Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza

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Malaherba (Manuel Jabois)

Conocía la labor periodística de Jabois pero no la novelística. En Malaherba nos vamos a comienzos de los noventa. El punto de vista de la narración es la de un niño cuyo padre muere dos veces. La primera porque le da un chungo. A resultas de lo cual su vida se ve trastocada profundamente. Jabois describe ese mundo con una gran sensibilidad y conocimiento. Un mundo, que quizás porque nacimos con tres años de diferencia, me resulta muy reconocible.
Pero más allá de los petazetas, los clicks, las máquinas recreativas, los josticks, los Armstrad, los motes a los profesores y a los alumnos, la presencia da abusones, las primeras pajas, la pulsión del deseo, el lanzamiento de piedras, los cómic y los vinilos, los porros, las expulsiones del colegio, etc.

Más allá de esta educación sentimental, lo meritorio en la novela es cómo describe Jabois ese mundo a través de la mirada de un niño de once años. Cómo ve él a sus padres, cómo es mundo que puede ser terrible se ve decantado por el amor y el cariño hacia quienes queremos, y cómo sus reflexiones son las de aquel que va dando sus primeros pasos, siempre titubeantes en esto del vivir, ingresando en un mundo que poco tiene de amable, que se ve dulcificado por la amistad, la que le presta al narrado su amigo Elvis, su hermana Rebe, su madre que hace lo que puede y su padre, muerto y redivivo y luego otra vez muerto.

Un epílogo final que permite releer el libro con otros ojos. Porque las cosas no son como sucedieron sino como las recordamos.

Muy bueno.

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Los girasoles ciegos (Alberto Méndez)

Leyendo a Zweig siempre me pregunto qué es lo que le llevó a suicidarse en 1942. Podía haberse exiliado en Estados Unidos. O esperar tres años más y hubiese visto acabar la segunda guerra mundial y el final de Hitler.
Creo que Zweig no deseaba vivir en el mundo de 1942.
En los personajes del espléndido libro de relatos Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, creo que existe una determinación parecida. No se consuelan con el todo pasará, vendrán tiempos mejores, saldremos de esta, no.
Por eso el Capitán Alegría el día antes de que Madrid caiga, decide rendirse al bando republicano. Y lo hace porque no quiere formar parte de esa victoria. A sabiendas de que lo acusarán de traición y morirá. Es un acto suicida en el que cristaliza su dignidad. Porque no vale ganar de cualquier manera, porque no se quería vencer, sino matar y represaliar.
Por eso Ricardo salva su vida escondiéndose como un topo en un armario de su casa.
-Que alguien quiera matarme no por lo que he hecho, sino por lo que pienso… y, lo que es peor, si quiero pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros por lo que piensan ellos. Yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o morir por lo que piensan.
Y Ricardo al ver que un diácono lascivo fuerza a su mujer en su casa, en sus morros, actúa, y a sabiendas que el cura lo va a delatar se precipita al vacío.
O Juan Senra que puede salvar su vida o prolongarla con mentiras hasta que se da cuenta de que no vale la pena, para decir la verdad y ver la muerte a los ojos.
O el joven poeta que se lanza al monte con su mujer embarazada. Y el frío y el hambre los iran matando a los tres y a los animales que les rodean, en un pesebre infausto.

La espléndida prosa de Alberto sirve para contarnos estás vidas desgraciadas. Porque la guerra todo lo envenena, malogra y desbarata. Por que hay quien no está dispuesto a vivir a cualquier precio.

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Reseña de Últimas noticias de la humanidad en «Cuchitril literario»

El escritor Juan Pablo Fuentes, y tenaz y concienzudo lector, responsable del longevo e insoslayable blog literario Cuchitril literario, en marcha desde 2007, y con varios miles de reseñas en su haber, reseña Últimas noticias de la humanidad.
Muchas gracias.

La reseña puede leerse completa aquí.

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Un crimen japonés (Daniel Guebel)

Un crimen japonés cifra bien la ambición de Daniel Guebel, a lo largo y ancho de más de quinientas páginas, en las que el autor nos llevará al Japón medieval, y lo que comienza como una novela, con un hilo tan sugerente como es que el hijo del muerto quiera saber la identidad del asesino del progenitor (aviso: despeje el lector su mente de previsibles novelas negras o históricas, porque Guebel gusta de mezclar géneros), derive luego hacia el ensayo, merced al afán totalizador de Guebel, que quiere describir al detalle aquel mundo antiguo japonés, acarreando consigo un buen número de palabras japonesas que en mi caso voy olvidando a medida que leo, pero que a pesar de todo logran mantener viva la curiosidad, pues en aquel pasado tan remoto hay instilaciones del futuro, como sucede con la presencia de autómatas, tan bien elaborados que cuesta diferenciarlos de los seres reales y así Yutaka Tanaka, el hijo huérfano de padre, en busca de su venganza reclamará información al poderoso Ashikaga Takauji (fundador y primer shōgun del shogunato Ashikaga, entre 1338 y 1358), enamorándose de paso de la mujer de este: la Dama Ashikaga. Y así habrá sexo, y violencia y mucho humor y una venganza que parece ser el motor de la historia, pero que no sirve para rematarla, pues parece que será la propia naturaleza la que pondrá punto y final a Ashikaga, y dejará inconcluso el final de Yataka, ya que opera aquí, más la prosa juguetona y chispeante del autor y su desbordante imaginación en los diálogos, y en la construcción de las historias, en esta suerte de alocado teatrillo, tan, tan godible, que en la resolución de las mismas.