Justo en la frontera entre España y Portugal, aunque perteneciente a este, Miranda do Douro tiene la suerte de estar situada en un enclave privilegiado a las orillas del río Duero, que además de servir de frontera a los 2 países, separa 2 parques naturales, el de las Arribes del Duero, en la parte española y el de Tràs Os Montes, del lado portugués.
El río discurre por estos parajes entre espectaculares cañones que llegan a alcanzar centenares de metros, en donde, a pesar de lo escarpado del terreno, o precisamente por eso, se encuentra una riqueza natural inconmensurable, tanto en lo referente a la flora como a la fauna.
Pueden verse árboles como higueras o encinas en los lugares más impensables. Entre los animales que se sorprenderán de nuestra presencia, podemos encontrar multitud de pequeñas aves y otras mayores, como búhos y lechuzas, el alimoche, el águila perdicera, el buitre blanco o la cigüeña negra, de la que se pueden ver varios nidos a lo largo de la ribera del río, aunque la verdadera reina de la zona es el águila real, de la que actualmente puede verse un ejemplar hembra cuya envergadura alcanza los 2 metros. Con un poco de suerte puede llegar a verse incluso alguna nutria, que vuelven de vez en cuando, aunque la contaminación de las aguas las ha ahuyentado de la zona hace muchos años.
Cuentan los viejos del lugar que antiguamente multitud de delincuentes traspasaban la frontera por esos escarpados riscos trayendo productos de estraperlo desde Portugal, satélite de Inglaterra y mejor surtida por el comercio, a la pobre España de posguerra. Sin embargo los lugareños, más avispados y preocupados del día a día, lo que hacían era bajar hasta los nidos cuando no estaban las madres y ponerles un palo atado en el pico a las crías para que no pudieran comer. Al poco tiempo volvían y aprovechaban a robar del nido los animales como conejos que habían traído las aves, dejando los lagartos y culebras para que pudieran alimentarse los poyuelos.
Anécdotas de este tipo y similares pueden oírse haciendo la ruta del Duero en el navío-aula de cooperación hispano-lusa que puede cogerse en la propia Miranda y desde la que se puede apreciar la riqueza natural de la zona. Es un barco ecológico con motores silenciosos que procura molestar lo menos posible a los animales del río y sus laderas. Curiosamente, a pesar de cogerse en Portugal, tiene bandera mallorquina (¿?).
Otra curiosidad se da en las paredes de justo enfrente del embarcadero. Aunque las aguas del se han contaminado durante años (actualmente se está haciendo un esfuerzo muy grande para recuperarlas), el ambiente tiene un aire muy puso, lo que hace que en las rocas se críen líquenes y musgos muy peculiares. Un liquen de color amarillento autóctono de la zona plaga un gran muro de roca en el que cuenta la leyenda que quien no vea un número 2 no tendrá oportunidad de casarse nunca, o si ya lo estuviera, que se espere una buena cornamenta.
Una advertencia. En caso de caerse al agua, ¿por qué lado saldría, por el portugués o por el español? La respuesta es clara, por el portugués, porque se sale una hora antes… y es que se da la curiosa circunstancia de que yendo en el barco hay una hora de diferencia entre las 2 orillas, debido a la diferencia horaria de los 2 países.
Y después de estar en contacto con la naturaleza, uno puede darse una vuelta por la ciudad de Miranda para ir de compras, pues la cantidad de tiendas, sobre todo de telas, toallas y ropa es tremenda. Seguro que picas y algo te llevas, a buen precio y con calidad aceptable.
La excursión en barco es muy recomendable por el contacto con la naturaleza y la impresión de los paisajes y muros de hasta 200 metros. El recorrido de aprox. una hora se ayuda también de varias locuciones y en la vuelta te dejan subir a la cubierta para disfrutar aún más del aire puro. Tras desembarcar hay una exhibición con un búho real mientras te dejan degustar unos vasos de vino tinto y blanco de la zona.
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El Hotel en el que nos alojamos en Salou, ciudad costera de la Costa Dorada, se encontraba cerca del Pachá, sito en la calle Vendrell, esquina con la calle Carles Buigas.
toque un hotel próximo al Pachá, es muy probable que sufra algún desvelo maquinero-bacaladero, pues la música no se queda dentro del local, sino que como el viento de poniente toma las calles próximas y se introduce veladamente en los hoteles y apartamentos próximos, mordisqueando los tímpanos de los soñadores. A quien vaya de fiesta, y sume noches en vela, y un empalmamiento nocturno tras otro, viendo amanecer agarrado a alguna churri inglesa con ganas de desayunar un hot-dog calentito, con el estómago a tono, esto se lo traerá al pairo, pero para los que a las cuatro de la mañana intentábamos echar un ojo, la empresa era difícil. Pongo una foto de local en cuestión, y un cartel de una chica que actúaba en él.
En España hay varias festividades en las cuales la fiesta gira en organizar la fiesta con bebidas o alimentos, pero no comiéndoselos, organizando un bacanal, sino tirándoselos unos a otros.