Vacaciones en Laredo (2ª parte)

En el paseo marítimo, paseaban los vigilantes, nada que ver con los de la serie de la escultura Pamela Anderson, en la piel de CJ.

Comiéndonos un bocata de rabas mientras la marea iba y venía mareándonos, escuchamos un ruido de fondo.

!Para tonto!. !Que pares!

Un perro igual de canso que pichici, andaba incordiando a una cría a la que rebasaba una cabeza. Ella lo mandaba a paseo, y el perro volvía una y otra vez. Los vigilantes solo se preocupaban de tocarnos las narices a los humanos. Con los perros que tenían los biorritmos alterados hacían la vista gorda. La chica pudo tomar consciencia de lo que le esperaría, años mas tarde con los de nuestro género, si cabe mas pesados todavía, cuando su orografía fuese mas escarpada.

Estando todos tirados en el suelo, en estado catatónico, se oía una música de fondo. Como un run-run de alguien que berrea, era un pequeño perro que le estaba despellejando los cordones del zapato a un miembro de la cuadrilla. ¿No sería mejor para las discográficas, que en estos grupos de trash-metal contratasen a perros aquejados de varicela, para que hiciesen las funciones de cantante.? Se ahorrabrían unas pelas y el ruido sería si cabe mas animal.

Uno del camping, camino a los lavabos me contó que había cambiado a su mujer por una muñeca hinchable en la cabina de su camión. «La quería mucho, pero amaba todavía más el silencio» me dijo con tono enigmático.

Cuando volvió a casa, la mujer lo había cambiado por un butanero. Ella quería mucho a su marido pero amaba aún más los gases nobles, le dijo ella al tiempo que le daba con la puerta en las narices.

No duró mucho su historia. El butanero, venía quemado, si bien no explotó. Le atenazaba la idea de la muerte, ¿Como vivirían sus seres queridos sin él? , y sobre todo ¿qué harían sus descendientes con esas colecciones de bombonas y espitas que el, con tanto mimo había venido coleccionando estos últimos años? Vino y se fue como la marea.

Ahora mientras ella conduce el camión por la Plana de Vic, el marido ronca a su lado trabajándose la siesta. Cree ser feliz, me dijo entre sollozos, porque aún quiere a su mujer y le asusta el silencio.

Cuando el sol ya se había ido a dar un chapuzón en el mar y la luna se reflejaba en las botellas de nuestras bolsas, comenzamos la cena. Era menester tomar algo para bajar lo ingerido. Que mejor que un quinito mancomunado con la gente del Camping.

Los de Guipúzcoa, si bien no conocían al Albini de marras, no se chupaban el dedo y enseguida quisieron formar parte de nuestra empresa. Fue ponernos a hacer un «chibirichá», una especie de baile indígena monitorizado por uno de la cuadrilla que para estas cosas se da un aire especial, y surgir todo Dios por allá en busca de su donut sin agujero.

Este baile requiere su coreografía y su ánimo, porque sino, se queda en nada, y tanto cachondeo hizo que el del camping, al no poder formar de nuestro chibirichá anduviese con la avispa detrás de la oreja. Al final debió de picarle y vino a por nosotros con decisión, entrega y valor, !como un toro!, pero sin la cornamenta, que yo sepa.

Todos sabíamos, que el tenía la sartén por el mango y nosotros la razón. De poco nos servía.

Uno de los de Sanse, un tal Urco, que hacía surco, enrollao y muy dialogante intentó buscar al conflicto una tercera vía.

El diálogo entre ellos fue algo así.

– !Pasa pues tío, déjanos tranquilos, si no molestamos a nadie!

– !son las 11 y la gente quiere dormir!

– !no me lo creo!

– !pues créetelo chaval!
– además..

– !además qué!

– Pues que aquí la gente en el camping está contenta.

– Cuando uno tienes ganas de dormir y no le dejan, no está agusto y estáis armando mucho follón. Asi que venga, ir plegando

– Tan solo estamos bebiendo un poco y haciendo un chibirichá con estos de Logroño, que son unos tíos de puta madre, aquí rodeado de tanto muermo.

– !Ni chibirichá, ni mejillones en vinagre! O dejáis de hacer el indio u os hecho a la puta calle, y el otro camping está hasta el moño, así que lo tenéis crudo!

– No nos puedes echar así como así, cuando el 80% del camping está contento.

– Yo puedo hacer lo que me salga de los…..(creí entender algo de logaritmos neperianos, o quizá sería el efecto-albini , casi tan machacón como el efecto albano que alteraba nuestra percepción de la realidad)

– !Ya!

– Lo dicho. U obedecéis o aquí alguien va a «pagar el pato»

Y blablabla, y así un buen rato, hasta que al final nos fuimos de marcha por Laredo.

… CONTINUARÁ…

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