Archivo de la categoría: 2017

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Carácter (F. Bordewijk)

Imaginemos que sobre el papel F. Bordewijk (1884-1965) traza dos figuras. Un hombre y una mujer. El hombre la fuerza. Ella queda embarazada, se despide como empleada del hogar y no quiere saber más nada de su Señor. Ella tiene un niño. Lo cría sola, sin la ayuda que él le ofrece. Media docena de veces le pide matrimonio. Seis veces ella dice (mediante silencio administrativo) no. Dibujamos ahora la figura de un niño enclenque, que crece y estudia, hasta que un día, a raíz de una quiebra del muchacho, éste conocerá a su padre, agente judicial temido y odiado por todos los deudores, habida cuenta su inclemencia. Entre los tres personajes solo hay silencio, un mutismo desquiciante. Hay que dar color a unos personajes tan grises y el colorido viene de un amigo del muchacho que abraza la causa comunista, aquellos años en los que Sergei M. Eisenstein estrenaba Acorazado Potemkin, de una compañera de trabajo de la que se enamora el muchacho sin que ese sentimiento fructifique o se emplea buena parte de la narración en hablarnos de sus distintos jefes y compañeros que forman parte del organigrama del bufete en el que trabaja el zagal, que atiende al apellido de Katadreuffe, del fragor comercial con el comercio del azúcar (que me recuerda a la estupenda serie La casa de las miniaturas) o sus esfuerzos mantenidos en el tiempo por estudiar, por formarse, por aprobar asignaturas y el examen al Estado, por tener su título de abogado y ejercer como tal, porque a pesar de que su padre no pinte nada en su vida hay una lucha soterrada con él, pues su manera de derrotarlo es superarlo, de ahí su ahínco, su esfuerzo, si bien ¿qué sentido tiene superar a un padre que no es tal o dar con un canto en los dientes a alguien tan abyecto, cuya figura nos sitúa en el corazón de los desahucios de la ciudad de Róterdam?. Los encuentros entre Katadreuffe y su padre, Dreverhaven se suceden en el tiempo, cuatro veces, y en tanto estos suceden hay una tierra de nadie filial que se irá tejiendo con distintos hilos narrativos y que en mi opinión solo consiguen desflecar la narración, que pierde fuelle, sin mantener la tensión que se presumía, languideciendo, a lo que no ayudan las erratas presentes en el texto (sonambilismo, atebnción) ni una traducción (Diego J. Puls) que depara un texto tan plano como mortecino.

Carácter se publicó en 1938, fue llevada al cine y obtendría el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1997.

Jus. 2017. 300 páginas. Traducción de Diego J. Puls.

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Las retrasadas (Jeanne Benameur)

Una sola palabra tuya bastará para sanarme, podría proclamar aquí a los cuatro vientos Luce, la protagonista de esta novela, como se dice durante la Eucaristía, refiriéndose al Señor. Luce, cuya madre Varienne es retrasada, y a quien cuelgan igual sambenito, pues todos cuanto la rodean dan por bueno aquello de «de tal palo, tal astilla«, así que retrasadas ambas.
El caso es que en el pueblo donde viven la madre y la hija como uña y carne aparece una docente, una tal Solange, que no entiende por qué Luce no debe tener derecho a una educación, por qué no va a tener su alumna la capacidad de aprender. Sea que la cosa sale rana, que Luce se empecine en no aprender, en mantener su ignorancia a toda costa, sin fisuras. O eso parece.

Jeanne Benameur (Ain M’lila, 1952), la autora de esta sucinta (apenas 70 páginas), intensa, delicada y desgarradora novela, nos reserva una sorpresa para el final.

Si el otro día descubría una editorial con un nombre cautivador, Témenos edicions, palabra de origen griego, traducida como «espacio sagrado«, aquí me hallo ante la editorial árdora, que como explican en su web, tal término hace mención a cierta luminosidad fosfórica perceptible ocasionalmente en el mar. Aquí el lenguaje también es luz y esperanza y las palabras son semillas, aquellas que Solange depositará en la mente de Luce, para que en el momento preciso florezcan y le permitan alzarse sobre sí misma, para nunca más ir hacia atrás, empezando por tomar conciencia de su propio nombre.

árdora ediciones. 2017. 80 páginas. Traducción de Pilar Vázquez.

