Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza

IMG_20231219_203940

Contra el desentendimiento. Defensa sosegada del entusiasmo (Luis Alfonso Iglesias Huelga)

Son cuatro, con este que me ocupa, los libros que he leído de Luis Alfonso Iglesias en lo que va de año. Quizás porque mis Devaneos tienden a buscar cada vez más las respuestas, y aún más las preguntas, que se formulan en ensayos tan lúcidos y bien escritos como el de Luis.

Me gustan los títulos de sus obras: El país era una fiesta, La ética del caminante o Contra el desentendimiento. Y también los subtítulos: Y otras razones para la esperanza o Defensa sosegada del entusiasmo.

Es necesario hoy, más que nunca, el sosiego y el entusiasmo, para no caer en la inercia de pensar que las cosas son como son y que no vale la pena ni si quiera pensar en que las cosas puedan ser de otra manera y que, por ende, nada es susceptible de ser cambiado. Y ahí el entusiasmo es el corazón que da vida a cualquier empresa que nos planteemos.

El libro se inicia con un prólogo de Manuel Cruz, al que siguen 30 capítulos cortos y un epílogo. Como en otras obras de Luis, el ensayo va bien provisto de bibliografía, pues siempre construimos nuestros pensamientos e ideas a partir de las palabras de los demás. Y este manejo y juego con las palabras permite titular algunos capítulos así: Del consumismo al consuotro, Del Taylorismo al Tayyoísmo, El lago de los chismes, El fin justifica los tedios, El hombre es la deriva de todas las cosas

Alguno de los muchos temas en los que Luis pone el foco es el de las redes sociales, y la sobreexposición en las mismas. Sobreexposición que tiene el efecto contrario.

La sobreexposición es una eficaz configuración de la invisibilidad que se manifiesta de diversas formas. Uno se invisibiliza cuanto más se expone, porque la hipertrofia de la imagen exige un envoltorio prevalente. En ella se muestra, no se demuestra, y para eso necesita la presentación incompleta de uno mismo y del otro por exigencia del expositor.

Ante el manido lema de todos los políticos son iguales, todos roban, y da lo mismo votar a unos que a los otros, Luis encarece la figura del político, aquel polites que en Grecia se diferenciaba del idiotes.

Recordemos que los griegos llamaban idiotes a aquellos ciudadanos que no participaban en la actividad política y permanecían reducidos a su particularidad, lo que les impedía comprender su condición de seres sociales y, por tanto, la imposibilidad de vivir libremente. La ciudadanía griega exigía la actividad política y con el fin de resaltarla utilizaban el término polites en el que hombre y ciudadanía se identificaban.

En la actualidad existe una marcada tendencia ciudadana a la conversión en meros espectadores prisioneros de su apatía. Esta ofrece el falso y reconfortante imaginario de que el espectáculo que contemplamos es eterno, ya que no importa lo que nos muestren porque el objetivo es seguir sentados. Y ahí entra la segunda y terrible fase. «La libertad de opinión es una farsa si no hay información objetiva y si se ponen en discusión los hechos mismos», nos advirtió Hannah Arendt.

Y Luis detalla bien cuál sería la nueva ágora.

Sospechas de apariencia y manipulación se han perfeccionado tanto que la opinión ha logrado succionar a la verdad. Influencers, followers, communities, etc., son los nuevos representantes del agora trasladada al espacio de las redes sociales contenidas en el smartphone, ese sitio en el que, paradójicamente, estamos inmovilizados por el móvil. En la nueva agora virtual agonizan el discurso y el debate, la argumentación y la refutación, heridas por el silencio estrepitoso del narcisismo, la trivialidad y el tribalismo.

Es necesaria la vindicación del sosiego, de pararse a pensar y de pensarnos, y de frenar también el consumo desaforado.

¿Y si nos damos la oportunidad y sustituimos esta hipérbole del consumo por un hipérbaton de sosiego en el que pongamos el acento en nosotros? Puede que, entonces, surgieran la creatividad y el pensamiento, las más humanas formas de consumo y producción. Incluso de coproducción frente a esta hipertrofia grumosa de la hiperproductividad.

Y otro problema importante es además de las fake-news, determinar quién tiene el poder hoy para difundir la «verdad»; si hoy ya la verdad tiene algún peso, y no es como dice Luis, tomando las palabras de Juan Bonilla, ya solo un periódico de Murcia.

La verdad ya no está en manos de quienes la van construyendo asentada en el conocimiento científico, sino que depende de aquellos que, desconociéndola, tienen el poder de difundirla. Quién me lo dice importa mucho más que lo que dice, así que los voceros del conocimiento científico no son los científicos sino los famosos, una anomalía que por aceptada no puede dejar de ser repensada. Una vez más, el medio no solo es el mensaje sino que el tedio es el masaje, porque quien nos llega es el intermediario con su estética y su jerga y no el contenido con su ética y su lenguaje.

