Archivo de la categoría: 2020

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La cucaracha (Ian McEwan)

Pocas cosas son capaces de provocarnos tanto asco como una cucaracha; la que vemos en la portada de la última novela de Ian McEwan, con traducción de Antonio-Prometeo Moya Valle. Cucaracha convertida en humano (metamorfosis en reversa), para portar nada menos que la osamenta del primer ministro británico. Lo terrorífico acaba aquí, para dar paso a la sátira, o cuando menos al humor con altibajos.

A McEwan parece que le urgía escribir sobre el brexit y optó por el humor. En esta novelita breve, de poco más de 100 páginas, el autor apenas causa destrozos, porque el efecto de su lectura es nulo, más allá de ser capaz de provocarnos alguna risotada.
McEwan a grandes rasgos trata de caricaturizar el lodazal político de los mandamases (británicos, americanos), los tejemanejes periodísticos, las mentiras fabricadas, el pensamiento plasmado en un puñado de tuits, planteando el plantón del Reino Unido a la Unión Europea a través del brexit, aquí bajo la piel de un sistema económico basado en el reversionismo, ocurrencia que consistiría en tener que pagar por trabajar y en recibir dinero al comprar.

Una sucesión de ocurrencias me ha parecido esta cucaracha de McEwan.

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Cómo se llama (Rodrigo García)

Texto breve, apenas 90 páginas en formato bolsillo, conforman Cómo se llama, obra de Rodrigo García.

Lectura que me ha supuesto una muy grata sorpresa y me ha deparado un buen número de risotadas.

En mayo de 2019 el autor disfrutó de una residencia en la Academia de Francia en Roma, la Villa Medici, donde escribió buena parte de este libro que ofrece una prosa delirante, humorosa, para sacarle punta y los colores, si hubiera hoy lugar para el sonrojo, a una realidad que en manos de Rodrigo se me antoja proteica, interesante, no por sí misma, sino por las agudas observaciones que el autor hace de todo cuanto ve, escucha, sueña e imagina.
En ocasiones nos lleva a un futuro que no dista mucho del momento actual. La política, el consumismo, las redes sociales, o la inacción en grandes ciudades como París son algunos de las cuestiones objeto de reflexión.

Yo sé que ambulancias y coches de bomberos y patrullas circulan vacíos en múltiples direcciones con el propósito de sostener la ficción de que algo ocurre. Hay un miedo comprensible a qué nación de trece millones de habitantes se desvelé fastuoso cementerio.

Si los límites del lenguaje significan los límites del mundo, toca pues llevar lo más lejos posible esos límites o al menos que estos sean lo más elásticos posibles. Así Rodrigo logra esto último, jugar con el lenguaje, las palabras y los significados para provocarnos y situarnos en otro nivel de conciencia, si aún hoy nos es posible librarnos de las garras de la inconsciencia.

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Un nombre de guerrero (Laura Muñoz)

En el libro Un nombre de guerrero la autora Laura Muñoz aborda un tema personal, la tesitura de llevar a cabo o no un aborto terapéutico, cuando el bebé en camino presenta un derrame pleural.

La narración avanza al ritmo vertiginoso propio de un thriller, pues tienen de tiempo hasta la semana 22, dado que en ese momento han de decidir si quieren seguir con el embarazo o abortar.

De nada sirven aquí las palabras ajenas, las muestras de comprensión, las palabras desatinadas…, pues el marrón lo tienen ella y su marido Javier. Ellos han de tomar una decisión y afrontar sus consecuencias. Reflexionar sobre la misma supone pisar un suelo quebradizo plagado de dudas e incertidumbres. Pues no existe un manual de instrucciones para ser padre/madre, como tampoco lo hay cuando viene un hijo en camino y surgen serías complicaciones.

La literatura no pretende aquí, creo, justificar la decisión adoptada, sino que Laura trata de poner encima de la mesa con su valiente y emotivo testimonio cuestiones interesantes y fundamentales, dado que somos nosotros los humanos quienes decidimos abortar o no, y definimos entonces qué es lo que entendemos por «vida digna», somos nosotros los que marcamos el «umbral del dolor tolerable» que nos permitirá interrumpir un embarazo, una vida. Somos nosotros también los que tratamos de acertar en la decisión pensando en nosotros y en el hijo en ciernes, aunque de igual manera que los hijos de crecidos te pueden soltar en el diario rifirrafe un «pues no haberme tenido«, también podrían recriminarnos «¿por qué no me diste la posibilidad de ser?»

En este tema se mezcla la legalidad con la moral, y el sentimiento de egoísmo, abnegación, culpa, el dolor, la pérdida, la ausencia, el infinito amor que crece en ese vacío y la duda de haber acertado ¿pero cómo saberlo? ¿a quién preguntar?

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Un viaje a Italia (Guido Ceronetti)

Guido Ceronetti (1927-2018) estuvo más de dos años recorriendo Italia, entre 1981 y 1983. No como turista sino como peregrino. No como un peregrino de la belleza sino de la fealdad. No hay asomos aquí de conformismo, de benevolencia. No es este libro una guía de viajes cuyo propósito sea loar las bondades del lugar, no. Ceronetti es más de invectivas e improperios. La idea de la Italia que tenía en la cabeza se ha disuelto. La modernidad, el progreso, el imperio de la técnica, ha hecho afear todo cuanto mira. Da igual norte que sur. Este u oeste. O el otro.

