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Asylum

Asylum (Javier de Isusi)

Asylum, en latín asilo, del grigo ásylon, lugar inviolable.

Javier de Isusi en Asylum nos cuenta las vidas de personas de distintos países que se vieron obligadas a abandonarlos y exiliarse.

En España, después de la guerra civil, en el bando republicano, el bando perdedor, medio millón de personas hubieron de exiliarse hacia Francia. Una de ellas es Marina. El recibimiento en Francia no es tal, confinadas en campos de concentración, en una playa. Por delante el mar, por detrás una valla. El exilio es destierro y desgarro y la esperanza es el asilo. Una historia, la de Marina, que me recuerda mucho a la de Marcial, el protagonista de mi novela Muerto de risa. Porque Marina deja España para exiliarse en Francia y después volver a nacer en Venezuela y luego regresar a España, cuarenta años después, y acabar en un asilo, en donde se inicia la historia. Muchos su renacer lo tuvieron en Méjico país que siempre estuvo dispuesto a acoger a los españoles que se exiliaron.
Exiliarse es partirse en dos. Escuchemos a Eduardo Halfon.

Otros testimonios son el de la nigeriana Aina, la cual al verse obligada a casarse con quince años decide huir para ser luego explotada sexualmente; Christopher, ugandés, cuya vida corre peligro en su país por ser homosexual, huye a Kenia pero allí su situación no mejora. Sanza, congoleña, que tras ver morir a toda su familia acaba en el campo de refugiados de Goma, buscando luego llegar a Europa por Melilla. Y la mejicana Imelda de Ciudad Juárez que huye de méjico con toda su familia al ser amenazada y con serio riesgo de ser desaparecida. Las existencias de todos ellos confluyen en el comic en un mismo espacio, en una vivienda.

Asylum

Cada exiliado busca salvar la vida, y mejorarla, y ahí entran en juego los demás, nosotros, los acogedores. Llegar a España para cada uno de ellos ha sido una odisea, casi un milagro. Y para la mayoría si lo logran, si logran ponerse a salvo, sienten que no son nadie, que son invisibles. Por eso el papel tan importante que juegan organizaciones como la Comisión de Ayuda al Refugiado en Euskadi, y cada uno de nosotros, si al mirar a un extranjero, a un exiliado, a un desterrado, somos capaces de ver a un ser humano.

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La Divina Comedia de Oscar Wilde (Javier de Isusi)

La Divina Comedia de Oscar Wilde es un estupendo cómic obra de Javier de Isusi, con prólogo de Luis Antonio de Villena, muy bien documentado, que nos permite conocer mejor la situación vivida por Oscar Wilde los últimos dos años de su vida, entre 1898 y 1900 en París.

Después de pasar dos años en la cárcel, acusado de sodomía, cambia de país y se traslada a Francia. Muda también de nombre, y pasa a llamarse Sebastián Melmoth.

A pesar de estar en el barro, Oscar sigue mirando las estrellas. Sus amigos le animan a escribir, pero Oscar prefiere vivir, que su vida sea el escenario en el que representar su obra de arte. Sus amigos le encarecen sus conversaciones, su ingenio vivaz, sus brillantes paradojas y dicen de él que es un escritor genial sin una obra genial.

Oscar sigue bebiendo, descuidando la salud, enfermando, gastando dinero en chaperos a los que regala objetos continuamente.
Lo que sabremos de Oscar nos llega gracias a las entrevistas realizadas a sus amigos y amantes, como Maurice Gilbert, Robert Sherard, Reginald Turner, André Gide, Frank Harris o Bosie, entre otros.
También hay un episodio en el que Oscar charla con el espíritu de Rimbaud. Y aparecen también en el libreto los hermanos Machado, que tuvieron ocasión de conocer a Oscar en París.

Oscar murió con 46 años. Es evidente que los dos años en la cárcel hicieron mella sobre él. Pero como decía Oscar, está bien que te partan el corazón, porque lo malo es que se convierta una piedra.

La Divina Comedia de Oscar Wilde

Su ingenio, sus ocurrencias, transformaban el drama en comedia y sus escuchantes rompían a reír y a llorar con continuidad, tal era la habilidad que tenía Oscar en el ejercicio de la palabra, capaz de llegar hasta el fondo de las cosas y de las almas.
Llegó a la conclusión de que tenía que conseguir que todo lo malo que le había pasado fuera bueno para él. El dolor le permitió apartar la mirada de la belleza, de lo ajeno, para así despertar. Ya que el dolor hace que dejemos de buscar fuera para poder buscar dentro de nosotros, decía.

Muy bueno.

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