Una -tiene muchas- de las virtudes del ensayo es su aliento poético. No olvidemos que Luis es filósofo, docente, y poeta y esto se nota en la selección de las palabras, en su preciso engarce, y así vemos cómo la poesía se transforma en aquilatada prosa en La algarabía de la quietud o en Sinfonía del mundo imaginario. Y de nuevo, otro subtítulo magnífico: Autobiografía colectiva en cuatro movimientos. Para dar cuenta de la tragedia que sufren muchos migrantes en sus odiseas, donde El Dorado de antaño, hogaño es simplemente la posibilidad de un porvenir.

Fue un placer, dicho sea de paso, acudir a la presentación que Luis hizo (acompañado de Jonás Sáinz) en la Librería Cerezo; uno de esos espacios físicos convertidos en ágoras, espacios para la reflexión, el pensamiento y el sentimiento, con el que Luis impregna cada uno de sus textos, para lejos de dejarnos inermes, armarnos de razones para la esperanza.

Librería Cerezo

Contra el desentendimiento. Defensa sosegada del entusiasmo.
Luis Alfonso Iglesias Huelga
Editorial Balduque
2023
Prólogo de Manuel Cruz
176 páginas

41nFROJ07bL

El poder de las palabras (Simone Weil)

Simone Weil murió con 34 años, en 1943. Antes de su muerte dejó como legado un buen número de textos. Algunos de ellos, como el presente, han sido publicados bajo el título El poder de las palabras por la Editorial Godot, y otros tantos han visto la luz gracias a la Editorial Trotta.

Weil vivió el auge de los totalitarismos, tanto del fascismo como del comunismo, y sus escritos versan sobre el papel que juega la economía, en concreto sobre la propiedad privada y la idea del “equilibrio económico”, el poder de las palabras y su vaciado o banalización, algo que cada vez está más presente, o ese mundo categorizado y etiquetado que impide cualquier asomo de aplicar el pensamiento a la realidad.

Levantar en general el nivel intelectual favorecería los esfuerzos de clarificación para desinflar las pretendidas causas de los conflictos. Ciertamente, no nos falta gente para predicar la calma en todos los ámbitos, pero en general, esos sermones no tienen el objetivo de despertar las inteligencias y eliminar los falsos conflictos, sino de adormecer y sofocar los conflictos reales”.

Algo aplicable hoy en donde conflictos reales como la masacre de miles de niños palestinos, la desigualdad mundial, cada día mayor, o el cambio climático, parecen importar mucho menos a la ciudadanía que otros conflictos, avivados con ruido, furia y odio, a diario y de muchísima menor entidad, desde los pesebres políticos.

Decía Maquiavelo que los hombres olvidan más fácilmente la muerte de sus padres que la pérdida de su patrimonio”.

Pero nunca es bueno cargar con una doctrina detrás de sí, sobre todo si en ella se encierra el dogma del progreso, la confianza indefectible en la historia y en las masas. Maquiavelo es infinitamente más útil que Marx para formarse un juicio”.

Dedica Weil dos artículos a analizar la situación de la llegada al poder del Frente Popular, y el gobierno de León Blum en 1936.

Una de esas máximas es que quien asume el poder debe tomar enseguida todas las medidas rigurosas que estima necesarias, y no después, o, en todo caso, cada vez menos. Ya que los ministros socialistas creen en la eficacia de algunas medidas fiscales y financieras para llenar las arcas del Estado, sostener la moneda y establecer cierto civismo en materia de dinero, deberían, como es evidente, tomar todas esas medidas en junio de 1936 y no un año más tarde”.

El poder de las palabras, puede servirnos como un buen vestíbulo a la obra de Weil, a su vívido pensamiento, a la necesidad de cuestionarse el mundo que la rodeaba sin echar mano de los conceptos como si estos fuesen letras de molde, esas etiquetas que evitan la manía de pensar, y más bien yendo hacia su esencia o significado.

Fue Simone Weil una mujer comprometida con su tiempo e hizo práctico su compromiso. Lo llevó hasta tal límite que le supuso la muerte.

IMG_20231217_184229

Diccionario de la Real Gana (Enrique Gallud Jardiel y Roberto Vivero)

¿Cómo se reseña un diccionario? Ni idea. Sí puedo dar testimonio de que el libro escrito a cuatro manos y dos cerebros por Enrique Gallud Jardiel y Roberto Vivero es hilarante.

Y como cualquier otro diccionario al uso este también sigue un orden cronológico. Ellos deciden qué palabras forman parte del mismo, y algunas palabras son creaciones de los autores, como por ejemplo: textupideces, o nulivalente,

Como el objeto de estas notas no es enjuiciar las más de mil palabras que forman parte del diccionario, me dedicaré a entresacar algunas definiciones que me han llamado poderosamente la atención.

