Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza

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Fondamenta degli incurabili (Iosif Brodskij)

Dejaba Venecia sin querer irme, y la manera que tenía más a mano para seguir habitando la ciudad era conectarme a ella a través de la lectura. Así recurrí a Fondamenta degli incurabili de Iosif Brodskij. Leí los 51 fragmentos, las 108 páginas, en italiano y el libro cumplió su propósito. Me permitió seguir habitando en la ciudad, al menos mentalmente. Brodskij como tantos otros, y pienso en Nooteboom, cuando hollaron por vez primera Venecia sabían que querían volver. Y lo hicieron en innúmeras ocasiones. Brodskij regresó cada año (durante 17 inviernos) y a su muerte quiso que sus cenizas estuvieran en Venecia. No logrando el estatus de venecianos quisieron conocer los secretos de la ciudad, ser testigos de su magia, ver cómo la luz incide en el espejo de la laguna, o la manera en el que la historia -más de 1600 años- han ido conformando una ciudad que parece brotar del agua, como un tesoro propio de las novelas de piratas.

El autor lograr sustraerse a los lugares comunes, pero comparecen, no obstante, las góndolas y los canales, la basílica de San Marcos, la Iglesia de San Zacarías, el cementerio de San Michele (donde está enterrado Igor Stravinski), el trazado laberíntico, los leones alados y San Marcos, los edificios lamidos por el agua convertidos en su interior en neveros, en invierno, la acqua alta que obliga a los lugareños a echar mano de sus botas de agua. Un clima que es del gusto del ruso Brodskij.

Lo que eleva el texto es la calidad poética del mismo, la capacidad que tiene para evocar, para describir una ciudad siempre inasible, fantasmal, visitada en otoño e invierno por la niebla y la lluvia, y en la que el viajero, siempre en continuo movimiento (caminando o en vaporetto), no dejará de elevar la cabeza y moverla a hacia los lados tratando de asimilar tantísima belleza.

Venecia

Ninguna foto hace honor a Venecia, una ciudad que hace aguas y se pare a sí misma cada día. Fotos que captan monumentos, instantes fugaces y felices, como el rayo sobre la basílica de San Marcos, o la mujer leyendo, enmarcada en la ventana, o la señal que te dirige a izquierda y derecha indistintamente, o el agua de la laguna que va cambiando de color según haya sol o esté nublado, o el gondolero que se sirve de la suela del zapato apoyada en la fachada de la casa para así enhebrar la góndola por el ojal del canal.

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Venecia. El león, la ciudad y el agua (Cees Nooteboom)

Cees Nooteboom lleva visitando Venecia desde 1964. Lo ha hecho en reiteradas ocasiones, alojándose en distintos barrios y en diversas estaciones del año.
Su libro sobre Venecia, con traducción de Isabel-Clara Lorda Vidal, va más allá de lo que hacen otros en estos libros de viajes, es decir, sobrevolar un poquito la bibliografía de la que se nutren con alguna vivencia personal.

Cees anhela mimetizarse con el paisaje y el paisanaje veneciano, ser parte de la ciudad, y para amarla como él lo hace, necesita conocer su historia, escuchar los secretos que la ciudad atesora, por eso en cada viaje que acomete va acompañado de un buen número de libros que le permiten abundar en este propósito.

Le sirve la Historia de Venecia de Norwich, Las piedras de Venecia de Ruskin, los poemas de Brodsky, el relato de Borges, El jardín de senderos que se bifurcan, si entendemos Venecia como un dédalo, las novelas de Donna Leon para poner negro sobre blanco la rampante corrupción y también recurre Cees a ensayos más recientes como Papeles falsos de Valeria Luiselli. Al final, cada viajero sigue las huella de los viajeros anteriores. Digo viajeros y no turistas, en una ciudad como Venecia que recibe 30 millones de turistas al año y tiene censadas 55000 almas.

Cees deambula por las calles sin tráfico, visita iglesias, analiza cuadros bajo su erudición en la materia, repara en detalles que en otras ocasiones le pasaron inadvertidos, y se deja empapar por la historia de Venecia, por sus más de mil años de historia. Quiere conocer Cees más sobre la vida de los dux, acerca de quienes son los rostros hoy convertidos en estatuas y el viaje que el lector emprenderá con Cees será un viaje moroso, porque no hay prisas, pues se trata de un deambular despreocupado que facilita el hallazgo, la sorpresa, el gozo de la estancia, al salir del vórtice de la Plaza San Marcos para descubrir otras zonas no arrasadas por las hordas turísticas, en donde poder dejar la mirada fija en el horizonte, mecido por la cuidad flotante conquistada a las aguas.

Oleada de calor

Ayer sufrimos en Logroño 43 grados. Salimos en el telediario alcanzando las máximas temperaturas en España. Bajando por la calle Portales me solacé con el aire acondicionado de la biblioteca de La Rioja, convertida en un oasis urbano, y consultando novedades mis manos aferraron Pleroma, ya saben, la totalidad de lo real. Y así pasé un buen rato disfrutando del extrañamiento que me produce leer a Ángel Zapata. Consumada la lectura, es un decir, porque ninguna lectura se consuma, me encaminé al Bretón a ver Secaderos, dirigida por Rocío Mesa. Y me resultó una película experimental, naturalista e imperfecta, como la vida misma.

Pleroma