Archivo de la categoría: Roberto Vivero

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Recuerdos de Hugo Wolf: Entre el cariño y la polémica (Roberto Vivero)

Recuerdos de Hugo Wolf: entre el cariño y la polémica.

Como apunta Roberto Vivero (responsable de la traducción y edición) en la presentación, este libro sobre Hugo Wolf (1860-1903) representa una realidad compleja y confusa.

Sin haber obtenido el éxito de otros músicos como Wagner o Beethoven, con el correr de los años, la figura de Hugo Wolf está siendo más y más reivindicada, ocupando el debido lugar en la historia del Lied. El libro lo conforman textos de amigos de Hugo Wolf, que accedieron a su intimidad y disfrutaron de su amistad y compañía: Michael Haberlandt, Michael Kukula, Karl Kraus, Hermann Bahr, Marie Lang, Rosa Mayreder, Heinrich Werner, Friedrich Eckstein, Alma Mahler y Edmund Hellmer

Sumando todos estos fragmentos, las distintas opiniones iremos armando el puzle que supone toda personalidad, la de Hugo Wolf, también. Hay aspectos en los que la mayoría inciden. Wolf fue siempre alguien austero, frugal en sus comidas, que necesitaba ser valorado para abrirse sinceramente al otro, temeroso del público, con poca confianza en sí mismo, de extraordinaria personalidad, de naturaleza indomable, desconfiada y singular, para el que la poesía se va convirtiendo en su inseparable compañera, en un diálogo secreto entre musas, que en cuatro años, entre (1888 y 1891) compuso Der Corregidor, su obra decisiva, hombre tímido y excesivamente sensible, de naturaleza tranquila y sosegada, interpretable a menudo como mal humor, independiente, obstinado, vehemente, un genio de versatilidad omniabarcadora, alguien al que cuando piden una nota biográfica y una fotografía responde Me llamo Hugo Wolf y estoy vivo, la estúpida jeta no importa nada, capaz de ponerse grosero ante la palabrería huera y los arrogantes incapaces, alguien que era en el pleno sentido de la palabra, amable: digno de ser amado, incapaz de compromisos o disimulos, fervoroso de Pentesilea, pues era la tragedia de su propia alma, quien odiaba los medios externos con los que se consigue el éxito, que cuando tenía todo el poder en su mano no abusaba de él, que cuando se le concedía una libertad ilimitada, se ponía sus propios límites, no quería ser halagado con elogios, consideraba su persona como algo secundario pues debía de ser su obra, su música la que debía ser amada y valorada, al que fascinaban las obras de Calderón de la Barca, necesitado de silencio y recogimiento, tan necesario para las condiciones de su vida mental y su trabajo creativo, que al final de sus días muere joven y enajenado mentalmente, que dejó huella en personas como Heinrich Werner, que dijo Su música ha sido el edificante consuelo y el firme báculo que nos ha guiado a través de las fatigas de cada día y de la miseria de los años.

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Tirano Teatro/Zoo (Roberto Vivero)

En Tirano Teatro hay tres personajes, hombres o mujeres, dos de ellos con collares de perros en el cuello atados por una cadena. Un tercero que solo dirá una palabra en los tres actos de la obra:

-Silencio -que bien puede significar el punto y final. ¿Son humanos o almas en pena? ¿Están en la tierra o en alguna clase de limbo? ¿Son reales o espíritus?

Al lado de los dos personajes, en el escenario, en el espacio único un bulto bajo una sábana blanca, que da pie para toda clase de elucubraciones. Por ejemplo que haya un cadáver, y entonces un asesinato y entonces un motivo a dilucidar.

El desarrollo de la obra me recuerda al estilo beckettiano, para el que el silencio era la única forma de no representar la mentira. Hay afirmaciones que se niegan, y personajes que esperan, ¿qué?

Y un tema central embutido en el tiempo y el espacio: la muerte, y el sueño sin sueños que es el purgatorio, el alma que es el órgano de la vida, la distancia a la que nos encontramos de la muerte que es para todos la misma, el eterno retorno de lo mismo en la vida que es la muerte…
Y casi tan malo como la muerte, otro infierno: el aburrimiento. ¿Son las palabras la manera de combatirlo? ¿O lo es la compañía del otro?
¿Y quién es el tirano del título?
¿Lo es la muerte, el tiempo?
Leer es una búsqueda del sentido.

La segunda parte del libro se titula Pupenéspil va al zoo. Se trata de un retablo con marionetas. El texto es meramente una presentación nominal de los personajes, los mismos que están presentes en el libro Zoo, uno de los libros más extraños que he leído nunca (el que aparece en la imagen, a la derecha).
Un libro negro tanto en su cubierta como en su contraportada, sin texto ni fotografías en ellas.
Las páginas también en negro, las palabras en blanco, como si leyésemos una pesadilla.

Porque la vida es un error he venido a matarte vida mía mi vida… leo en el umbral de Zoo que parece devenir poco después una carnicería… También aquí habrá lo que sólo había antes de todos los cadáveres.

El Zoo según la fotografía del mapa que aparece entre el texto puede ser el de Madrid.