Literatura. Arte que se inventó para descansar de la vida y casa de la que ningún banco te puede desahuciar. Es una forma de arte que subvierte la mente y hace a los ciudadanos poco dóciles.

Naturaleza. Materia prima punto producto industrializable.

Noviazgo. Único momento en el que la especie humana llega a ser soportable.

Supervivencia. Manía de ser a costa de los demás.

Vocación. Mensaje que da sentido a la vida -hasta que se convierte en su locura.

zzz. Metáfora sonora de la vida mental del español contemporáneo.

Urna. Pesebre político.

Autor. Quien no llega a escritor.

Comunidades autónomas. Sectas beligerantes.

Distracción: Actividad pensada para no pensar.

Endivia. Una lechuga postmoderna.

Extranjero: Vox populi. Malvado inofensivo si se queda en su país.

Librero. Presunto tenedor de cultura, pero simple trinchador de libros.

Oración. Deposición oral de una deprecación. Lo que reza lograr el escritor pasando a toda prisa por encima de las palabras.

Perro. Para que luego digan que la perfección no existe.

Plauto. Lector, cuando estés harto, Plauto.

Placer. Uno de los polos del eje alrededor del que gira la vida.

Pitillo. Sería una buena metáfora de la vida si le quitásemos las pocas hebras de tabaco que tiene.

Ingenio. Chispa que prende la idea en llamas.

Infidelidad. Costumbre adquirida con el paso del tiempo.

Irracional. Después de Dios, lo más temido por la ciencia.

Izquierda. En un país que ha progresado tanto como este como ya no existe, lo mismo que ya no existe en la derecha como el centro, los pobres de solemnidad, la brutalidad como idiosincrasia como al fanatismo como a la ignorancia y los chapuceros.

Mentira. Quimera con el rabo atravesado.

Liturgia. Zarzuela circunspecta. Un hombre habla, lee un libro, bebe vino y reparte ostias. Un grupo de personas humanas y de ciudadanos anónimos se sientan, se levantan, se arrodillan, se vuelven a sentar, se vuelven a levantar, cantan (mal), dan dinero (pocos y poco), ven cómo aquel hombre bebe vino, reciben hostias y chocan los cinco.

Diccionario de la Real Gana
Enrique Gallud Jardiel y Roberto Vivero
Ápeiron Ediciones
2022
262 páginas

IMG_20231211_195059

El crimen del cine Oriente (Javier Tomeo)

Una visita a las urgencias de un hospital en calidad de acompañante y las casi seis horas de espera crearon las condiciones propicias para darme a la lectura y sobrellevar (relativamente) el aburrimiento con esta novela breve (113 páginas) de Javier Tomeo, al que hacía un porrón de tiempo que no leía.

El título de la novela no hace honor a la verdad, pero no dudo de que es más impactante colgar ahí un crimen, que la «muerte» o el «accidente».

La historia es una pieza de cámara, como si fuese una película que estuviese pensada como una obra teatral, si bien aquí los diálogos no son lo mejor de la novela. La historia nos cuenta cómo el destino de una prostituta que deja el lupanar de la noche a la mañana y también a su chulo después de recibir una paliza de este, se liga, de buenas a primeras, a la de un acomodador (del cine Oriente), sin encontrar acomodo, por mucho que ella quiere conquistar a su amorcito (con querencia por el trasnoche y el pimple) por el estómago, y le prepare reiterados estofados, resultando ella a la postre estafada, pues le dejará a su Juanito (que así se llama el susobicho) dos mil duros (la novela data de 1995) que no volverá a ver.

Ella maneja un lenguaje sanchopancesco, abundante en frases hechas y refranes, y Juan tiene la mente tan nublada por el sexo que logra ir poco más allá en su pensar de la idea de follar (un pensamiento que a duras penas (a falta de un pene duro pues el alcohol desarbola cualquier pasión) logrará materializar mas que en contadas ocasiones.

Creo haber leído que Tomeo prefería los personajes masculinos en sus novelas. Y lo entiendo, porque aquí María parece un muñeco en manos de Juan. Como si ella hablase por arte de la ventriloquía.

Por darle algo de alegría (o misterio) a la cosa, la novela despunta con lo que podría ser un triángulo amoroso, o un crimen pasional, como se denominaban entonces a los crímenes de las mujeres a manos de sus parejas, pero ni por esas.

La novela se resuelve de esta manera (podía haber sido de cualquier otra), porque de alguna manera había que ponerle fin a una historia en vía muerta casi desde su comienzo.

En 1997 la novela fue llevada a la gran pantalla… pero esa ya es otra historia.