Volver crítica de la película de Almodóvar

Es muy posible que volvamos de los Estados Unidos con una estatuilla bajo el sobaco, sino más, gracias a Volver. El Oscar a la mejor película de habla no inglesa es muy probable que se lo den y se barajan también otros: Mejor director para Almodóvar y mejor actriz para Penélope Cruz. La campaña publicitaria iniciada en los Estados Unidos está siendo generosa tanto en esfuerzos personales como económicos y ya se sabe que en el cine vale tanto la promoción como la calidad intrínseca del producto que se quiere vender.

En cuanto a la película que nos ocupa, Volver, Almodóvar transita caminos ya recorridos anteriormente en su filmografía. Ahora bien, la escena en la que vemos a Raimunda viviendo junto a su marido y a su hija, presume un cambio en la trayectoria de Almodóvar. Por fin tenemos la posibilidad de ver una familia estructurada y convencional, de las de toda la vida, formada por una padre, una madre y una hija. Es un mero espejismo, pues como no podía ser de otro modo, el padrastro pretende abusar de su hijastra, y de esta guisa el único hombre que aparece en la película es asesinado por su hija en la cocina. Raimunda «cum laude » en abusos sexuales generacionales», con rauda resolución toma las riendas de la situación y ubica a su difunto marido en un arcón congelador de un restaurante próximo del que Raimuinda tiene las llaves. ¿Rocambolesco, verdad?.

Raimunda es Penélope Cruz, la cual está guapísima. Oí que le habían puesto un relleno en el culo para hacerla más mayor, más maruja, menos carnal. Vano intento. Penélope brilla con luz propia, y está visto que no hay hombre que se le resista, a tenor de sus conquistas, a cual de mayor relumbrón. Es ella la que soporta el peso de la película, encarnando a una mujer animosa, curtida, vital, temperamental y echada p´alante, contrapunto de su hermana Sole (Lola Dueñas), en las antípodas de su hermana en cuanto a fortaleza y ánimo vital.

Almodóvar conecta el mundo urbano de Madrid con el mundo rural. La primera escena arranca con Raimunda y un grupo de mujeres limpiando las tumbas de sus difuntos (es un hecho probado que en este país hay muchas más viudas que viudos). En las escenas se alternan las escenas rodadas en el pueblo, donde parece que el tiempo se detiene y donde todos están en el ojo público de sus ociosas vecinas y las escenas de la ciudad de Madrid, la cual no se nos muestra como una ciudad caótica, ruidosa, sino algo más provinciano, poniendo la vista en un barrio, donde Raimunda tiene sus amigas a las que recurrir en caso de necesidad. No es por tanto la urbe un lugar solitario e insolidario, sino todo lo contrario.

La familia de Raimunda tiene un pasado truculento. En su caso, sus padres fallecieron pasto de las llamas de un incendio. Esa es la visión oficial que es contradicha cuando su «fantasmal» madre vuelve a la vida pública, primero ayudando a su tía Paula hasta su muerte y luego «apareciéndosele» a su hija Sole, oculta en el maletero de su coche, dejando así el pueblo para reaparecer en la ciudad, donde nadie la conoce. Irene (Carmen Maura) que así se llama la madre, es una sufridora nata, carcomida por las infidelidades de su difunto marido, oculta una macabra historia que las hijas desconocen. Es el afloramiento de la verdad pues el meollo de la película. Las palabras no dichas, los hechos ocultados, los abrazos no recibidos, los que hacen que la madre y la hija, Raimunda e Irene que en su día no se entendieron, tengan posibilidad de enmienda y rendención.

No hay nada peor que el hecho de que una hija reniegue de su madre, dice Irene con respecto a Raimunda. Pero la película que es triste y alegre también es esperanzadora porque a veces el destino nos da «una segunda oportunidad», aunque ese regreso inesperado no sea neutro, desvelará incognitas, desagradables la mayoría, que habrá que afrontar, para que así por ejemplo Agustina pueda saber la verdad acerca de su madre, la cual también desapareció.

Almodóvar aprovecha para criticar la telebasura cuando Agustina va a un programa de esos, a contar su historia. El director en boca de sus protagonistas da su opinión, «los trapos sucios se lavan en casa» dice Agustina más tarde a Raimunda. Ese pasaje a mi modo de ver es prescindible.

Nada se puede objetar en cuanto a la factura técnica de la película. A estas «alturas de la película» Almodóvar ya es un maestro en el arte de rodar, de seleccionar a sus actrices (en este caso todas sus actrices hacen unas interpretaciones notables), de contar historias a su manera, bajo su prisma singular. Si algo tiene Almodovar claro antes de rodar, es la película que quiere y como plasmarla en imágenes. Luego el resultado evaluado, no en cifras, que la taquilla la tiene garantizada, sino en la capacidad de la película para sorprender, epatar, enganchar, extasiar, conmover, emocionar, determinará si la película del cineasta manchego es una obra mayor o menor.

Nada chirría ni desentona en la película Volver, todo es perfecto, como si rodar para Pedro, fuera lo más normal del mundo, merced a una habilidad innata que ejecuta con maestría, pero aún con todo y con esas la película me ha dejado frío, no me ha convencido del todo, como si el cuerpo fantasmagórico de Irene hubiera contagiado también a la película despojándola de la carnalidad, pulsión vital, casquería emocional a la que Pedro ya nos tiene acostumbrados. O quizá todo esto, sólo sean los síntomas de una madurez artística de Almodóvar, conquistada e incuestionable.

Otra crítica de la película Volver de Almodóvar en Cuak

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