Siempre es interesante recurrir a los clásicos como Antón P. Chéjov y a párrafos memorables como este que aparece en su novela corta Una historia aburrida, el relato favorito de Thomas Mann.
Archivo del Autor: Francisco H. González
Bailarás cometas bajo el mar (Xoel López)
Cada vez más cantantes publican con éxito sus poemarios. Al lado de este de Xoel López, que algunos conocerán primero de su etapa como cantante de Deluxe y ahora ya cantando en solitario (con lanzamiento de nuevo disco, Sueños y pan, el 17-11-2017), he visto otros poemarios de Marwan, Javier Corcobado, Ismael Serrano, Kutxi Romero… Xoel como cantante me gusta mucho, pero este poemario no me ha parecido nada del otro mundo. Creo que sobran unos cuantos poemas de los más de 70 que hay en el poemario, y otros muchos son bastante simples, poco más que anécdotas como su paso por los Estados Unidos, el eterno retorno del 1 de septiembre, lo Efímero de los los pensamientos que se nos van de las mientes antes de llegar a ponerlos en el papel, de ahí que los lea y olvide casi a la par. Algunos poemas cortos, poco más que juegos de palabras los he disfrutado:»Si inventaran la máquina del tiempo, todo pasado sería peor«. En LLANURAS Voy recorriendo tus llanuras frenando con los labios, por si me estrello.
Como cantante Xoel quiere romper en POLIZONES los límites, si los hubiera, entre poesía y canción:
Qué importa
si es poesía
o es canción
Ahora que Xoel tiene ahora 40 años y está ya en el ecuador de su vida, este poemario lo veo como un echar la vista atrás, un hacer balance, siempre con la mirada en lo más próximo, cercano y motivador, el amor de su pareja, la cual no sustancia ya fantasías eróticas, ni alimenta un amor obsesivo y excluyente sino que ese amor tiene razón de ser y gana en profundidad cuando el amor a dos se funde en un abrazo con el “universo”, término que aparece unas cuantas veces, porque este poemario, este bailar cometas me parece un abrazo al mundo y al hacerlo bajo el mar, es como buscar el aliento del otro, del más próximo.
Entiendo unos cuantos poemas como una toma de conciencia de lo que se es (SECRETO: Hoy me regalas un secreto y yo te prometo para siempre olvidarlo), de la asunción de los errores, del aguafuerte del yo (una voz que dice: evitar la tristeza es como esquivar la luna. Es desterrar la propia vida), de sus limitaciones y aristas, un despojarse de lo innecesario para ir en pos del meollo de la existencia y también un admitir al otro no desde el atavío del ideal, sino desde el harapo del desgaste diario, de la cama fría, desde la asunción de El PAISAJE COMPLETO, pero donde a pesar de todo, el amado otro, es la casa, la luz, el alimento, el amparo, en definitiva. Como dice en (INSTRUCCIONES PARA DECIR) TE QUIERO, hace falta soñarse, quemarse, perderse, olvidarse, reconstruirse […] para que un «te quiero» suene a eso, O en TODO LO QUE TE PUEDO AMAR: Cómo decirte que soy todo lo que te puedo amar.
O en DISFRACES:
He aprendido a quererte
con todo lo que fuimos.
Por todo lo que soy.
Los poemas que van en esa línea me gustan, como BOXEADOR, me recuerda a El perdedor de Bukowski
Chico, tu no sabes pelear» me dijo.
y yo me levanté y le lancé de un golpe por encima
de una silla.
fue como una escena de película y
allí quedó sobre su enorme trasero diciendo
sin cesar «Dios mío, Dios mío, pero ¿ qué es lo que
te ocurre?» y yo me levanté y me vestí,
las manos aún vendadas, y al llegar a casa
me arranqué las vendas de las manos y
escribí mi primer poema,
y no he dejado de pelear
desde entonces..
En el poema BOXEADOR de Xoel leemos:
Golpeé todo en la vida
como si fuera un saco de boxeo.
Golpeé todo, siempre,
hasta que me sangraron las manos.
Un día bajé la guardia,
me acosté a su lado,
y comenzó mi idilio
con el universo.
Me gusta Siglo XXI, para mí el mejor poema del poemario, donde el autor apuesta por la poesía, la cual es imparable, a la cual no se la puede ni amordazar, ni ningunear, pues está en todas partes y sin ella, como sin oxígeno, la vida nos resultaría asfixiante.
