Si en Morir Schnitzler mostraba lo que sucede antes de que uno de los dos miembros de una pareja fallezca a resultas de una enfermedad terminal, aquí, C.S. Lewis plantea lo que viene después: la gestión del duelo, la observación y desentrañamiento de la pena que siente el viudo, quien trata de aclarar sus ideas y pensamientos sobre el papel, mediante unos escritos en los que afirma y se desmiente. Una narración que se construye sobre tres elementos: él, ella (H) y Dios. Una confesión donde explicitar su vacío, su pena, su dolor, a medida que con las piezas del pasado vaya construyendo un relato que explique su historia de pareja en común, historia que al tiempo que le consuela, le permite coger la perspectiva necesaria como para valorar todo lo que ha perdido, pues la felicidad casi siempre se vislumbra a toro pasado, echando la vista atrás, saldando cuentas con el pasado, engordando el haber.
Por medio hay muchas reflexiones, no tanto sobre la religión, sino sobre Dios, y el papel que éste tiene en el desarrollo de este trance luctuoso e irreversible. Un Dios que puede servir primero como destinatario de súplicas y luego como paño de lágrimas.
Es esta una novela muy breve de apenas cien páginas, dotadas de gran profundidad y agudeza, cuyo desarrollo a veces parece más propio de un ensayo, pues como el título ya indica, el objeto de estudio y observación es la pena, ese nido ya vacío al que nos confina la ausencia del que se ha ido de nuestro lado, y en las páginas prima más el más pensamiento analítico que el sentimiento, no tanto «el qué mal me siento y qué pena rumio» sino «por qué me siento así, cuándo recordarla dejará de doler, en qué ocuparé este tiempo en estado casi puro, esta vacía continuidad…«. Un explicarse a sí mismo lo que va experimentando, ahora que el viudo ya no es testigo sino protagonista absoluto de su orfandad.
Estupenda la traducción, obra de Carmen Martín Gaite. Esta novela dio lugar a la película Tierras de penumbra.
Una pena en observación (C.S. Lewis)
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