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Los antepasados (Mary Ann Clark Bremer)

Poco me gustó Una pasión parecida al miedo de Mary Ann […] Bremer (1928-1996). Los antepasados me ha gustado aún menos. Me sorprende que una sucesión de naderías, jirones de recuerdos y grises remembranzas, den a luz un libro como el presente. La prosa de Bremer me resulta plomiza y tediosa y cuando se nos va por la vía lírica aquello es el anticlimax. Además, después de ver lo que un escritor como Vicente Valero fue capaz de hacer en una situación análoga -al echar mano de recuerdos, fotografías, cartas, diarios, para entender mejor la historia de sus antepasados- en su espléndida novela Los extraños, por comparación, estos apuntes de Bremer son pocos más que eso, apuntes o pespuntes o descartes o…

Lo edita Periférica con traducción de Hugo Bachelli.

Una pasión parecida al miedo

Una pasión parecida al miedo (Mary Ann Clark Bremer 2014)

Mary Ann Clarck Bremer
Periférica
2014
60 páginas

Pim, pam, leído.

Quería leer algo breve pero intenso. Y sí, esta novela o relato es breve, no llega a 60 páginas, pero intenso no es, porque esta pasión parecida al miedo que vive o sufre o experimenta Mary Ann, ha ejercido sobre mi persona somnolencia y tedio a partes iguales.

Mary Ann (1928-1996) leo que se pasó la vida viajando, tirada a la bartola, encastillada en su vivir burgués, y de paso fue escribiendo sus cosillas, bajo pseudónimo y ahora van aflorando y Periférica que coge media docena de hojas de un escritor y te edita un libro, lo lanza al mercado y aquí estoy yo ahora hablando del mismo.

Mary Ann nos cuenta que tras perder a su marido se enamora de D. y tiene miedo a estar con él y también miedo a perderlo. En resumen, que su estado de ánimo existencial es el miedo.
D. estuvo en un campo de exterminio y ahora que está logrando dejar de sufrir, Mary Ann quiere ser cualquier cosa menos una carga para él.
Y D. que maneja la lengua como nadie, le cuenta historias a Mary Ann en plan Sherezade, y ahí nos endilga unas historias bíblicas que hay que tener más paciencia que el Santo Job para soportarlas, y luego se retoma el hilo de la narración, situada la parejita sobre un manto níveo, camino de un café, en la ciudad de Berna, recordando si llegaron a ser en verdad la misma carne, la misma derrota, o los mismos clavos, la misma cruz, los mismos clavos, el mismo ataúd (que cantaría el Kutxi)