Archivo del Autor: Francisco H. González
8.38 (Luis Rodríguez)
Solo hay mundo donde hay lenguaje
Heidegger
Pero volver y contarlo será maravilloso, canta Xoel. Vale para un viaje a la Patagonia y también para una novela. Conviene autoimponerse en nuestro beneficio algunas lecturas: Don Quijote, Ulises, Rayuela, La Odisea, La broma infinita (bueno, esta me la podía debía haber evitado), las de Luis Rodríguez (con esta ya son múltiplo de cinco las leídas y podemos añadir un relato incluido en la novela: La orcina )…y leerlas hasta al final sin mirar atrás -no porque nos sintamos émulos de Orfeo- hasta concluir la lectura y luego entonces, contarlo.
Leo 8.38 con ansia, con delectación, frente a esos personajes que exigen su derecho a ser bien contados, ante la huella -líquida o no- que dejan los personajes de ficción, que van construyendo una realidad alterna o simbiótica a la real, a la cual creo que llegan a desplazar; pues como se lee aquí todos los textos que abonan la narración son ficción, como todas las novelas mentadas, con una intensidad que casi nunca aplicamos a la realidad.
He disfrutado con la vena teatral, con esa Lotería capilar (como la Lotería de Babilonia de Borges) como un destino sustraído a la mano divina; con las ideas que aparecen ahí sobre el suicidio. Leí lo del suicidio de Roorda en su día y me gustó. Matarse es un acto de cobardía que exige mucho valor, nos dijo Kierkegaard. Creo que el empeño en suicidarse es asomar un pie al borde del precipicio sin saber muy bien qué fuerzas son las que nos retienen y prevalecen sobre las de signo opuesto; lo de suicidarse con los ojos abiertos, el empeño ahí en apurar la vida, son ese tipo de cosas que leídas, luego reverberan. Como las voces (o diálogos de otras novelas). Y esas piedras a lo Woolf.
-¿Vas a suicidarte?
-No, voy a matarme.
-Es lo mismo.
-No, matar lleva implícito un coraje que le falta al suicidio, y a mí, ahora, ese coraje me arropa.
Novela compleja sin complejos que supura literatura desde el minuto cero. No sólo el listado después del final de la novela, con un centón largo de escritores que podemos suponer han influido de algún modo a Luis (o quizás no, pues repasando el listado compruebo que la presencia de todos estos escritores atiende a un denominador común fúnebre: se suicidaron, parando sus relojes vitales por su propia mano). En el primer párrafo asoma ahí la conciencia y reflexión topográfica (el continente) de lo que se escribe y todo el entramado metaliterario en donde está por dilucidar quién escribe cada cosa, encaminándonos de esta guisa hasta el concepto mismo de ficción.
En la primera parte un tal Pablo, escritor, amigo de Luis, escribe sobre la imposibilidad de Luis de llevar a cabo la novela que tiene este en mente, sobre un brigada de la guardia civil y la búsqueda de dos hombres echados al monte (con la premisa de que uno de ellos será un infiltrado, identidad que el mismo autor desconoce, a fin de crear una atmósfera, la siempre pretendida verdad, sin asomo de artificio ni impostura), y luego cuando Luis se evapora va siguiendo sus pasos, hasta Soyube.
Novela que sirve a su vez como ¿biografía? de Luis (personaje) con el mismo nombre este que el autor de la novela.
¿Comparten ambos su poco interés por las relecturas?.
Algunos fragmentos ¿son la novela que Luis (personaje) quiere escribir? ¿es la voz del brigada que sale del texto y va por libre? ¿es la novela que Pablo escribe ¿en la cárcel?? ¿a quién ha matado? ¿Es el narrador confiable? ¿Es la muerte de un personaje o de alguien real? ¿El rincón propicia lo que la esquina no? ¿El suicidio consiste en dejar de escribir o es la imposibilidad manifiesta de poder hacerlo? ¿Por qué somos tan hijueputas que nos vemos impelidos a traicionar tan a menudo el espíritu conradiano de El copartícipe secreto?
Todo este aluvión de preguntas no va en detrimento de la obra, más bien al contrario, pues para decirlo con Piglia: Si tuviéramos que imaginar un relato en el que todo quedara claro, estaríamos fuera de la literatura.
Leo:
Luis es un gran escritor, pero no escribe. Luis no escribe porque sabe escribir. Perdona, lo he dicho mal: Luis no escribe porque sabe leer.
Y el humor, negro, muy negro, pero siempre presente en las novelas de Luis
-Hijo mío, ¿vas a suicidarte con esa ropa?
