Archivo del Autor: Francisco H. González

Retratos (con flash) de Jaime Gil de Biedma

Retratos (con flash) de Jaime Gil de Bidema (Luis Antonio de Villena)

Luis Antonio de Villena (Madrid 1951) nos ofrece en Retratos (con flash) de Jaime Gil de Biedma, publicada en 2006, un viaje al fondo de la noche de la mano de Jaime Gil de Biedma (1929-1990), a quien Luis conoció en aquellas noches de farra y copas de los años 80 pobladas de noctívagos que apuraban los jóvenes cuerpos masculinos ajenos con fruición, como si les fuera la vida en ello o deseasen llevarse la vida por delante como dijera en uno de sus poemas. Vemos cómo Biedma parcela su existencia y sus amores, distinguiendo entre el alto amor que profesa a sus novios y la promiscuidad, para cualquier noche, la vida civil y la vida chaperil, con su inagotable afán de saquear las noches; de la misma manera que diferencia su trabajo como ejecutivo en una empresa, con su deriva nocturna donde desata su lado más alocado y salvaje.

En aquel Nueva York libérrimo, anterior al sida (y donde hoy sabemos que éste se incubó, suponen que traído de África), Jaime debió disfrutar mucho. José Olivio -que le acompañó algunas noches- me dijo que una de ellas le dejó por allí, en un lugar sexual y oscuro, andando a cuatro patas, y que Jaime se despidió de él, tranquilamente, desde su posición sin importancia de buscador de goces. (Ahí los coitos podían ser cinco o más en diez minutos.) El mundo gay es -y ha sido- muy diferente del heterosexual. Menos hipócrita, desde dentro. Y me atrevería a decir que, en no pocos aspectos, más claro, lo que también podría valer por más limpio.

No hay mucho material literario -salvo la presentación a Jaime Gil de Biedma llevada a cabo por Luis en 1976, a sus 25 primaveras, que cierra el libro, con su versión incluida en facsimil, donde Luis pone de relieve la poesía de Biedma, cuya toma de contacto supondrá una feliz singularidad, que tendrá como base la ironía, el gusto y la confesión- en la semblanza que Luis hace de Biedma, pues cuando este lo conoce y comienza a tratarlo más a fondo Biedma está ya en trance de no escribir más poesías, anhelando ser más poema que poeta, considerado como uno de los mejores poetas de la Generación de los 50 y lo que leemos tiene más que ver con su faceta humana, sus cacerías y correrías nocturnas, referida esta intimidad por Luis con mucho gusto y discreción, como la que deseaba Biedma respeto a su homosexualidad (al contrario por ejemplo de Juan Gil-Albert, que quería su homosexualidad pública y visible, pero sin ostentaciones de ningún género, tanto como hacia su enfermedad, pues hasta su muerte no se hizo público que su muerte la causó el sida.

Se pregunta Luis si se puede considerar como un amigo de Biedma a lo que Ana María Fox en el prólogo responde que sí.

Seix Barral en esta colección de Únicos pone a nuestra disposición libros muy interesantes como este de Luis u otros que recuerde como Papeles falsos de Luiselli o Perder teorías de Vila-Matas. Ahora mismo creo que este libro está descatalogado. Menos mal que las bibliotecas públicas puede salir en nuestro auxilio, como es el caso, y permitirme llevar a cabo una lectura muy deseada. Ya de paso, os animo a leer los ensayos de Jaime Gil de Biedma El pie de la letra.

Lecturas periféricas | Gil de Biedma i Andreu Jaume por Jordi Llovet

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Recuerdos durmientes (Patrick Modiano)

Modiano de nuevo. Recuerdos durmientes es la última novela escrita por el escritor galo en 2017 y publicada en España en 2018 por Anagrama con traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Miraba lo que había escrito cuando leí Accidente nocturno y Un circo pasa, y creo que se podría armar una reseña con jirones de todas las reseñas de los libros que he leído de Modiano en estos últimos años. Aquí, como en algunas de las novelas anteriores, aparecen los progenitores de Modiano, brillando por su ausencia. Modiano acude a internados y a sus 18 años, desamparado, el único consuelo que parece encontrar le viene de sus paseos por los bulevares parisinos, por su estancia en cafés de toda clase, registrando conversaciones ajenas que irá anotando en cuadernos, durmiendo en pensiones, hostales, con trabajos librescos precarios, siempre sin rumbo fijo (pero sin salirse de los distritos parisinos), aquejado de un nomadismo urbanita al que parece verse abocado irremisiblemente.

