Ruta por Clavijo y Trevijano

Ayer finalmente estuve en Trevijano. Lo veía siempre en lo alto, desde la carretera, cuando iba por el Camero Viejo en dirección a Soto de Cameros o hacia San Román. En bicicleta eléctrica el tramo entre Logroño y Lardero, pasando por Alberite, La Unión y Clavijo es un mero trámite, al ir por carretera.

Superado Clavijo, con unas cuantas rampas, la cosa se anima. La bajada por el barranco la rasilla exige ir atento al camino, poblado de piedras. Las indicaciones tampoco ayudan mucho. En un momento determinado veremos un cartel amarillo que señaliza los dólmenes. La señal parece orientar hacia el camino de la derecha, cuando lo que hay que hacer es tomar el camino frente a nosotros y ascender. Hay dos sendas, una estrechita y otro camino más amplio al que se accede a través de una valla o caminando sobre unos troncos.

El camino ahí resulta muy complicado, al estar cuajadito de piedras y es muy complicado coger ritmo y no trabarse. La empinada cuesta hace que si pones el pie en tierra luego resulte muy complicado volver a poner la bici en marcha, a tenor del desnivel y del peso de una eléctrica (más de veinte kilos).

Si la subida es complicada, la bajada no mejora, al ser el camino pródigo en piedras, situadas a modo de escalones. Realizada la bajada sin contratiempos, a mano izquierda, tenemos el Dolmen Collado del mayo. Ya en lo alto, apenas hay pendiente y hemos de dar un buen rodeo para abocar a Trevijano por el Barranco.

Antes de llegar oí una cencerrada (que me hizo pensar en la película La juventud) obra de unas vacas muy alegres. Veremos caballos y en el pueblo un burro pastando al lado del frontón. El regreso por carretera ofrece al dejar Trevijano, y a su paso por la ermita del Santo Cristo, unas bellas vistas, hasta empalmar con la carretera que nos conducirá hasta Ribafrecha, sin apenas dar una pedalada y regresar a Logroño, vía Alberite y por caminos.

Si la climatología acompaña, como ayer, la travesía de 57 kilómetros resulta muy placentera. Aporto algunas fotos que sin duda enriquecerán el texto.

IMG_20230920_095225

IMG_20230920_101948

IMG_20230925_170519

IMG_20230925_173454_1

IMG_20230925_174052

IMG_20230925_174335

IMG_20230925_174551

IMG_20230925_174841

IMG_20230925_175438

IMG_20230925_175832

IMG_20230925_181336

IMG_20230925_181519

IMG_20230925_182501

IMG_20230925_182834

IMG_20230925_182847

IMG_20230925_190032

IMG_20230922_142500

Las fieras (Roberto Vivero)

Las fieras es la primera pieza narrativa de Roberto Vivero. Publicada en 2009 en Baile del Sol (la contraportada rezaba así: Abecedea el escritor en los umbrales y límites de la literatura: hospitalidad para el hombre o monadología estética, en las alcantarillas por las que corren las lavazas del alma habitan las fieras) y posteriormente en 2022 en Ápeiron Ediciones.

Para mis cadáveres
y mis asesinos.
No os olvido. A ninguno.

La dedicatoria, el título de la novela y la foto de la cubierta pueden darnos algún pista acerca de la trama de libro.

El libro es un abecedario, 29 relatos sobre ¿niños? o ¿hemos de considerarlos fieras?, de la a, a la zeta, cada relato es un retrato, un aguafuerte, encabezado con el nombre del niño, Alicia, Enrico, Herminia, Teresa, Víctor… pero el nombre no nos dice tanto como lo que los completa: la niña podrida, la niña Tétrica, la niña Desierta, la niña de las Nubes, el niño Ubicuo, etcétera.

Ya en las postrimerías del libro leo “habría que prohibir la procreación durante un tiempo”. ¿Es esta la conclusión lógica a la que hemos de llegar después de haber culminado la lectura?, ¿Son niños o engendros los que desfilan por estas páginas?

Una lectura que no será complaciente ni agradable para el lector, ya que en el texto se suceden acciones por parte de los niños situadas al margen de la moral, pensemos en la zoofilia, la prostitución o el incesto.

Viene la conducta infantil marcada por la violencia, la indolencia, el egoísmo; niños que parecen adultos, y ahí quizás reside el quid de la novela, porque esas acciones talvez no haya que esperar a la edad adulta para cometerlas, y entonces la que nos venden como tierna infancia deviene un territorio hostil, hosco, amenazante, asfixiante para unos, que han de soportar burlas, agravios, agresiones y abusos, mientras otros en su libérrimo proceder hacen sufrir a sus progenitores con su egoísmo, indolencia y soberbia.

Niños o fieras, donde el espacio físico se convierte en un zoo humano y cada cual ha de hacer valer sus herramientas en pos de su supervivencia o de su buscada inacción. A unos los menoscaba la soledad, la introspección estéril, otros salen de sí mismos mediante la experimentación masturbatoria con sus cuerpos a lomos del deseo y hacia la tierra prometida del sexo, otros hacen que las pasen canutas los profesores con su nefasto comportamiento y pienso en Lema, el niño Levantaclases y en los padres subyugados por sus hijos, frente común frente al profesorado, luchando (los primeros) para que la enseñanza se pareciera más y más a una autoescuela.

