Archivo por meses: noviembre 2018

IMG_20181108_181124

Perro ladrando a su amo (Javier Sachez)

Hay una literatura presentista que no se beneficia de las bondades de la perspectiva, de la decantación temporal. Me vienen en mientes novelas como Buena suerte de Benet o Un ojo parpadea de Miguel Carcasona. Sigue este mismo camino Perro ladrando a su amo, la última novela del extremeño Javier Sachez (Campillo de Llerena, 1978), del que en su día comenté por estos pagos literarios su Manual de pérdidas.

Podría pasar por un libros de relatos, pero el autor ha querido que las historias de cada uno de sus personajes acaben confluyendo en el inmueble que cobija a todos ellos, deviniendo entonces una novela con la que Sachez trata de cogerle el pulso a la realidad más inmediata ya desde el primer momento, con un hombre que llega a casa percudío y trajinando con las llaves ve clara la idea de darle otra paliza más a su mujer, que pasará de mujer maltratada a verse afectada por el síndrome de Diógenes. Presente también la crisis económica, que deja a un escayolista en la calle y se recicla sin mucho éxito como agente de seguros, imbuido en una relación de pareja infructuosa, en la que ella siente asco de él. Vemos a jóvenes adolescentes malhablados e irrespetuosos buscando bronca y repartiendo puñetazos a ancianas indefensas; peñas ultras deportivas que deparan a sus miembros cierta sensación de amparo, que les permite también fundirse en vociferantes colectividades alcanzando éstas el clímax quebrando huesos ajenos. Hay un locutor radiofónico que no consigue materializar sus fantasías sexuales con una compañera de trabajo, ni encontrar tampoco la solución en webs de encuentros internáuticos. Tenemos a personas que buscan perder su vida tirándose a las vías del metro, otras que menudean con drogas, empresas elevando los precios de los alquileres con la idea de expulsar o desahuciar a sus inquilinos…

La novela de Sachez trata de cogerle el pulso a la realidad y no sé si lo consigue, lo que sí sé es que vi agonizar la novela entre mis manos al poco de comenzar, perplejo ante ciertas erratas: la llegada del hombre cada la noche, las tos rítmica, Ni pero ni ostias, como ostias se llame (se ve que a ciertas editoriales les cuesta mucho gastarse los cuartos en pagar a los correctores de textos, con el agravante de que esta novela ha recibido además el VII Premio de Novela Corta Fundación MonteLeón, editado por Eolas Ediciones), una sintaxis que reiteradamente traza correspondencias entre los humanos y los animales para parodiar a los primeros (mastodonte estricto, enorme batracio, cara de bulldog asmático, andar simiesco…) palabras que se repiten hasta la saciedad en páginas aledañas (baja con parsimonia, conduce con parsimonia, ya en la habitación, con parsimonia, procura hablarle a la mujer con parsimonia, debe hablar con parsimonia, se ducha con parsimonia; por una puerta blanquecina brota una doctora, un coche de policía del que brotan los agentes…), otras cosas que leo y me resultan chocantes: patio de luz, no seas tan agonía, has liado alguna burrada; y a mí entender lo más importante: no lograr que este puñado de personajes tomen cuerpo, tengan entidad y salvo en contadas ocasiones, como cuando Casilda contrasta su actual vida de mierda con la pretérita en su pueblo somedano, contraste que da pie a la sugerencia y a la evocación, el resto de la narración está tan lastrada por la inmediatez y el apremio que el texto apenas respira, sin levantar tampoco el vuelo, en una novela que se me antoja en sus pretensiones realistas como panóptica, pero que no la siento como tal, pues esboza muchos asuntos, marcados finalmente todos ellos por su indefinición y superficialidad.

Eolas ediciones. 2018. 204 páginas

www.devaneos.com

Sofia Petrovna. Una ciudadana ejemplar (Lidia Chukóvskaia)

La novela de la escritora rusa Lidia Chukovskaia (1907-1996), Sofia Petrovna (con traducción de Marta Rebón) la calificaría como una denuncia muy sutil: delicado, agudo, perspicaz, si atendemos al DRAE.

