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El arte de la escritura (Jofre Casanovas ed.)

El arte de la escritura, publicado por Montesinos Editor, con textos seleccionados por el editor Jofre Casanovas, será un buen manual para todo aquel lector curioso y el escritor que quiera conocer mejor los entresijos de la escritura.

No hablamos del Santo Grial, porque a fin de cuentas el estilo es propio de cada autor, pero se dicen aquí muchas cosas interesantes.

En algunos de estos textos brilla el humor y la mordacidad como el que lleva a cabo Mark Twain en su valoración de la obra El cazador de ciervos, de Fenimore Cooper, al que critica sin reparos, con argumentaciones de peso. Lo cual no supone que para muchos, aunque para Twain carezca de invención, orden, sistema, vida o emoción y su inglés sea un crimen contra el idioma, dicha obra sea una obra de arte pura, por ejemplo para Sr. Lounsbury.

De Virginia Woolf se recogen dos textos, La maña del escritor y la Carta a un joven poeta. En La maña del escritor, pronto descubre Virginia que maña no es la palabra más adecuada y reformula el título como Una divagación en torno a las palabras. Con mucha sorna la autora trata de hacernos ver que las palabras no son importantes. De hecho ella ve como la crítica y el público prefiere ver resumida una opinión en algo tan gráfico como una cruz y o una estrella. Algo parecido con lo que sucede hoy con las estrellas de algunos restaurantes. Luego concluye afirmando que sí, que las palabras están en los diccionarios, al alcance de cualquiera, pero el escritor recurre a las que viven en la mente. Dice Woolf que las palabras, igual que nosotros, necesitan intimidad para vivir cómodamente. Nuestra inconsciencia es su intimidad; nuestra oscuridad es su luz. En la Carta a un joven poeta, le anima a escribir, pero a no darse prisa en publicar. Si publicas, tu libertad quedará restringida; pensarás en el que dirán; escribirás para los demás cuando solo deberías escribir para ti mismo.

En Unamumo en el texto seleccionado es el prólogo que escribió para Tres novelas ejemplares. Aquí más importante que la escritura es la lectura. Por esa Unamuno afirma que Porque sabido es que el que goza de una obra de arte es porque la crea en sí, la re-crea y se recrea con ella. Y referido a los lectores, según Unamuno: No es que huyan de lo que les haga pensar; huyen de lo que les haga conmoverse.

De Thoreau se procede a espigar algunos extractos de sus Diarios. Lo que en ellos se afirma es que Un escritor que no habla desde una experiencia plena utiliza palabras tórpidas, palabras huecas o sin vida, palabras como “humanitario”, que tiene una parálisis en sus finales.

Herbert Spencer ofrece el texto más extenso del libro; un texto valioso bajo el epígrafe Filosofía del estilo. Un texto clave para todo escritor que quiere entender mejor en qué consiste el clímax, el anticlímax, el principio de economía de las palabras, el efecto poético, o la necesidad de la variedad en la escritura; entre otros muchos temas abordados.

En Rilke, tenemos completa su obra Cartas a un joven poeta. Son diez. El poeta es Kappus. Las cartas van de 1903 a 1908. En ellas Rilke, a pesar de estar en la treintena da muestras de su madurez. Es manifiesto el cariño y bonhomía que las cartas desprenden. Nos habla en ellas del ser humano femenino. También de la necesidad de la soledad, o del amor que consiste en dos soledades que se protegen, se respetan y se saludan.

De Nathaniel Hawthorne se recoge un texto de una revista reseñando y encareciendo su obra Cuentos contados dos veces. Se afirma que El rasgo distintivo del Sr. Hawthorne es la invención, la creación, la imaginación, la originalidad; un rasgo que en la literatura de ficción, vale lo mismo que todos los demás juntos.

Poe explica cómo escribió su archiconocido poema El cuervo.

De Louisa May Alcott se recoge una carta que escribe a una joven escritora. A la que le hace saber que no existe un camino fácil para ser autor de éxito. Dice que el éxito es con frecuencia un afortunado accidente, que llega a quienes no lo merecen, mientras que otros sí merecedores tienen que esperar y esperar hasta ganárselo. Louisa sabe de lo que habla, y finalmente con Mujercitas alcanzó el éxito. Lo escribió enferma. Y lo escribió para demostrar que podía no escribir libros para niñas.

Walter Benjamin, siempre tan analítico, nos presenta La técnica del escritor en trece tesis. Me quedo con esto. Nunca deje de escribir porque se haya quedado sin ideas.

Lewis Carroll nos da Tres consejos. Uno de ellos es clave: Nunca dejes una dificultad sin resolver.

Uno de los textos que más he disfrutado en el libro ha sido El arte de la ficción de Henry James. Una aguda reflexión acerca de qué es la ficción, porque esto (la idea de que una novela ha de ser solo una sucesión de aventuras) le devuelve a la novela el desgraciado e insignificante papel de objeto artificial e ingenioso, que la rebaja de su vasta y libre condición basada en una correspondencia inmensa y exquisita con la vida.

