Archivo de la categoría: Luis Alfonso Iglesias Huelga

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El país era una fiesta (Luis Alfonso Iglesias Huelga)

Lo que en este blog literario sentimos por Luis Alfonso Iglesias, huelga decir que es sumo interés. El otro día acudí a la presentación de este ensayo en la sala de usos múltiples de la Biblioteca de la Rioja, en una sala que estaba a reventar, porque la filosofía en Logroño mueve masas. Lo vimos con El día más pensado, el Festival de Filosofía que tuvo lugar hace unos pocos meses en la capital riojana.

En este ensayo Luis Alfonso recurre al término «fiesta» para hablarnos de muchos temas que le preocupan. La fiesta hoy la asociamos a beber como cosacos y meter ruido sin importarnos los demás y en consumir consumiciones. Por eso Luis trata de restablecer la polisemia del término fiesta.
Digo yo que hoy, como pasa cada vez en más ciudades, el tardeo es ya atronador petardeo y la fiesta son botellones y toneladas de desperdicios y hectómetros de orines.

Es en el capítulo 14, Verbos en fiesta, donde el autor entiende buscar como la fiesta de la curiosidad; sentir como la fiesta de la sensibilidad; amar como la fiesta de los otros; tener como la fiesta del silencio; seducir como la fiesta de la belleza; conocer como la fiesta de lo sublime…

Ante el individualismo creciente hay que reforzar el sentido de comunidad y de cercanía al otro, y esto se hace desde la escucha atenta, fomentando la conversación sosegada.

Abundando en lo que otros autores ya vienen defendiendo, aquí también se apela a una filosofía de la proximidad. Detecto asimismo un elogio hacia la belleza (que se encuentra en lo discreto y sigiloso) y la lentitud, en la necesidad de bajarnos de los corceles de la velocidad que nos obligan a estar en todas partes en todo momento, ante un horizonte cada vez más líquido e inasible.

En términos políticos, el votante ofrece antes el corazón que el cerebro, por eso triunfa más lo emotivo que lo racional. Algo en lo que también incide Manuel Cruz en El gran apagón. Y traga con dicotomías que a nada que se piense en ellas medio minuto caen por su propio peso.

La pandemia puso encima de la mesa cuestiones que la ilustración pendiente en este país no fue capaz de superar en su día, como las supercherías y las supersticiones, defendidas hoy por grupos de personas que niegan ya sea el cambio climático o las vacunas.
La exigencia de un espíritu crítico se construye sobre una mirada atenta y detenida.

El sistema capitalista y consumista convierte los cinco días que van de lunes a viernes en un páramo para el ciudadano. La recompensa es el fin de semana y la tierra prometida es la fiesta.
Me sorprende que después de cinco días inmersos en el trabajo, el fin de semana la gente quiera películas que les ayuden a «desconectar», y series y libros que «no les hagan pensar». Cuando debería ser todo lo contrario. Si me tienen alelado durante la semana, lo propio sería aprovechar las horas de asueto para dar de comer a la mente y sacarla de su letargo y adormecimiento y fortalecerla.
Esto explicaría cómo puede concebirse la existencia de partidos sin ideología o cómo el decir que un tema se está politizando sea una manera de criminalizarlo, pues como apuntó Luis en la charla, todo es político, porque para eso están ahí los polites, elegidos para representar a la comunidad. Una comunidad necesaria, que articula la sociedad y sustancia nuestro día a día.
Me gusta lo que dice Luis cuando habla de los influencers. Más que influencias precisamos de confluencias, para ir al encuentro del otro.

Sirva este lúcido y subyugante ensayo de Luis Alfonso Iglesias para ponernos un espejo delante, y al reconocernos ser capaces de avivar nuestro espíritu crítico, para recurrir a las herramientas necesarias que nos permitan poner en evidencia tanta estupidez, y hacerla evidente, para no dejar nuestro destino en manos de videntes, en magos de la nada, en prestidigitadores de palabras huecas, o en algoritmos que completen nuestros deseos, que no nuestros pensamientos, ya dados a la fuga si desistimos de la razón y de la palabra, que da razón de nosotros.

Si crear es la fiesta de la imaginación, este ensayo es un fiestón de los sentidos. ¿Te apuntas?

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España, la Ilustración pendiente (Luis Alfonso Iglesias Huelga)

España, la Ilustración pendiente, de Luis Alfonso Iglesias Huelga fue el Ensayo ganador del Primer Premio Internacional Diderot de Ápeiron Ediciones 2017. En el mismo, y de una manera cronológica iremos viendo los avances y frenos que el espíritu ilustrado, aplicado en la educación, desde mediados del siglo XVII hasta el fin de la Segunda República, en 1936.

El primer ilustrado español fue Feijoo (1676-1764), humanista considerado el espíritu del siglo, cuya propuesta pedagógica de naturaleza utilitarista estaba basada en la intuición, el entendimiento y la comprensión. La nueva pedagogía debía operar con el criterio de la razón frente a la falsa autoridad del error, de la superstición y de la costumbre. Autor de entre otras muchas obras de Cartas eruditas y curiosas, en las cuales abordaba temas como estimular el estudio o suprimir el terror a los eclipses.

Sarmiento, otro humanista, benedictino. Defendía la pasión por la lectura y apostaba porque en cada población con 500 habitantes hubiera una biblioteca pública. Para enseñar a los niños se debe buscar un hombre sabio, erudito, docto, pacífico y prudente, y que sepa acomodarse a la tierna edad de los niños, no con castigos y rigores, sino con halagos, cariños y premios. Contrario, tanto de los castigos corporales, como de la memorización.