Escrita a finales de 1939 y comienzos de 1940 (dos años después de que su marido, físico teórico muriera ejecutado tras ser purgado) Lidia vuelca sobre el papel, pues no se ve capaz de no hacerlo, suponiéndole a su vez su tabla de salvación, lo que ha sufrido, de primera mano, y su testimonio lo ficciona a través de su protagonista, la mecanógrafa Sofia Petrovna, para meternos de lleno en el horror del régimen estalinista, cuando aquel delirio, en 1937 era una realidad.
Con la mente puesta en el poema de Bretch, a menudo los ciudadanos van haciendo la vista gorda, o incluso mórbida, ante las detenciones ajenas, pensando que el Estado cumple con su deber y que es de justicia que los maleantes, los desafectos, los terroristas y toda gente de mal vayan a la cárcel, o incluso sufran situaciones peores, como destierros y ejecuciones.

Así Petrovna, afín al régimen y al ideario stalinista (con la devoción propia del que profesa una religión), con su hijo recibiendo las palmaditas de los mandamases, entiende, asume y defiende, cuando lee la prensa que los “enemigos del pueblo” sean detenidos.
El problema es que poco a poco, esa firmeza suya se irá disolviendo en la sinrazón y la arbitrariedad ajena cuando vea cómo doctores de su confianza, a los cuales ella no consideraría para nada enemigos del pueblo son detenidos, dentro de esa política de purgas y represión con la que los regímenes totalitarios negocian, ya no con la disidencia, sino con algo más prosaico como la tibieza por parte de la ciudadanía a la hora de manifestar ésta la adhesión incondicional al Régimen y a todas y cada una de las decisiones que adopte, por peregrinas o injustas que puedan parecer a nada que uno se tome la más mínima molestia de pararse a pensar un momento en ellas.

De repente Sofia verá como su hijo es encarcelado y pasa ella a situarse al otro lado, de la mano de los represaliados. Lo terrorífico del asunto es que a pesar de todo ella seguirá buscando los porqués, las razones del encierro de su hijo (sin saber dónde está o si está vivo o muerto), tratando de encontrarle algún sentido a lo que no es otra cosa que la banalidad del mal, a los encierros infundados, basados en un régimen de denuncias (cuatro millones de denuncias ciudadanas) donde todos parecen ser sospechosos y culpables de algo.
Tarda Sofia en caer del burro pero cuando lo hace paradójicamente pareciera que fuese un San Pablo que hubiera visto la luz, ante el pálpito de que todo fuera a arreglarse cuando se dice, se comenta, se rumorea, que algunos presos son puestos en libertad y ya fantasea ella con el reencuentro.

La novela de Sofia en apenas 170 páginas muestra a las claras, con una sutileza desgarradora, la indefensión del ciudadano ante un poder totalitario, estalinista en este caso, que actúa como una tolva, donde cada uno de sus insignificantes ciudadanos no es más que un grano de trigo.

www.devaneos.com

Un millón de vacas (Manuel Rivas)

Viajo hasta 1990 cuando Manuel Rivas con 33 años publicó el libro de relatos Un millón de vacas (con traducción de Basilio Losada) alzándose con el Premio de la Crítica Española.
He leído muy recientemente Ella, maldita alma y creo que en los nueve años que median entre los dos libros de relatos, Rivas creció mucho como escritor, tal que muchos de estos relatos se me antojan ocurrencias que se clausuran sin mayor trascendencia. Ya sabemos que la novela y más aún los relatos cobran vida una vez que finaliza su lectura y es entonces el lector el que sigue descifrando o solazándose con lo leído. Y aquí solaz, poco.
Sabemos también que los domingos son días a menudo anodinos, que uno espera anhelante durante el resto de los seis días pero que una vez insertos en ellos, a menudo resultan insufribles. Uno de los relatos que lleva el título de El domingo, registra precisamente la zozobra de un grupo de jóvenes que no saben adonde coño ir. Un relato que encarna, en mi opinión, lo peor del libro, junto con otros como El artista de provincias, El molino o Una visita al mercado, que vuelan muy bajito y apenas se sostienen sobre alguna idea que no acaba de cuajar. Hay otros como Campos de algodón o El amigo Tom que se me antojan previsibles. En otros brilla el humor como en El león de Cuatro Vientos, aunque hubiera deseado que fuera aún más bestia, como cuando Jon Bilbao se nos desmelena. El relato que más me ha gustado, quizás uno de los que anuncia al Rivas que vendría después se titula, cual vaticinio, Prólogo.
En cuanto a los poemas que se entreveran con los relatos, esperaré a que las musas me proporcionen algún calificativo, porque leídos un par de veces no me dicen nada, ni las musas, ni los poemas.

