Dicen que Chéjov daba a los jóvenes escritores este consejo: “No permitas que hable de lo que no conozco”. Parece que a algún crítico esta máxima le parece correcta. Si solo habláramos de lo que conocemos todo sería mucho más limitado y por supuesto aburrido, dado que es precisamente cuando uno imagina, y la inventiva se pone en marcha cuando somos capaces de crear situaciones e imaginar historias que nada tienen que ver con nuestra vida o pasado. Al igual que el que recorre el mundo, y los lectores con él, sin salir de las cuatro paredes de su cuarto y su único medio de transporte es el bolígrafo sobre un mar de papel en blanco. Así Trapiello escribe Los Confines poniendo como protagonistas a Max y a Claudia, dos hermanos que un buen día en la cama de un hotel en la ciudad de Constanza descubren que se aman, y que su vida tiene sentido solo si están juntos. Esto supone un problema porque este reconocimiento expreso de sus sentimientos llega a una altura de sus vidas, donde cada uno está ya casado y él tiene hijos, así que su afirmación amorosa, les creará no pocos problemas. El incesto así planteado tiene poco de morboso, precisamente porque el autor rehuye los pormenores sexuales y trata de darle a su amor una sustancia especial, una luz propia, una consistencia inenarrable y en nada comparado a otros amores, un amor generador de energía, centro de sus universos. Si el lector conecta con la intensidad de ese amor (lo de incestuoso viene a ser lo menos), la historia te puede envolver, sino te puede dejar bastante frío, sin que esto sea óbice para apreciar las virtudes de un libro bien escrito, ameno, dotado de una prosa rica, donde Trapiello escenifica bien unos personajes de clase bien, sean abogados, pediatras, o ingenieros, a quienes su bienestar social y posición acomodada no libra de sufrir el escarnio derivado de su conducta, no bien vista por apenas nadie de quienes les rodean. Salirse por la tangente y comenzar un nuevo mundo, parejo a un descubrimiento, quizá sea la única salida de sobrevivir, en los confines en ese límite que divide los territorios, esa línea de no retorno donde por unos instantes al menos pueden decir que rozaron la felicidad.
Los confines (Andrés Trapiello, 2009)
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