Si la novela fuera un cúmulo de textos ajenos (de Lucia Berlin, Novalis, Valéry, Nabokov, Dostoyevski, David Markson, Faulkner, Kundera, Karl Kraus, Flaubert, Stevenson, West…muy bien traídos, por cierto) sería sólo eso, pero la novela me parece muchísimo más (!qué importantes son los adverbios!), me hace gracia ver ahí algunas cosas como aquello de las edades que parece sacado de un test psicotécnico (aunque aquí los años que sumen unos y otros y los que se llevan importan poco ante un tempus fugit que se nos va con cada bocanada) y otro tipo de juegos y reflexiones científicas (la distancia a la que habría que situarse detrás la tierra para ver el sol, los números primos inferiores a 1000, la velocidad de los átomos y el calor…), vertidas en el texto por boca de personajes de lo más variopinto (como ese empleado de banca que se hace pasar por director atendiendo a los clientes en pelota picada oculto tras el mostrador; Lucía, la niña que entre los doce y los catorce violará reiteradamente a su progenitor o Jacinta que se cree un personaje, una creación de Luis).
Cierro el libro y pienso en Jacinta, Irene, Lino, Duval, Nuria (y sus piedras bucales), Valentín, Gabriel…
Hay una literatura que encuentras porque te busca. Así 8.38
Editorial Candaya. 2019. 188 paginas
Luis Rodríguez en Devaneos
La soledad del cometa
novienvre
La herida se mueve
El retablo de no
El perseguidor (Julio Cortázar)
Se acabó la paciencia, adiós a los libros de quinientas paginas, llevaba por título uno de los siempre estupendos artículos de Jaime Fernández.
Tengamos las razones o pongamos las excusas que queramos, puestos a dejar de lado, temporalmente, los mamotretos y emboscándonos en lecturas más breves, esto no debiera implicar de ninguna manera una pérdida de calidad en lo leído.
Hace un par de días traía aquí Los cachorros de Vargas Llosa, un buen ejemplo de que lo bueno si breve…
El perseguidor (escrito a finales de los cincuenta, en 1959) es otra buena muestra de lo que se puede hacer en un relato o en una novela muy breve, la que escribió Cortázar, que le daría pie, según él, para más tarde materializar su inmortal Rayuela.
Con Johnny como trasunto de Charlie Parker (muerto cuatro antes de la publicación de la novela), Cortázar nos lleva a París y asistismos al relato o confesión de Bruno, exitoso biógrafo (vende sus libros como la coca-cola y en varios idiomas) de Johnny con el que mantiene una relación extraña. En su papel de crítico Bruno sabe que él vive gracias al primero, en su rol de biógrafo, también.
Pasarán quince días vacíos; montones de trabajo, artículos periodísticos, visitas aquí y allá -un buen resumen de la vida de un crítico, ese hombre que solo puede vivir de prestado, de las novedades y las decisiones ajenas.
Entre las muchas ideas que maneja la novela una sería cuál es la naturaleza de una biografía, la forma en la que la vida del biografíado se nos explica bajo la forma de un relato. Johnny una vez leído el libro de Bruno sobre su figura, no está conforme. Es evidente que muchas cosas se escapan en el texto y quedan fuera de foco, que las cosas objetivas (dónde nació, cuándo, quienes eran sus padres…) no explican lo que Johnny ha llegado a ser, cómo se ha hecho o deshecho a sí mismo. ¿Cómo llegar al fondo del asunto, hasta las heces de su alma, cómo explicar sus arrebatos, sus locuras, su carácter metamorfoseado por el consumo de ciertas sustancias, sus alucinaciones, qué es aquello que persigue, cómo llegar hasta ahí, hasta este punto (ciego) con la escritura?.
El artista que hay en él va a ponerse frenético de rabia cada vez que oiga ese remedo de su deseo, de todo lo que quiso decir mientras luchaba, tambaleándose, escapándosele la saliva de la boca junto con la música, más que nunca solo frente a lo que persigue, a lo que se le huye mientras más lo persigue. Es curioso, ha sido necesario escuchar esto, aunque ya todo convergía a esto, a Amorous, para que yo me diera cuenta de que Johnny no es una víctima, no es un perseguido como lo cree todo el mundo, como yo mismo lo he dado a entender en mi biografía […] Ahora sé que no es así, que Johnny persigue en vez de ser perseguido, que todo lo que le está ocurriendo en la vida son azares del cazador y no del animal acosado. Nadie puede saber qué es lo que persigue Johnny, pero es así, está ahí, en Amorous, en la marihuana, en sus absurdos discursos sobre tanta cosa, en las recaídas, en el librito de Dylan Thomas, en todo lo pobre diablo que es Johnny y que lo agranda y lo convierte en un absurdo viviente, en un cazador sin brazos y sin piernas, en una liebre que corre tras de un tigre que duerme. Y me veo precisado a decir que en el fondo Amorous me ha dado ganas de vomitar, como si eso pudiera librarme de él, de todo lo que en él corre contra mí y contra todos, esa masa negra informe sin manos y sin pies, ese chimpancé enloquecido que me pasa los dedos por la cara y me sonríe enternecido.
