Caracas ciudad sin ley

Venezuela CaracasNos hacemos eco de los artículos publicados por Oliver Laufer en el que comenta la situación de Venezuela y la actuación de su presidente Chávez. Es muy ilustrativo.

Cifras de guerra.

En Venezuela mueren asesinadas cada año más personas que en Irak durante la intervención aliada y los meses posteriores.

En 2003, por ejemplo, hubo exactamente 11.330 asesinatos a nivel nacional. O sea, 31 homicidios al día; uno cada 1,3 horas. Desde la llegada de Chávez los asesinatos han aumentado más de un 50%, lo podemos ver al percatarnos de que en 1998 hubo sólo 4.480 asesinatos en todo el país. Cifra que ha ido aumentando en casi mil muertos más por año desde la toma de poder de Chávez. Para ser más preciso, desde 1999 hasta hoy han muerto asesinadas unas 50.000 personas en Venezuela.

Los secuestros, que se han puesto de moda, alcanzaron los 296 en 2003, cuando en 1998 la cifra fue de 57 secuestros. Es decir, que cuando Chávez asumió el poder los secuestros crecieron casi un 150% más que en los tiempos de Caldera.

Cifra escandalosa la del robo de coches. 36.033 robos en 2003, frente a los 14.424 de 1998.

Se habla de la inseguridad iraquí por parte de los progresistas europeos o antiamericanos, que no europeos, pero olvidan nombrar a los muertos de Venezuela. Por ejemplo, la muerte de José Couso, periodista de Telecinco, tras ser víctima del daño colateral de una guerra, ha abierto una brecha de enemistad y hostilidades con la diplomacia norteamericana. Los partidos socialistas y comunistas se manifestaron en contra de tan vil acto planificado y concebido por los más altos intereses de los Estados Unidos.

Pero no he visto nunca a ninguno de los representantes de los partidos apaciguadores españoles o a la muchedumbre que profetizó Ortega, exigir, ni siquiera hablar, sobre el homicidio de José Manuel Vilas, el gallego asesinado por los francotiradores chavistas. El único testigo de lo sucedido afirma que fue un miembro de la policía militar venezolana el que mató a José Manuel. Pero hasta ahí llegó la cuestión. No era un periodista de Telecinco, ni el hijo de Anguita, ni una víctima del conflicto haitiano, y antes que nada, no fue un estadounidense el que le mató. José Manuel sólo fue un ciudadano español, como los miles que emigraron a Venezuela en la posguerra, que exigía democracia y libertad. No menos que eso. Lo pagó con la muerte y nadie dijo nada.

Diplomacia venezolana.

Bush –decía Chávez- te voy a ver fuera porque tú te vas, y yo no, yo me quedo. Esas eran palabras previas a las elecciones estadounidenses y al referéndum revocatorio venezolano. Lo más violento de la política exterior chavista fue su visita antes de la intervención aliada en Irak, a Saddam Husseín, a quien llegó a conocer cruzando afanosamente la frontera en un Jeep militar para luego fundirse con él en un fuerte abrazo revolucionario.

CaracasPero no podía ser sino Fidel Castro su principal aliado. Mientras que las niñas de La Habana se prostituyen a los 13 años y los niños venezolanos se matan entre ellos en los ranchitos de la periferia venezolana, los dos líderes dedican su vida a tarifarse con la democracia norteamericana, con la burguesía de “wachinton” tan odiada por Chávez; con los miles de europeos, españoles, italianos y portugueses que emigraron a Venezuela; o con los defensores del peyorativamente llamado neoliberalismo salvaje cuyo único anhelo es el de aplastar a la clase baja venezolana, -al 70% de la población venezolana.
Venezuela vive el culebrón político de todos los días, degenerado por años de corrupción adeca y machacado por el nunca llamado socialismo chavista.

Y los que aman la libertad no son sino escuálidos oligarcas, neoliberales gallegos. Es sin duda alguna, el Show de Hugo, la vívida discordia, la venganza y el resentimiento concentrados en un ex militar que condena la guerra al terrorismo pero guarnece etarras dentro de sus fronteras; que aboga por la democracia cuando fue él quien intentó hacerse con el poder en un Golpe de Estado fallido. El elegido democráticamente, como Hitler en 1934, el apresado por dos años, como Hitler y por las mismas razones. ¿Hablamos de ironía? ¿No le gusta acaso a los discípulos de Naomi Klein condenar la sangre por el petróleo, la tiranía, la pobreza, la muerte y el hambre? Chávez es la prueba empírica de ello; es el padre de la miseria, el timócrata, el patriarca del despotismo político, el promulgador de la guerra censurada entre las masas de los cada día más hambrientos y pobres contra el Logos del salvajismo occidental

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *