Archivo de la categoría: Witold Gombrowicz

IMG_20200412_124238_2_opt

Cosmos (Witold Gombrowicz)

Cosmos publicado en 1965 es un libro que me produce extrañeza, incluso rechazo, como las películas de Haneke, por eso me resultan adictivas. A medida que uno va leyendo va acumulando los interrogantes. Lo que Gombrowicz plantea parece una tomadura de pelo, una charada, una chaladura. Dos jóvenes polacos: Witold y Fuks, en una casa de huéspedes comienzan a desvariar fijando su atención en cosas absurdas: un pájaro ahorcado, un palito ahorcado, otro gato ahorcado (aquí Witold es protagonista en una serie letal (o inerte) que va generando ¿el azar?) embutido todo ello en algo que podemos calificar como misterioso. En la casa hay un puñado de personajes extravagantes. La palma se la lleva Leon. El yo narrador, Witold, es una montaña rusa. Va de lo macro a lo micro. Del fuera adentro. Del terrón al cielo. De una boca, la de Lena, a la de Katasia. De un ahorcamiento a otro. El hilo de su pensamiento es una goma que jugando le asesta reiterados zurriagazos. Establece Witold una conexión especial o incluso espacial con Leon: Berg. Leon está como las maracas de Machín y habla su propio lenguaje, como eso que hacíamos con las palabras cuando éramos críos y cambiábamos unas letras por otras o añadíamos terminaciones haciendo de la aliteración un arte. Me pregunto cómo sería para Sergio Pitol (al que Gombrowicz buscó tras leer su traducción al castellano de Las puertas del paraíso) traducir una ida de olla, tan dada a la experimentación con el lenguaje como la presente.

Cosmos es una novela, si esto es una novela, coral. El autor se lleva a sus personajes de excursión a la montaña: tres parejas de luna de miel, una pareja que lleva casada dos décadas, dos jóvenes desnortados y un cura perdido y desorientado que pasa a formar parte del grupo. Los diálogos de Gombrowicz así como las situaciones que crea son hilarantes de puro absurdas, su humor es muy particular y cuesta entrar, pero luego ya no hay escapatoria. Sobre este absurdo zigzagueante flotan pensamientos, afirmaciones !Cuando no tienes lo que amas, entonces ama lo que tienes¡, palabra de Leon. Te alabamos señor.

Creo haber escuchado en una conferencia que la palabra cosmética tenía la misma raíz semántica que la palabra cosmos que en griego significaba orden. Así tal Gual lo cuento.

Pero aquí no hay cosmos, orden ni concierto, por mucho empeño que ponga Witold en ordenar las concordancias, las relaciones, las sinergias, los ahorcamientos, sí desvarío, obsesión y desconcierto. Y un lector atropellado cuyos ojos como canicones son los de un emoticón plenos de asombro ¿o es estupor? con las neuronas hechas chicle de mascar. Y un final que nos deja !atención¡ ante un pollo. No, ahorcado no, pero sí muerto, en un plato. Ufff.

Sabemos que todos los caminos de la literatura conducen a EV-M y creo que fue a través del mismo como di con Gombrowicz. Y me da que esto va a ser el principio de una bonita amistad.

…al finalizar la lectura ya en la ducha mientras sacaba la diestra para abrazar el bote de gel miraba a mi derecha y veía un mosquito ascendiendo por la ventana le costaba lo suyo ascender y al poco rato volvía a caer que era un deslizarse y no sabía si echarle una mano o un dedo algo que de no hacer con precisión quirúrgica podría acabar con él espachurrado y prestaba atención a su esfuerzo denodado y veía lo fácil que sería acabar con él lo mismo de fácil que nos resulta a nosotros caer fulminados bajo el mazo del destino y el secador apagó el rumiar de mis pensamientos y cuando se disipó el vapor se desveló el misterio en el cristal de la ventana en posición oscilobatiente pues no se apreciaba mas que el edificio de enfrente inmaculado y pensaba entonces y ahora que Gombrowicz jugaba en su Cosmos al ahorcado con nosotros y que solo él sabía qué palabra tenía en mente y que nosotros por mucho que lo intentáramos al leer no haríamos más que ir dando palos de ciego…