Jack London recurre a su experiencia para explicar cómo logró ser impreso, tras publicar algunos relatos en las revistas, como el relato El gato negro, por el que cobró veinte dólares por 2000 palabras.

Lovecraft también ofrece un texto que ayudará al escritor en su tarea. Donde ofrece un listado de los errores gramaticales más comunes; donde recomienda una lectura juiciosa, siendo esta una fase prioritaria para todo escritor, también insta a aumentar el vocabulario y a emplearlo al escribir; a conocer cuales son las fases elementales en un relato: descripción, narración, exposición, argumentación, persuasión. Y tres atributos que son esenciales, tanto en la descripción como en la narración: la Unidad (cada parte de una composición debe guardar alguna relación con el tema central), la Masa (exige que las partes más importantes de la composición ocupen lugares igualmente importantes en la composición, el párrafo y la oración) y la Coherencia (los efectos sigan a las causas en un flujo constante)

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Vecovurt (Alba Ramírez Guijarro)

La cubierta de Vecovurt ya ofrece al lector alguna pista acerca del contenido de la novela. La casa que vemos en ella bien puede ser la de la pareja protagonista, formada por Yaren y Nit. Una casita preciosa de un film de sobremesa. Al fondo los rascacielos, la modernidad, el progreso financiero, enmarcado en un territorio virgen hasta apenas hace dos siglos. Virgen no, habitado por los aborígenes que fueron borrados del mapa. Vecovurt se sitúa en un archipiélago en el Pacífico, próximo a Groenlandia, en América del Norte.

Podemos pensar en una de esas comunidades modélicas donde el aire que se respira es la felicidad. Si bien, llegado a lo más alto de la pirámide de Maslow, cubiertas ya todas las necesidades físicas y espirituales, parece sobrevenir entre la población el tedio, aquel aburrimiento tan peligroso del que ya nos advirtió Walter Benjamin. Y la manera que encuentra la población de escapar de ellos mismos y de salir del aburrimiento es recurrir al Trupe, una droga legal.

En la pareja formada por Yaren y Nit, completada con los hijos: Jaslu y Lera, entrará Velkan, un rumano que deja los Cárpatos en busca de su particular El Dorado, que bien puede ser Vecovurt. La novela se despliega minuciosamente en el campo psicológico. Está por ver si el nacimiento y el destino van de la mano, aherrojados al determinismo o no. Velkan ha tenido una infancia difícil, su familia no es un dechado de virtudes, sino un puñado de supervivientes golpeados una y otra vez por una realidad que les ha dado muy escasas oportunidades y todavía menos alegrías y sí un resentimiento del que Velkan quiere sustraerse.

Velkan se cuestiona su identidad. Sabe muy bien de dónde viene pero no tanto hacia dónde va. Le gustan las mujeres pero puede encontrar también el amor en los brazos de un hombre. Es rumano pero se puede sentir más de Vecovurt que cualquiera. Se siente escritor pero sus haberes se los proporciona su oficio de repostero, en la elaboración diaria de éclairs a la crema. Es un camaleón que puede reemplazar a Nit cuando se ausente unos meses, y ejercer de marido para Yaren, de padre para Jaslu y Lera. La narración indaga en la posibilidad de ser otro sin dejar de ser uno mismo, si esto es posible. Si bien, al irse de Rumanía y luego volver tres veces, ya constata ahí Velkan una fisura, el cual va teniendo cada vez más claro hacia dónde quiere ir y en qué casilla del tablero quiere afincarse. Por otra parte, Nit es mestizo, de madre aborigen y padre blanco y libra también su particular batalla contra su pasado, identidad y memoria.

El referido tedio también puede verse alterado con la llegada del drama, de la mano de un incidente, como el que sucede en la refinería en la que trabaja Nit. O en otro anterior, como una inundación, lo que permite que las vidas de Nit y Velkan se fundan y confundan. Esos momentos de zozobra parecen espolear a la población, sacarlos de su letargo y monotonía, ofrecerles la posibilidad momentánea de sentirse vivos.

Se habla en la contraportada de odisea contemporánea. Tal vez la novela de Alba Ramírez lo sea. Pueden ser dos décadas para volver a casa, o bien para encontrarse con uno mismo, para cerrar el círculo, para saber que ocupas tu lugar; ese es el proceloso camino que el lector descubrirá siguiendo los pasos de Velkan.

Vecovurt
Alba Ramírez Guijarro
Ápeiron Ediciones
2024
176 páginas

El tiempo de los lirios

El tiempo de los lirios (Vicente Valero)

Comenta Valero que con Paseos por Roma de Stendhal puede recorrer la ciudad con más provecho que con una vulgar guía de nuestro tiempo. Es curiosa esta reflexión, porque a medida que iba leyendo el libro de Valero, donde da cuenta de un viaje por la Umbría de dos semanas, pensaba que si se me propiciaba visitar esta zona en un futuro, lo haría acompañado con este libro en ristre; libro que me recordaba otro del mismo autor: Breviario provenzal.

