duro de soportar, aliviado, o ahondado por la escritura, aherrojado por los clavos del poema (Un poema siempre es una carta al padre), la lanzada que desangra en cada verso. Celan erigiendo palabra a palabra una ontología de sí mismo, iluminando cada rincón de su ser, hasta dar finalmente con el punto de fuga (su Todesfuge), limadas ya todas los rejas, dilucidado mundo, que el Sena tuvo a bien brindarle.