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Viejas historias de Castilla la Vieja (Miguel Delibes)

Hay autores a los que me gusta volver una y otra vez. Este es el caso de Miguel Delibes. Este fin de semana en una casa rural equipada con una pequeña librería me topé con este libro. Viejas historias de Castilla la Vieja de Miguel Delibes, escritas a finales de la década de los sesenta del pasado siglo están ambientadas en pequeños pueblos castellanos a principios del siglo XX.

Pueblos de labriegos, ganaderos, cazadores, mujeres de su casa, curas, jóvenes que dejaban el pueblo y se trasladaban a estudiar a la ciudad, como la historia del narrador que principia y clausura el libro, quien regresa tras 48 años de ausencia, y constata que el paisaje y paisanaje se mantienen clonados, siendo todos los hijos de muy parecido aspecto al de sus progenitores y manteniendo todos ellos el mismo nombre que sus padres. Los pueblos se preservan de esta guisa ajenos a los cantos de sirena de la modernidad, afianzados en la tradición, los lazos de la comunidad, las exigentes tareas agrícolas, al amparo de la religión y las supersticiones, la dureza del clima seco y frío, un horizonte plano en el que la vista se enajena, en pueblos donde cada cosa en la que la mirada apacenta recibe su nombre.

Leer a Delibes y tener que manejar un diccionario es todo uno, así, azuela, esparavel, trisagio, matacán, argayas, alcaravanes, huebra, tollo, escriña…

Las breves historias se cierran con una novela corta que viene a ser un diálogo que el propio autor mantiene con un avezado cazador; conversación en la que tratan de poner negro sobre blanco por qué les gusta tanto cazar a ambos. Entienden cazar perdices como un duelo, un desafío, una batalla justa, en la que tanto el cazador como la perdiz dan lo mejor de sí. Se lamentan ambos de cómo el control cinegético a través de los cotos de caza, las licencias, aquellos que van a cazar para pasar el rato o para fardar, etcétera, han echado a perder el espíritu de la caza, la libertad que experimentaba el hombre libre ejercitándose en la montaña, cobrándose sus presas silvestes, fuera del coto (dónde todo tiene dueño) con esfuerzo e inteligencia.

Me queda Delibes por leer para rato, espero.

Miguel Delibes en Devaneos | Señora de rojo sobre fondo gris, Los santos inocentes , El disputado voto del señor Cayo, Mi vida al aire libre.

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