Campomanes, defenderá la educación de los ciudadanos como la mejor garantía para poder inocular valores como el deber, la obediencia, el trabajo y el respeto a la autoridad y a las clases sociales establecidas. Gran impulsor de las Sociedades de Amigos del País. Sigue leyendo

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El Día más pensado

El I Festival de filosofía de Logroño, celebrado este viernes y sábado, incluyó charlas, coloquios, proyecciones, representaciones, música y talleres.

A las 19,30 ayer, tuvo lugar en el I.E.S Sagasta un encuentro entre dos filósofos, Manuel Cruz y Luis Alfonso Iglesias (La ética del paseante).

La charla fue amena y sustanciosa y (se me hizo) breve, porque había mucho de lo que hablar. La mitad del acto estuvo destinada a las preguntas de las más de cien personas que nos dimos cita en tan bello recinto, en tan precioso ágora.

El último libro de Manuel Cruz se titula El gran apagón. El eclipse de la razón en el mundo actual. Y escribe Manuel, que si antes había un empeño por examinar la totalidad de lo real a la luz de la razón, se podría afirmar que lo más profundo del tiempo que nos está tocando vivir es, la sostenida tozudez con la que parece estar renunciándose al empleo de la misma como herramienta para esclarecer los más diversos ámbitos, tanto personales como colectivos, de nuestras vidas.

Habló Manuel de la desaparición de la opinión pública, de como hoy, cualquier idea, por descabellada que parezca, encuentra argumentos en las redes, en donde halla a otros que le confirman lo que piensa, sin que el hecho de que sea verdad o no, tenga importancia alguna. Hete ahí la perniciosa posverdad (un eufemismo para la mentira, diría Luis Alfonso)

El Día más pensado

Cómo en la esfera pública se rehuye el debate (y por ende, las palabras, el logos, la razón) capaz de propiciar un consenso, un entendimiento, cuando el adversario pasa a ser considerado un enemigo al que, como tal, hay que destruir. La primacía hoy de la emotividad sobre la razón. Un exponer emociones en crudo, que deben ir siempre dotadas de razón, de pensamiento, de ideas, de formas de actuación.

Se habló de la manera en la que el pasado ha sido despachado, casi abolido, clausurado, sin que se estime conveniente, para nada, volver a él. Sin embargo, Manuel, nos hizo pensar sobre aquellas cosas del pasado que valdría recuperar o conservar, o al menos, pensar cada uno, si a veces no vale la pena echar marcha atrás unos pasos, cuando como individuos, o también, como sociedades vemos que nos hemos equivocado.

Se habló del polites y del idiotes, las dos categorías de ciudadanos para los griegos. Los segundos eran aquellos que se desentendían de los asuntos públicos. Hemos de preguntarnos cual es o debería de ser nuestra forma de estar hoy en el mundo.

En suma, una charla muy, muy gratificante. Manuel y Luis nos hicieron pensar y reflexionar sobre la realidad presente, sin más objeto, para decirlo con Arendt, que tratar de: entender, entender, entender.
Un Festival, que espero tenga una larga vida. La filosofía bien lo merece. Y nosotros la necesitamos cada día más.

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La ética del paseante y otras razones para la esperanza (Luis Alfonso Iglesias Huelga)

Dice en una entrevista Luis Alfonso Iglesias Huelga (profesor de filosofía en el I.E.S Escultor Daniel: cantera de escritores como Juan Pablo Fuentes, Diego Lázaro Niso o Pascual Martínez Pérez y de blogueras literarias), autor del ensayo La ética del paseante y otras razones para la esperanza, que escribe para leer. Así, el ensayo va muy bien provisto de lecturas ajenas, como vemos en la generosa bibliografía: Argullol, Bauman, Benjamin, Debord, Esquirol, Garcés, Judt, Muguerza, Ordine, Sennett, Todorov… por citar algunos de los autores y autores aquí manejados.

El ensayo es un análisis de la situación presente, de la sociedad del espectáculo en la que nos vemos inmersos, y la necesidad de recuperar la esperanza a través del diálogo (cara a cara), en nuestro encuentro con el prójimo, mediante el paseo (animado el caminante por un espíritu de flâneur) demorado y concienzudo que nos permite ver en la realidad un palimpsesto, una construcción, y también el poso de la memoria.

La necesidad que tenemos de la palabra, de un espíritu crítico, de una libertad de pensamiento que va más allá de la libertad de expresión. Espíritu crítico que nos permita contrastar lo que nos dicen (o nos quieren vender) con nuestra propia experiencia y asimismo nos proporcione herramientas para superar las supersticiones, las supercherías, la ignorancia. Para desechar la pseudociencia y pararle los pies a las fake-news, y ser capaces de cuestionar la manida posverdad (un eufemismo para la mentira). Para refutar las imposturas y combatir los tópicos sin fondo.

Todas estas cuestiones y muchas más, las plasma Luis Alfonso con un lenguaje tan vivo como vívido, espoleando nuestro interés con las múltiples cuestiones que aborda en su texto. Una simbiosis espléndida de lenguaje y pensamiento.

Quien aún hoy tenga reticencias hacia los ensayos, más aún cuando son filosóficos, porque estos se le antojen plomizos u oscuros, lean a Luis Alfonso (y sigan luego con Esquirol, Judt, Ordine, Byung-Chul Han, Argullol, Todorov…) quedarán deslumbrados, y más admirados que confusos.

Prueben y me cuentan.

Editorial Alfabeto. 176 páginas. Año de publicación: 2020.