Ceronetti se desplaza a pie, en trenes, en automóviles, toma el pulso a las ciudades y pueblos que visita, leyendo la información pública disponible en marquesinas, carteles, buzones, epitafios. Sufre el asedio del ruido, el petardeo de las motos, el vómito decibélico de los televisores, la cháchara de los circunstantes. Ceronetti busca amparo en los libros, en el silencio, ese es su refugio. La Divina Comedia y otros muchos textos bíblicos, ensayos, poemas, le sirven para lanzar sus reflexiones, agudas, lacerantes. El Po convertido en una cloaca. Las ciudades uniformadas en su fealdad.
Ceronetti se plantea en qué consiste hoy la identidad italiana.

El materialismo nórdico, aplicado a Italia, no puede producir sino desastres. Desnaturalizarse es peor que perder la patria.

He ido en busca de una Italia que fuera un signo y emitiera un sonido humanamente perceptible. Tengo que confesar que no la he encontrado.

La que veo y voy recorriendo es una Italia ya completamente descompuesta, desfigurada y falta de sentido. El museo como sucedáneo de la vida.

La industria, ofrece dinero a cambio de cáncer y malformaciones congénitas., como en el Polo químico siciliano de Augusta.

Florencia es un característico ejemplo de ciudad que ha perdido su Centro. Le ha quedado solo el centro histórico, convertido en una esponja de demencias, bien empapada. Ciudad de mujeres espiritadas.

Para Ceronetti el paisaje (constructo cultural) es desolador, si el fin de la humanidad es, no la felicidad, sino la perfección intelectual y moral en palabras de Renan, Ceronetti afirma que esta finalidad no la hemos alcanzado ni por asomo y tampoco hay esperanza de alcanzarla en un futuro.

Ceronetti es testigo de aquellos barrios que van desapareciendo y afirma entre lo que es derribado y la nueva vivienda no es relación, es ir a lo irreal a lo sin-nombre; ¿se sale ganando?.

Hay palabras para escritores que no son de su agrado como Luigi Pirandello o Ezra Pound. Sin embargo, en Dante hay que creer sin rechistar.

El contacto con otras personas a Ceronetti lo saca de quicio no soporta el grito, el gemido, la carcajada, la blasfemia, una humanidad tan pobre.

Quisiera no tener ya nada en común con el hombre, ser un puro pensamiento que ignora su miseria y figura. Vengarse del hombre con el silencio, negarle la palabra.

Saberse aburrir en el teatro es una virtud social. No la poseo

Sabiduría de mis relaciones humanas en este viaje, que no llevan el peso de la intimidad y del apego; aún no siendo insignificantes, no son sino signos. Basta lo visto y lo oído para que el día tenga, malitia sua, las simpatías superficiales que lo alegran: una profundidad humana es al instante molestia, y luego, poco a poco, dolor. No quiero ofrecer al cuerpo desnudo, sin protección, los clavos que vuelan por los aires anhelando clavarse.

Vuelan los aforismos: los ferrys, barcos que ya no son barcos, sino continuaciones de autopistas.

Una estación sin el tiempo es casi una catedral.

Los pensamientos:

Todo está mecanizado; los campesinos son obreros industriales; los campos son máquinas.

Ceronetti es un peregrino que constata que lo feo borra la inteligibilidad del mundo.

Referencias a escritores españoles Antonio Machado, Miguel Hernández, Miguel de Cervantes.

Ceronetti austero, frugal en el comer, sabe cuál es el camino:

Sólo lo que es pobre es cristiano, y sólo lo que cobija es humano.

Es la alimentación sobria, que liberada, la que alimenta la sabiduría. en el desequilibrio alimentario está la raíz de mucha violencia; se vuelve cada vez más difícil digerir la vida…

El sentido fundamental e inmutable del teatro es que nos purga de algo.. Él fue titiritero.

Esta Italia que asoma en las páginas de Ceronetti no es la península encarecida por los poetas.

Borrachos, turistas, turistas borrachos, delincuencia del ruido. Italia es fea, está podrida por dentro, es una gusanera peninsularoide, una península gusanógena […] La fealdad de Villa Opicina, de Muggia

Lo que era un pueblo de vencidos, de doblegados con dignidad, ahora lo es de incurables cretinizados.

Hay solo turismo, que no es la presencia de algo sino la privación, pagando, de todo. Los turistas son sombras, y con ellos los comerciantes, los hosteleros, los organizadores de excursiones, lo que se bebe y se come, la misa en la iglesita…

Ceronetti muestra su espíritu cioraniano una humanidad sin sentido moral está muerta. La medicina triunfa: vida más larga, etcétera. Pero es un coma moral prolongado, no es vida.

Ceronetti anhela el socorro espiritual de la belleza, que no encuentra.

Se pregunta ¿y si yo fuera el ÚLTIMO viajero literario en Italia?.

No abundan los viajes literarios de este calado.

El periplo de Ceronetti, editado por la editorial Días Contados (con epílogo bde J. Á. González Sainz), aquellos dos años por Italia es un manjar para el lector y una hercúlea labor para la traductora de este magnífico libro, Helena Lozano Miralles.

Ejemplares numerados