SIGLO XXI
No hay tiempo para la poesía.
Sólo hay redes, pantallas, horarios.
No hay huecos ni calendarios
para las cosas bellas.
No hay tiempo para buscar
debajo de cada piedra,
detrás de cada montaña,
el rayo que atraviesa cada cuerpo.
No hay lugar para la poesía,
pero la poesía se cuela
por la ranura de la puerta
por el hueco de la ventana.
Entre los cables enmarañados.
Entre las multitudes.
En tu bandeja de entrada.
En tu casa.
En tu cuerpo.
En todas tus fisuras.
No hay espacio para la poesía,
pero está en todo y todo lo alcanza.
Porque a fin de cuentas y como cantaba Xoel en su temazo Tierra, sin palabras, dime qué nos queda. El arte es un salvación dice Xoel. Sea.
Espasa Libros. 2017. 140 páginas. Ilustraciones de Sr. García.
Terraza en Roma (Pascal Quignard)
De Pascal Quignard (1948 -) había leído anteriormente Vida secreta. Aquel me resulto tan árido como subyugante pues el libro estaba recorrido por toda suerte de hallazgos, de apuntes etimológicos y de un desvelamiento de las pasiones humanas poco corriente.
Terraza en Roma me ha parecido un relato más convencional. Todo lo convencional que puede resultar Quignard.
La novela son una suma de fragmentos que recomponen la figura de Meaume grabador o aguafuertista lorenés nacido en 1617, el cual sufre el derramamiento de ácido en su rostro lo cual le supondrá arrostrar esa carga de por vida, al tiempo que ve como Nanni la mujer que ama se separa, o desgarra, de su lado. La narración es un continuo trajín pues como Meaume dice la vida del pintor es una vida errante, siempre de país en país, de ciudad en ciudad, por Francia, Italia, España Inglaterra…
El ritmo es acelerado unas veces y sosegado otras. Hay exaltación y quietud, plenitud y vaciado, un narrar depurado, elegante, preciso -como la composición muy precisa que podemos hacernos de los aguafuertes que Meaume va creando y los momentos que los originan-, adensado, cifrado en un código existencial binario, no de ceros y unos, sino de blancos y negros, aquellos colores con los que trabaja Meaume, dos colores suficientes para mostrar su mundo desgarrado, su dolor inmanente, su vaciado interior, para ir de un extremo al otro, de la luz a la oscuridad, de la exaltación a la ira, del cielo a la tierra, pues al final es como si todo esto de los colores con los que se ensimisman sus colegas pintores, no fueran más que un montón de velos para ocultar el abismo que hay detrás, aquel precipicio por el que despeñarse, al tener que dejar este mundo de una manera atroz: después de más tres de meses sin probar bocado. Así Meaume.
Espasa. 2000. 140 páginas. Traducción de Encarna Castejón.
Marcos Mostaza dos (Daniel Nesquens)
Segundo libro de los cinco que conforman la saga de Marcos Mostaza que leo. Aquí creo que brilla menos el humor característico de Daniel Nesquens, pero hay momentos muy buenos, como cuando el padre de Marcos quiere cambiar de ciudad porque no soporta los rigores del cierzo que corren el riesgo de acabar trastornándolo. Si veo más ternura en la relación entre los miembros familiares, prevalece ese lenguaje infantil que es la fantasía, la cual a veces también manejan los adultos, como el abuelo ejerciendo de cazafantasmas.
Nesquens de rondón ejerce una función didáctica y va dejando caer términos como coulrofobia -el miedo a los payasos- o planta un pareado de Antonio Machado, o nos lleva a Cluj-Napoka (o es ¿Cluj-Napoca?), ciudad de Rumanía, a la que acude a trabajar una tía de Marcos (para que veamos cómo se vive en otras partes y levantemos la mirada del ombligo), para quien Daniel es su «cosica«, o aparece por ejemplo en una acalorada discusión filial el femicidio de Ciudad Juárez.
El argumento por decir algo, consiste en buscar el regalo para Lorena, una compañera de clase de Daniel, de 10 años. Si hablamos de un hámster seguro que muchos niños (público al que va dirigido esta saga aunque los adultos disfrutemos también como enanos) se sentirán interesados dado que las mascotas en el reino infantil tiene mucho tirón. Seguiré avanzando en la pentalogía.
Grupo Anaya. 2008. Ilustración de Claudia Ranucci.