Un libro que me parece el reverso de Las fieras, pues allí había niños convertidos en bestias y en este Zoo los animales parecen ositos amorosos, y supone una ácida parodia sobre esos libros infantiles tan cargados de azúcar que nos pueden arruinar la lectura con una shock hiperglucímico, si seguimos los movimientos de estos animalitos tan achuchables, tan buenos, tan amorosos, tan tiernos, a los que da gusto ver como mimen, comen, sueñan, como lo son Ochito, Ochita Romántica y Ochita Sexy, Ojitos, Koalita, Erizo, Japi, Milis, Ochito Polar, Pandusita, Pollito, Pequeñajísima, Pingüinito, Cocodrilo, Negrito, Princesitas, Gusiluza, Vaquita Muá-Muá…

Ahora vamos a acostar a los peques. Hasta mañana, Cocodrilo, y Cocodrilo dice hum-hum y le damos un beso. Hasta mañana, Negrito, y Negrito dice hum-hum y le damos un beso. Hasta mañana, Pingüinito, y Pingüinito dice Pollito le damos un beso. Hasta mañana, Koalita, y Koalita mueve sus brachuelos, nos abraza la cara y le damos un beso. Hasta mañana, Ojitos, y Ojitos mueve la cabeza hacia delante y le damos un beso. Hasta mañana, Ochito, y Ochito hace sus dos piruetas de la noche (se toca la cabeza con la piernechuela izquierda y hace una voltereta) y nos besamos y nos abrazamos. Ochito, mi vida, mi amor, mi corazón, mi tesoro, mi luz, te quiero siempre, siempre, siempre. Qué vais a hacer esta noche, Ochito. Y antes de decir hasta mañana, hasta mañana, hasta mañana, y de mirarnos por última vez y de mirar y tocar la camita de tierra y de decirles a las Princesitas que son nuestra vida y nuestro amor y nuestro corazón y que nunca, nunca, nunca las olvidaremos y que nos esperen, y antes de apagar la luz, Ochito cuenta cómo serán sus sueños siempre, siempre, siempre.

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Fausto (Roberto Vivero)

Fausto
Roberto Vivero
Ápeiron ediciones
82 paginas

¿Otro Fausto más, el de Roberto Vivero, a añadir a la ya larga lista de Faustos (el de Goethe, Thomas Mann, Christopher Marlowe, u obras como sichel)? Detalle este que no se obvia, al contrario, porque todos esos libros previos conforman el mapa que ha de recorrer el Forastero que invoca a Fausto para que le ayude en un cometido.

El texto es un diálogo entre los dos que reviste el formato Socrático, ya que Fausto pregunta y el Forastero responde como puede. Piensa, le dice Fausto, que no está para darle explicaciones. Y es en ese pensar cuando el Forastero irá dando forma a sus pensamientos, a su cometido, incluso a su identidad si capaz de llevar a cabo la oportuna transformación. Para conocer a Fausto hay que ser Fausto, y pensar en él constantemente. Pensar en él no como un qué, sino en alguien. Y hay que pensarlo desde el principio. Y leer también todo lo que sobre el mismo -personaje histórico convertido en mito- se ha escrito.

El Forastero debe crear su propio Fausto a la luz de su tiempo histórico. Y pensar también si Fausto es posible hoy, cuando no cree en Dios, cuando no sufre ninguna escisión interna, ni crisis ni tragedia, cuando el amor ha dejado ya de ser algo “místico”. El mapa del que hablamos al comienzo, sería por tanto el de un lugar que ya no existe. ¿Entonces contra qué iría Fausto? El ídolo aquí sería la cultura y su secuaz: la educación.

Leo: eso que se dice cultura es, en buena parte, una transmisión de errores, dice Fausto. Quieren la obra, no la creación. Y la quieren para parasitar de ella. Lo que hacen es el parasitismo. Y mientras tanto, tienen de qué vivir, afirma el Forastero.

Finalizo con otra sentencia de Fausto que invita a la reflexión: La cultura se opone con toda su rabia a la creación.

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Literatura hecha pedazos (Roberto Vivero)

Literatura hecha pedazos
Roberto Vivero
Ediciones Oblicuas
2016
80 páginas

Literatura hecha pedazos que deja hecho trizas al lector. Texto compuesto de cinco fragmentos: La primera vez, Retratos, planeta piedra, La vida en epítome y Los límites.

De igual manera que descuidamos la magia del alfabeto, convertimos a menudo la lectura en un automatismo, y así se nos pasa por alto qué hay detrás de las palabras, qué procesos mentales y asociaciones llevamos a cabo para que la lectura sea una actividad mental que nos resulte ineludible y ardua, en esta ocasión, porque Roberto Vivero no parece empeñado en ofrecer entretenimiento (al uso) al lector, algo que hoy se ha convertido en el Santo Grial de la escritura.

La primera vez es un texto que parece ir en consonancia con Las fieras o con Crítica del barrio chino. La primera vez que probé el semen fue de boca de mi madre. Así se principia el libro que hará que algunos se vayan corriendo, pero en dirección contraria a lo leído. Pero no, no hay que huir, hay que fajarse, avanzar y hundirse, porque el texto aquí es un reto, capaz de poner a prueba la paciencia del lector, que irá sin guía de viaje ni gps, y tan solo le secundará la expectativa de una escritura poco corriente. Esa primera vez (son 51 primeras veces en total) siempre la asociamos con follar, pero aquí el texto da más opciones además de follar (la primera vez que follé y no me follaron entendí a mi madre), como la primera vez que odié, o me enamoré, o fumé, o cerré los ojos, o tuve dinero, o que escribí (la primera vez que escribí me escurrí por los renglones de mis corchetes y costuras y vanos y entretelas y las letras fluían hasta hacerme padecer de claridad y fue la última vez que escribí porque todo era ceguera y yo veía una tras otra las letras que desconsolaban la cándida enfermedad de mi ser). Sigue leyendo