Los cachorros (Mario Vargas Llosa)
!Hay que ver lo que 32 páginas bien apretadas dan de sí!. Una novela soberbia. La versión definitiva de Los cachorros data de 1966. Mario Vargas Llosa solo tenía entonces 30 años.
La lectura de la novela me trae en mente dos cosas. Una, cuando el joven Cuéllar toma conciencia de que la vida va en serio y a derecho y al levantar la cabeza del ombligo siente una especie de vértigo, de arcada; ese frío que a todos nos ha recorrido el espinazo alguna vez como si una de las Parcas estuviera trajinando con nuestro hilo vital. Hilando luego nosotros quién sabe si reflexiones como siguen:
No existía. Existía. Ya no existo. ¿Ha importado?
La segunda es que el desarrollo de la novela, un portento de movimiento y de musicalidad, según Bolaño, es a su vez un festín del lenguaje que se muestra aquí opulento, vivaz; una polifonía de voces que en volandas nos llevan desde el nacimiento de Cuéllar, en la ciudad de Lima y sus correrías con otros muchachos del barrio de Miraflores, hasta su muerte. Ahí, en esa concreción, pienso en Dixon, en su Wife in reverse, que dice así: Su esposa muere, la boca ligeramente torcida y un ojo abierto. Él golpea la puerta del dormitorio de su hija menor y dice: “Mejor que vengas, me parece que mamá se muere”. Su esposa cae en coma a los tres días de haber vuelto a la casa y permanece así once días. Celebran una pequeña fiesta el segundo día que ella pasa en la casa: salmón Nova Scotia, chocolate, un risotto que él preparó, queso brie, champán. Una ambulancia lleva a su esposa al hogar. Ella le dice: “Paséame en silla de ruedas una última vez por el jardín, antes de que vaya a la cama”. Su esposa rechaza el tubo alimenticio que quieren ponerle los médicos y pide morir en su casa. Ella dice: “No quiero más asistencia, ni líquido ni comida”. Él llama al 911 por cuarta vez en dos años y le dice a quien atiende:“Mi esposa, seguro que tiene neumonía otra vez”. A su esposa le hacen una traqueotomía. “¿Cuándo me la van a quitar?”, pregunta ella, y el doctor dice: “¿La verdad? Nunca”. “Su esposa tiene una grave neumonía”, les dice el médico, la primera vez, a sus hijas y a él, “y hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que sobreviva”. Su esposa usa ahora una silla de ruedas. Su esposa usa ahora un andador con ruedas. Su esposa usa ahora un andador. Su esposa debe usar bastón. A su esposa le diagnostican esclerosis múltiple. A su esposa le cuesta caminar. Su esposa da a luz a su segunda hija. “Esta vez no has llorado”, dice ella, y él dice: “Sin embargo, estoy igual de feliz”. Su esposa dice: “Tengo un problema en los ojos”. Su esposa da a luz a su hija. El obstetra dice: “Nunca vi a un padre llorando en la sala de partos”. El rabino los declara marido y mujer y él estalla en un llanto. “Casémonos”, le dice él y ella dice: “Estoy de acuerdo”, y él se pone a llorar. “Qué reacción”, dice ella, y él dice: “Estoy tan feliz, tan feliz”, y ella lo abraza y le dice: “Yo también”. Ella llama por teléfono y le dice: “¿Cómo estás? ¿Te parece que nos veamos y charlemos?”. Ella se despide de él en la puerta de su edificio y le dice: “Esto no está funcionando”. Él conoce a una mujer en una fiesta. Charlan largo rato entre ellos. Ella debe abandonar la fiesta para ir a un concierto. Él le arranca el número de teléfono y dice: “Mañana te llamo”, y ella dice: “Eso me gusta”. Él se despide de ella en la puerta, le da la mano. En cuanto ella se va, él piensa: “Está mujer será mi esposa”.