Próxima parada: Los comedores de patatas.

Un millón de vacas y Los comedores de patatas se publicaron conjuntamente bajo el título El secreto de la tierra, en 1992.
En 2011 bajo el título de Lo más extraño se reunieron 81 relatos de Rivas escritos entre 1989 y 2011. Incluyendo tres relatos inéditos. En lo más extraño además de los relatos de Un millón de vacas y Los comedores de patatas están también otros relatos publicados en libros como El lápiz del carpintero, Las voces bajas, ¿Qué me quieres amor?, Cuentos de invierno, Las llamadas perdidas, La mano del emigrante, Ella, maldita alma.

IMG_20181104_125529

En la ciudad líquida (Marta Rebón)

Leí una vez que todo buen traductor debía de ser a su vez un buen escritor. Marta Rebón (Barcelona, 1976), reputada traductora de textos rusos al castellano (Vida y destino, El fiel Ruslán, La facultad de las cosas inútiles, Una saga moscovita, Inmersión, un sendero en la nieve, El caballo negro, Ante el espejo...), nos ofrece en La ciudad líquida un artefacto narrativo mezcla de relatos de viajes, autobiografía y ensayos literarios (empleando algunos materiales que ya aparecían en algunos epílogos a los libros traducidos por Marta). Como hacía María Belmonte (tras su fascinante Peregrinos de la belleza, viajeros por Italia y Grecia) en Los senderos del mar, un viaje a pie, Rebón se sitúa en primera línea para hablarnos de ella, si bien la parte autobiográfica no es lo que más peso tiene en el libro, que es una sucesión de viajes por distintas ciudades del mundo, de San Petersburgo, a Tánger, pasando por Barcelona o Quito, entre otras muchas.

Decía Galdós que el poder de la idealización poética es tal, que sus creaciones tienen tanta fuerza como los seres efectivos; su memoria iguala si no supera a la de los individuos históricos de dudosa existencia. Más conocidos son en el mundo Romeo y Julieta que César y Alejandro. No ha de sorprendernos por tanto que para Dovlátov -aquel escritor ruso al que no le resultaba casual que todos los libros tuvieran forma de maleta– la mayor desgracia de su vida fuese la muerte de Anna Karénina. Rebón sigue la pista a un sinfín de escritores, quiere seguir también sus pasos, caminar las mismas calles, ocupar las mismas habitaciones, mirar los mismos cielos, al tiempo que muchas de las ficciones en forma de novelas o relatos pasan a formar parte de la escritura de Rebón, la cual recurre a las vidas de estos personajes de ficción para contrastarla con lo que ella mira y siente, valiéndose de un sinfín de citas, que como nos dice Vila-Matas toman nuevo significado y sentido cuando se insertan en otro texto, citas que más que muletas le sirven a Rebón como rampa de lanzamiento, pues logra sustraerse a los lugares comunes -tal que cuando uno de los capítulos se titula Paseos, yo ya visualizaba allí al escritor que parece haber monopolizado para sí el término, a saber, Robert Walser– y despliega las alas hacia nuevas rutas y horizontes, lo que hace la lectura sorprendente, estimulante, gozosa, plena (donde el tiempo proteico es ya Aión), en especial con las páginas dedicadas a Chéjov, Dovlátov, Dombrovski, Aksiónov, Ajmátova, Saint-Exupéry, Dostoievski, Pasternak, Gógol, Marina Tsvietáieva, Chukóvskaia, Nabokov, Brodsky, Goytisolo...

El único pero que le pondría al libro es que algunas fotos como la de la página 144 presentan un tamaño tan reducido (4,5 cm x 2,5 cm) que hubiera sido mejor haber prescindido de ellas, además, las dimensiones del libro no permiten disfrutar de muchas de ellas, de tamaño algo mayor, que hubieran requerido, a mi entender, mejor calidad del papel y un mayor tamaño.