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La Eneida (Publio Virgilio Maron)

Al leer la Eneida me surgió la duda de si hacerlo en prosa o en verso. He optado por hacerlo en verso, en las obras completas de Publio Virgilio Maron (Virgilio, 70 a. C.-Brundisium, 19 a. C.), que editó Cátedra (anteriormente algo comenté de Las Geórgicas, comprendidas en este volumen), con traducción de Pollux Hernúñez.

En los versos podemos apreciar y deleitarnos al mismo tiempo con la cadencia y el ritmo de la narración de Virgilio, y es recomendable leerlos en voz alta, como proponen aquí, pues así el efecto que depara la lectura creo que es más intenso.

La Eneida es un libro muy entretenido, aunque su lectura no sea fácil y obligue a echar mano del diccionario a menudo y a consultar en la red el sinfín de personajes que aparecen, si queremos situarnos y comprender lo leído, en donde al igual que sucede en La Odisea no faltan las aventuras y en ambas hay también un periplo marítimo por el ponto vinoso. Hacia la mitad y hasta su parte final se centra en el aspecto bélico y es más del estilo de La Ilíada, donde se va dando cuenta de la guerra entre los Teucros y los Rútulos (en un mano a mano entre Eneas y Turno) y las distintas tribus que entonces habitaban la península itálica. Las escenas de guerra son muy gráficas y muy brutales, con miembros amputados, cabezas cortadas, dispuestas luego en las picas del ejecutor y se citan un buen número de nombres de los que van cayendo en el frente del batalla, a los que rinde así Virgilio su particular homenaje, como hacía Homero en la Ilíada. En el texto se habla continuamente de la guerra y de la paz, en una continua tensión entre las que pendulean y se desangran en guerras civiles esos pueblos, como si la paz fuera consecuencia de la guerra, y no hubiera otra manera de alcanzarla.

Cada capítulo de la Eneida se denomina Libro, y viene a ser tal, pues si consultamos por la red, encontramos cómo cada Libro (son XII) da pie a una ingente producción literaria. Así por ejemplo Vicente Cristóbal traduce para Hiperión, el libro II de la Eneida, titulando su poema La última noche de Troya. Autoras más jóvenes como Irene Vallejo en su novela El silbido del arquero, ficcionan cómo pudo ser la relación imposible entre Eneas y Dido, que en la Eneida se trata sucintamente en su Libro IV, dado que hados impulsan a Eneas hacia Italia, lejos de la desdichada Dido
Sobre el libro V, la profesora gallega Eva Castro, ve publicado su trabajo en la prestigiosa revista Hermes. Adrián Nazareno, al hilo del Libro VI y reflexionando sobre sueño y vigilia, trae a colación a Borges.
Antonio Alvar Ezquerra nos ofrece el Libro VI con traducción rítmica y escribe a su vez un interesantísimo artículo titulado el El mar en la Eneida

Como colofón os animo a escuchar esta conferencia de José Luis Vidal, titulada Virgilio, El poeta de occidente, que es una auténtica maravilla.

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Las Geórgicas (Virgilio)

Antes de proceder al asalto de la Eneida a modo de rodaje he leído Las Geórgicas. Ha sido un sumo placer descubrir a Virgilio. Según Borges, Las Geórgicas es la obra más lograda de la poesía. Recuerdo que cuando Jesús Carrasco publicó Intemperie se le reprochó que en su novela agotaba el tesauro agrícola y sus usos. !Qué diremos entonces de Virgilio!.

En estas Geórgicas, literalmente campesinadas, hay una continua exaltación hacia la Naturaleza, hacia la agricultura y los agricultores que trabajan la tierra en su beneficio y en el de la comunidad, hacia los pastores, hacia las abejas, hacia los animales de tiro, hacia los árboles y la lectura es pura delectación. En las antípodas de otros autores más crípticos, a Virgilio es fácil leerlo, seguirlo y disfrutarlo, todo ello al unísono, aunque me da que en este brillante resultado (esta obra pertenece a las Obras completas de Virgilio editadas por Cátedra en su Biblioteca Avrea) tiene mucho que ver la traducción de Aurelio Espinosa Pólit. Para disfrutar lo leído como se debe es clave echar mano del Índice onomástico general que va al final y nos permite ir separando a los Dioses, de los ríos, de los montes, de los topónimos que pueblan la narración y viene bien también tener el diccionario a mano, pues como decía el léxico que maneja Virgilio es muy vasto: cambrones, troj, sitibunda, ajedreas, másico, gético, litarge, vedegambre, escila, gálbano, estalas, gorguz, moloso, salgueras, palustre, retesar… En suma, una poesía tan lauta como delectable.

Virgilio no escribe para sí mismo, no se ensimisma y se precipita en su yo, sino que su poesía son palabras que buscan la oreja ajena y su aquiescencia. Sabe Virgilio que tiene público, y su poesía manifiesta un ritmo, una cadencia que no ceja. Una narración que toma conciencia de sí mismo, cuando el poeta se dice «Sigamos«, sí, sigamos leyendo y disfrutando del extraordinario manejo de las palabras y las emociones que suscitará en el lector estas Geórgicas de Virgilio.