Estos relatos y poesías de Borges están hechos de palabras, de tiempo, de simetrías, de resonancias, de analogías, de sueño y de vigilia, de espejos -que nos reducen a un reflejo- de seres soñadores y de seres soñados, de repeticiones, donde todo lo pretérito vuelve como en un reflujo que mezcla lo presente y lo pasado, revitalizando al primero, porque Borges -ávido y gran lector- recurre a las figuras clásicas que tan bien conoce para incorporarlas a sus relatos; así aparecen Miguel de Cervantes, Luis de Camoens, Heráclito, Quevedo, Helena, Homero, Shakespeare, Dante, Julio César, Caín y tantos otros, y es tal el dominio de Borges al escribir que todo resulta prolijo, adecuado, preciso, sorprendente; algo demasiado perfecto, demasiado bien construido, muy alejado de la simplicidad de los hombres referida en Inferno, I, 32 como si -ya puestos a fantasear- las Musas no fueran otra cosa que un inevitable creación Borgeana.
Me deja esta lectura para el recuerdo relatos muy buenos como El hacedor, Martín Fierro, Everything and Nothing, Delia Elena San Marco, El otro tigre, Arte poética, La trama, In memoriam J.F.K (cuya estructura me recuerda al Wife in reverse de Dixon)…