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La sabiduría de quebrar huesos (Pablo Matilla)

Lo llamamos leer y somos nosotros rumiando palabras, en esta guerra sin cuartel pero con sillón orejero, donde matamos el tiempo, testigos del deshielo del Iceberg, del que emergerán significados y significantes, emboscados en estos quince sugerentes relatos de Pablo Matilla (Mieres, 1986), y leemos, abiertos a las interpretaciones, y no digo conclusiones para no imaginar a Baroja removerse en su tumba, porque cerrar los ojos en La sabiduría de quebrar huesos, pudiera ser dormir o bien morir, ojos que serán arrancados de sus órbitas una vez muertos facilitando donaciones, cuencas vacías como edificios en Ruina, leemos y vemos un cuerpo infantil en el suelo, el de esa Pequeña Hereje violando las normas, entreviendo un cuadro a intervalos de Degas cuando él no le tapa la visión o somos espectadores de una casa tomada en su hora cítrica, de una relación imposible que se dirimiría a zarpazos, del miedo tan común a las arañas, miedo como hilo conductor o nudo corredero, como ese Sacrificio inútil que me recuerda a los mejores relatos de Olgoso o el Deseo de nieve entre las manos de un reo que no logra sustraerse hasta su último aliento a la férula materna, a esos apegos feroces y leemos y vemos la admiración de Matilla hacia a un autor, hacia Poe y Cortázar, y ese trajinar siempre difuso de imitaciones, apropiaciones o plagios, leemos y asistimos desde nuestro orejero a la proyección de dos relatos que abren y cierran el libro: Esfir Shub y La sala del cinematógrafo, relacionados a la inversa e impregnados ambos de una aura misteriosa, de una sustancia pegajosa y viscosa que se mastica y hiede, algo proteico y multiforme que instila todos los relatos, ya sea zumbido, escozor, rugido, arañazo, miedo, pánico, ausencia, soledad, locura, violencia, dolor e incluso luz ardiente y la promesa y esperanza fragante de unas manzanas robadas.

Témenos Edicions. 2017. 160 páginas.

9788416379101

Los extraños (Raül Garrigasait)

La visión del extranjero hacia lo nuestro siempre resulta refrescante. Disfruté mucho leyendo por ejemplo las Cartas desde la Alhambra, en las que Irving contaba su pormenores, aventuras y desventuras por los caminos y trochas andaluzas, donde la imagen fantasiosa que se había hecho de nuestro país, le permitía afrontar cualquier eventualidad con templanza, pues lo vivido le resultaba fruitivo tanto para su vivir, como para su escritura, pues obtenía así materia prima de primera calidad.

En Los extraños, Raül Garrigasait (Solsona, 1979), nos presenta a un extraño, a un extranjero, el joven Rodolf von Wielemann, un prusiano que en 1837 llega a España, hasta Cataluña, para en Solsona combatir en la primera guerra carlista en favor del Orden y la Tradición del pretendiente al trono, don Carlos María Isidro de Borbón. Una guerra, que parece, en sus comienzos, como la guerra de Gila, pues hasta que Wielemann lleva un año por estos lares no recibe ninguna orden y actúa más bien como un observador, una suerte de flâneur militar, si bien al final llegarán los muertos, como Wielemann tendrá la ocasión de ver y de condolerse.

Raül Garrigasait a su vez está traduciendo las memorias del príncipe Felix von Lichnowsky, y de esta manera el presente dialoga con el pasado, mientras vemos las cartas que Raül intercambia con su editor.

Como tarea especulativa que es la literatura, Raül sirviéndose de mimbres históricos, abunda en la extrañeza del título, que se despliega a su vez en su prosa, en su manera de narrar, registrando tanto elementos históricos con un tratamiento cómico, a ratos vulgar (como asoma en las conversaciones de los soldados), a ratos elevado como sus encuentros (que incluyen momentos musicales, con Wielemann al piano) con el Doctor y donde incluso el presente se filtra en el pasado, como cuando Wielemann lee en un periódico llamado El Constitucional: «Imposibilidad de que Cataluña se declare nunca independiente«.

Una extrañeza, la de Wielemann, que es la que experimentamos a menudo ante un mundo que no entendemos, por muchas etiquetas que se le pongan, por mucho afán que se ponga en categorizar, clasificar, separar, pues entre Wielmenann y el Doctor, que casualmente se apellida Foraster, hay algo más fuerte que la ideología que rige sus encuentros, a saber, su curiosidad, su amor por la cultura, y diría que su ejercicio crítico, pero no lo puedo afirmar porque Wielemann , muy a mi pesar me resulta un personaje bastante insulso, por muchas cosas que le pasen, y encuentro mucha más sustancia en las historias que le refiere el Doctor, en su fatigosas caminatas, en la imagen de ese maestro censurado por los católicos por llevar éste hasta las últimas consecuencias su pensamiento y razón de ser.

Entre Ambos editorial. Traducción de Concha Cardeñoso. 2017. 192 páginas.