El gran logro de la novela es que cada niño y niña se nos presentan con cualidades y atributos muy distintos, gracias a un lenguaje rico y en continuo desarrollo que me resulta sorprendente, en la construcción de frases inéditas (esquiva el giorgone de la tempestad de las miradas; se abrazan en un laocoonte de amor hecho puzle; un superbo y protervo elitista del daño y la inanidad; Mortadélico, camuflante, ibañizado por las circunstancias) y en donde la escritura iría trazando distintos retratos al carboncillo de los niños. Lo que veríamos no sería su rostro angelical, más bien su alma negra, abierta entonces la caja de Pandora de las pasiones y las obsesiones, de los deseos inconfesados y las acciones inmorales, de las servidumbres del determinismo, de las inercias nefastas del dejar hacer al educar, gracias todo ello a un narrador que examina (o los describe) con la misma frialdad y objetividad con la que un entomólogo viviseccionaría un insecto.

Empuja al perro hacia su entrepierna, rápido. Hunde su hocico. Saca la lengua, rápida, áspera, mojada. Lame a Llana hasta que la marea sigue subiendo en olas que arrastran trozos de Luna, cristales de luz fría, y con cuatro, cinco, seis golpes secos de cadera, de mero ser, el agua deja en la orilla de sus labios una sal purulenta que, como una droga, corre por su sangre envenenándola de éxtasis.

Restitución

Restitución (Mario Martín Gijón)

Restitución
Mario Martín Gijón
2023
280 páginas

En marzo del año pasado leí La pasión de Rafael Alconétar, novelaberinto u obra maestra, como prefieran, por si lo de novelaberinto no les impele a la lectura. En abril del presente año Mario publicó en Pre-Textos la novela Restitución.

Me llevé la novela en un viaje por Italia, a Venecia en concreto. Comienza así:

Fue en medio de una tormenta apocalíptica, mi rostro iluminado por el claroscuro de los relámpagos, que abandoné para siempre la Ciudad de la Belleza. Había estado sesteando en Campo San Polo, mirando a los alemanes tomarse sus Aperol Spritz

La Ciudad de la Belleza es Venecia y durante las primeras páginas me afané por buscar en la ciudad aquello que se iba mentando en la novela. La iba leyendo a paso de proboscidio, embargado además por una sensación extraña, pues creía estar leyendo una novela histórica, aunque luego comprobé que estaba ambientada en el presente, que un episodio, como El hombre del salto con DeLillo describiendo la caída de las torres gemelas, nos sitúa en París en 2019, en el momento en el que arde Nôtre Dame.

El polaco Zbigniew deja Venecia y como se suele decir, no encuentra dónde ahorcarse. Zbigniew es un artista, un escultor afanado en los motivos religiosos; una religiosidad que como la del beato que dilapida su existencia rezando, no parece deparar beneficios notables a sus pares, así nuestro escultor va centripetando, o escu(l)piendo de sí a quien quiere, como a su mujer Madzia, la cual cae en el domicilio de Neumann (en sus postrimerías vitales) como cuidadora, y de rondón Mario nos introduce a Heidegger y a Celan, al pensador y al poeta, al nazi y al judío. Al autor de los Cuadernos negros y al poeta autor de Todtnauberg, el cual decidió suicidarse arrojándose al Sena, quizás porque pensaba que solo la muerte sería capaz de restituirle todo cuanto le habían arrebatado en vida. Antes había intentado asesinar su mujer y luego quitarse la vida, y salió del psiquiátrico para reunirse con Heidegger, quizás con la esperanza de obtener una restitución, a tal fin, para ese encuentro escribió Todtnauberg.

Como todos los personajes de la novela parecen tocados por un espíritu, sino aventurero, sí errabundo (donde los personajes se sitúan en Carratraca, Málaga, Venecia, París, Berlín), los destinos de Sofia y del alemán Jeremy se unen para llevar a cabo una búsqueda, la del libro El fermento, obra de Ernesto Giménez Caballero. Un viaje físico que también deviene espiritual, pues veremos cómo Jeremías conecta con algo atávico, ancestral, en una visita a una cueva, sacando de sí su ánimo más primitivo y belicoso, quizás porque el corsé de la modernidad y el papanatismo del que se alimenta no le han dejado ser él mismo. Jeremías trae también a colación a Celan y a Heiddeger, pensador hacia el que sus afectos pendulean entre la veneración y el odio, pero al que decide leer, para no dejar que las opiniones de los demás condicionen la suya.

La novela se fragmenta y cambia de rumbo bruscamente. Un capítulo, El testamento chileno, nos lleva a 2020, para luego retrotraernos a 1973, al golpe de Estado en Chile. Ahí comparece el escultor Miroslav, junto a Eduardo, convertidos en dos pequeños seres rotos en un país roto. Y todo parece conectarse, y así la violencia de 1973 vuelve en 2020 con el presidente Sebastián Piñera declarando enemigos a los ciudadanos indignados del pueblo de Chile.

Otro capítulo, bajo el título La parábola europea, son las conversaciones que mantienen en un camión un puñado de cabezas que han sido guillotinadas.

Mario consigue un plausible equilibrio entre el qué y el cómo. Siempre hay tensión en el texto y continuas sorpresas, con un lenguaje exprimido en continuos juegos de palabras que tienen sentido, que dan plasticidad a la narración, siempre alimentada esta por el humor, la reflexión, la ironía, la transgresión, los apuntes eruditos y también vulgares.

Si están buscando una novela para dejar la mente en blanco, o para “no pensar”, Restitución es la peor opción posible.