Archivo de la etiqueta: Evan Dara

9788494365515

El cuaderno perdido (Evan Dara 2015)

Evan Dara
Editorial Pálido Fuego
2015
510 páginas
Traducción:José Luis Amores

Stefan Sweig en su libro “Momentos estelares de la humanidad”, en el capítulo dedicado a La marsellesa escribe “Pero a la larga, la energía innata de una obra no se puede ocultar ni desoír. Una obra de arte no puede olvidarse en el tiempo, puede ser prohibida y rechazada, pero lo esencial acaba siempre por arrebatar la victoria a lo efímero”.

El cuaderno perdido de Evan Dara se publicó en Estados Unidos en 1995, veinte años después, Pálido fuego decide traducirla (José Luis Amores) y publicarla.

Doy la razón a Sweig, El cuaderno perdido, es una obra de arte, que no debe quedar oculta ni ser desoída.

Mientras en occidente el capitalismo sea cada día más feroz y salvaje, la novela de Dara será a su vez más vigente y necesaria.

Sus más de 500 páginas, muchas de ellas, de ritmo salmódico e hipnotizante, aunque también proclives a inducir el sopor del lector, que no ponga en esta lectura lo mejor de sí mismo, muestra cómo el afán de riquezas, la avaricia desmedida, el ganar dinero a cualquier precio por parte de muchas empresas, supone el pretexto para llevar a cabo cualquier acción, por muy abominable que nos pueda parecer, pues el dinero es capaz de blanquear cualquier conciencia y rellenar cualquier bolsillo agradecido.

Una empresa será capaz de convertir una localidad americana en un vertedero tóxico, al introducir en la fabricación de sus productos, multitud de sustancias tóxicas y cancerígenas, e incluso almacenar productos de otras empresas, de otros países. Una prácticas por otra parte, opacas, escondidas tras reglamentaciones inexistentes o poco exigentes, o fácilmente moldeables, o bien luego enmarañadas con términos técnicos y luego justificadas en pos de que el progreso conlleva también pérdidas, de que si la empresa se viera abocada a cerrar, muchos se quedarían sin trabajo, sin futuro, de convencer a la población de que no hay que ser alarmista, que la clave está en la tolerancia al riesgo de cada cual.

Una miríada de voces, a lo largo de la novela, alucinadas, febriles, surrealistas, sesudas, que al final, con algo de perspectiva las vemos, todas ellas, sobre una gran tela de araña tóxica, donde la empresa, es la gran araña, que las ido matando, deformando, enfermando a todos ellos, como si este fuera su objeto, su fin, y su Gran Obra.

El posicionamiento estético de Dara salta a la vista a medida que leemos, el moral también, pues valida la máxima de George Orwell «La literatura siempre es un acto político, pues implica un posicionamiento moral». No es casual que Chomsky se convierta en un personaje de la novela, que Chomsky, un brillante lingüista, haya devenido durante estas últimas décadas en un activista, en el azote de la derecha americana (y también de la izquierda), un azote ninguneado, que no recibe, dicho sea de paso, cobertura alguna en los medios audiovisuales, alguien empeñado en ofrecernos hebras de pensamiento del que tirar, al que aferrarnos, para salir así del maniqueísmo de lo bueno y lo malo, de lo blanco y de lo negro, ese terreno, esa bipolaridad, en el que el capitalismo siempre gana, cuando te da a elegir entre dos opciones siempre nefastas: entre una patada o un puñetazo, ese es el juego de nuestra sociedad moderna, el decir que las cosas son así porque no pueden ser de otra manera, hasta que comprobamos que todo es una gran mentira, cuando vemos hoy en día, que cuando los bancos decían hace muy poco “no, esto es imposible”, años después reconocen que “no, no era imposible, más bien, era no deseable, para ellos, para sus fines, para sus intereses y que no hicieron bien las cosas y que su conducta no fue la adecuada y blablabá”.

Que en la novela, una joven de 16 años decide suicidarse cuando se sabe enferma, porque no cree que pueda tener hijos, o en el caso de tenerlos, estos puedan venir con malformaciones, a consecuencia de nacer y haberse criado en ese vertedero tóxico, resume mejor que cualquier reseña, lo que unos pocos ganan y lo que otros muchos, muchísimos, siempre pierden.