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Nunca preguntes su nombre a un pájaro (Andrés Ibáñez)

Nunca preguntes su nombre a un pájaro
Andrés Ibáñez
Año de la publicación: 2020
204 páginas

Piensen en un pastelero, un coreógrafo,
un cantante, un actor, comiéndose la cabeza con su bloqueo creativo. ¿Lo ven? Yo tampoco. Sin embargo, en el mundo de las letras el bloqueo creativo del escritor se convierte casi en un género en sí mismo. La última novela de Andrés Ibáñez, aborda este tema con Horst como protagonista. Horst es escritor, está sumido en una depresión y una crisis creativa. Deja Nueva York y se va hacia una zona boscosa, apartada, hasta la casa que en su día habitara otro escritor, Winslow. La novela es fáustica porque a Horst se le plantea el dilema de pactar con el diablo, ¿a cambio de qué?. La inmortalidad podría tener un pase, pues se disfruta cada día durante toda la eternidad, aunque sigo pensando que ha de ser un coñazo. Pero no, lo que Horst y todo escritor parece anhelar es el reconocimiento, la fama, el éxito. Y si es en vida mejor que mejor. Andrés plantea el día a día de Horst, por la deriva del ensayo: Walter, Thoreau, Hemingway, Kafka… la imperiosa necesidad de arder en el altar de las letras.
Al parecer Caravaggio era capaz de darse fuego al brazo para luego poder pintar esas caras de sufrimiento y dolor. Algo parecido es lo que barrunta Horst. Dispuesto a forzar la realidad, a abismarse, cruzar la linde, sacrificarse o inmolar a cualquier otro, matar su dignidad, en definitiva a cambio de algo tan etéreo como la fama.
La soledad en la que se enseñorea Horst, permite a la narración transitar la fina línea que separa el sueño de la vigilia, la realidad de la irrealidad, las voces reales de las figuradas, los recuerdos de la invención. Con estos mimbres, el autor se adentra en un terreno podemos pensar que terrorífico, poco firme, pues las tablas sobre las que camina son víctima hace tiempo de las termitas. Hay destellos interesantes como ese momento de voluptuosidad y sensualidad entre Horst y Eva, su cuñada, cuyo nombre ya nos evoca un paraíso perdido, irrecuperable, secundado por la perdida de la inocencia convertido en un Judas de sí mismo. O momentos discursivos acerca de los dioses y los sueños que no carecen tampoco de interés, pero la narración asemeja más a un animal desangrándose, esperando que le llegue la hora. Ese final, del éxito al éxitus, es la consecuencia lógica cuando no hay salvación ni consuelo posible.

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