En 2017 Modiano echa la vista hacia atrás, nada menos que cinco décadas, para situarse en el año 1965, cuando el escritor contaba 20 años. De ese pasado, de los recuerdos durmientes del título de la novela, entresacará el rostro de varias mujeres, unas jóvenes, otras mayores, con las que compartió episódicamente un tiempo de su juventud y con las que casualmente volverá a reencontrarse pasado un tiempo, como si éste no hubiera pasado. Sabemos que en Modiano la intriga es demasiado leve, nada que ver con las novelas de misterio donde hay que poner siempre cara al asesino, desentrañar sus motivaciones, tener al lector infartado en su leer y cosas por el estilo. En el caso de Modiano el misterio, el suspense, la intriga, se cifran aquí en fichas policiales, en las que aparece el joven Modiano (sin llegar a ser identificado), cuando acompañó a una joven, a la que auxilia, la cual ve cómo muere accidentalmente un individuo en su casa.

Escribir es volver al pasado, también exorcizarlo, escritura como liberación, al referir hechos ocurridos hace más de cincuenta años, que siguen ahí remordiéndole al autor la conciencia, y también tratar de poner cara, a esos nombres y apellidos que aparecen en sus cuadernos y comprobar cómo muchas de las direcciones que ahí aparecen son edificios que han dejado de existir, negocios clausurados, hoteles reconvertidos en apartamentos. Aquel mundo que como se dice en la novela parecía estar conteniendo el aliento antes de su desaparición. Un mundo anterior a internet, donde los números de teléfonos, las direcciones postales, las conversaciones ajenas, se iban anotando en agendas, cuadernos, servilletas, donde las guías de teléfono eran el facebook de hoy.

La literatura en la obra de Modiano parece ser un edificio con dos salidas y tres plantas, con distintas habitaciones en la que cada una de sus puertas le conducirá al pasado, a distintos momentos de su trayectoria vital, puertas que al final vemos cómo van enmarañando los distintos hilos temporales, pues todas ellas parecen conducirnos a un mismo punto, al eterno retorno de lo mismo.

Patrick Modiano en Devaneos:
Un circo pasa
El callejón de las tiendas oscuras
La hierba de las noches
Accidente nocturno
En el café de la juventud perdida
Más allá del olvido.

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Expectativas

Las altas expectativas a menudo son contraproducentes. Muchas ganas tenía yo de hincarle el diente a Guerra y paz, con traducción de Lydia Kúper, y ahora que llevo 320 páginas leídas estoy un tanto desinflado y creo necesitar el aliento de algún lector ultrafondista tolstóiano que me anime a continuar, porque se me van cruzando libros de Vila-Matas, Alcantarilla, Neuman, Cabrera, Nerval, Bolaño, Aira… y cada vez me cuesta más retomar el novelón de Tolstói, que avanza a paso de burra. Cuando he leído otras obras extensas, ya fuera Fortunata y Jacinta, La Regenta, 2666, las he leído con fruición desde la primera página. En ésta llevo casi un 20% y ni fu ni fa. 320 páginas con las que Aira me hubiera escrito ya tres novelas. Bueno, sigamos, !Qué podía importar todo ello en comparación con los designios de Dios, sin cuya voluntad no cae ni un solo pelo de la cabeza del hombre!

Visita a Francisco Brines en Elca (Antonio Cabrera)

Visita a Francisco Brines en Elca

Es un hecho que un hombre puede hacer que su casa
se levanten su voz además de en un valle.

Hemos venido hasta la casa escrita
y hasta la casa real.
El hombre que ha labrado las palabras
en que la casa vive, nos enseña
las estancias, los muebles, los anaqueles y los cuadros,
la atmósfera
de significaciones no atendidas
que no llegó a quedarse sus poemas
pero los envolvió.

Se ven desde el jardín montes velados,
no los montes leídos de alguna tarde clara.
Al fondo, sobre el límpido mar infantil,
se superpone el mar de este momento
como veta borrosa de neblina.
En nuestra mente abrieron sus poemas
un cielo compasivo; del cielo que ahora vemos
procede otra piedad más ceñida y estéril,
vieja seda de enero los naranjos.

¿Cómo pasan al poema las cosas que suceden?
¿Qué ocurre
después de la poesía
en el pino, en el huerto o en las rosas?

El hombre cuya voz cantó esta casa,
el que enciende sus lámparas, el que trasiega en ella,
el hombre que nos muestra las llagas del ciprés
que en un verso fue vida,
¿a qué exacto lugar nos invitó
cuando nos dijo Bienvenidos?

Corteza de Abedul. Tusquets. 109 páginas. 2016