Aquí, Valero cambia la Provenza por la Umbría y como en aquel recoge las palabras de otros escritores que han visitado los mismos pueblos, lagos e iglesias; pensemos en Rilke, Montaigne, Simone Weil, Hesse, Byron, etc.
El recorrido además de dar cuenta de los pueblos por los que Valero se mueve (Asís, Tuoro, Gubbio, Montefalco, Bevagna, Foligno, Todi, Espoleto…), se centra en lo artístico, yendo a lo religioso, centrando su atención en lo pictórico, por ejemplo, en el pintor español radicado en la Umbría, conocido como Lo Spagna.

Hay también algún apunte a la gastronomía local, pienso en el filetto di manzo ripieno al tartufo e bardato al lardo di Colonnata, pero la columna vertebral del libro es sin duda la figura de san Francisco de Asís. Para ello Valero echa mano del libro Las florecillas. Una suerte de anécdotas y andanzas del santo recopiladas por sus seguidores. Una figura la de san Francisco que no pasa de moda, quizás por su radicalidad; la de sus actos. Su determinación en cambiar de estado, en dejar de ser rico para convertirse en pobre voluntariamente, despreciando lo material y todos los males asociados a la avaricia, a la acumulación absurda de posesiones, el principio rector del turbocapitalismo, para entendernos.

Las últimas 25 páginas cuando Valero ya sale de la Umbría y se dirige hacia Roma (allí visitará la Basílica de San Juan de Letrán, donde se encuentra el prepucio de Jesucristo, y esto lo sé, no por Valero, sino por un libro que estoy leyendo ahora mismo de Martín Olmos) el libro pierde fuelle, como si la armonía reinante se hiciese añicos. No obstante, el resultado es satisfactorio. Es grato leer las reflexiones de Valero, el jugo que saca a sus viajes, sustentadas, como es lo habitual, en las palabras de los que le han precedido, pues al final todo viajero sigue las huellas de los que le precedieron.

El tiempo de los lirios
Vicente Valero
Editorial Periférica
2024
224 páginas

Plomo en los bolsillos

Plomo en los bolsillos. Malandanzas, fanfarronadas, traiciones, alegrías, hazañas y sorpresas del Tour de Francia (Ander Izagirre)

Como esa etapa de 200 kilómetros que comienzas a ver en la televisión cuando aún quedan varios puertos para que finalice, así podía haberme enganchado a este entretenidísimo ensayo de Ander Izagirre, en el capítulo Los relojes de Indurain y Delgado, donde Delgado comienza tarde una contrarreloj, en el año 1989. Yo tenia 14 años y me acuerdo bien de ese día. También de Hinault, Fignon, Lemond, Indurain, Contador y sucesivos. Sin embargo, que me resulte más conocido no hace que los capítulos me resulten más interesantes, al contrario.

El tema del dopaje se ve en el libro cómo castigó la credibilidad del Tour, con la aparición de Armstrong, al que le quitaron los siete Tour (1999-2005) por doparse, sin que se otorgara el Tour a los siguientes clasificados, dado que de los nueve corredores que subieron con Armstrong a los podios de París, ocho acabaron involucrados en casos de dopaje. No obstante, estos movimientos en las clasificaciones, por un motivo u otro, vienen de lejos, pues en 1904, cuando se disputó el segundo Tour, el ganador, Henri Cornet (de 19 años) lo fue cuatro meses después de finalizar el Tour, cuando los cuatro primeros clasificados fueron eliminados por maniobras ilegales.

Es muy curioso el capítulo El arte de la derrota, dedicados a los farolillos rojos, a los últimos de la clasificación como Vansevenant, que lo fue tres veces consecutivas. O su réplica, la maglia nera en el Giro de Italia.

Me resulta muy interesante, por desconocido, todo lo que tiene que ver con el nacimiento del Tour, el 1 de julio de 1903. Un trayecto de 2428 kilómetros, en tan solo seis etapas.

Se reunieron 76 figuras extravagantes, ataviadas como una mezcla de aviador, minero y vagabundo, con los tubulares enrollados en la espalda, con un maletín de cuero en el manillar para cargar con la comida y una botella de vidrio.

La primera etapa fueron ¡¡467 kilómetros!! El ganador; Maurice Garin tardó dieciocho horas en completar la etapa.

Los Pirineos en esa época parecen el Lejano Oeste, y meter por allí las bicicletas parece una locura. Se hizo en 1910. Los Pirineos se cruzaban en dos etapas, de mar a mar. La advertencia era tener cuidado con los osos. Las etapas se realizaban muchas horas a oscuras y eran larguísimas y los ciclistas pasaban toda clase de penurias sobre la bici. El Tour se cobraba vidas, como la de Paco Cepeda en 1935, en el descenso del Galibier. O la de Fabio Casaterlli, muerto en 1995 en el descenso del Portet d´Aspet. O por el abuso de algunas sustancias, cuando no existían todavía los controles antidopaje, como le sucedió Tom Simpson, muerto por una mezcla explosiva de anfetaminas y alcohol.

Pero lo que más brilla en el libro es el pundonor de los ciclistas; las rivalidades tan jugosas entre Fausto Coppi y Gino Bartali (del cual veremos cómo un ciclista también puede servir a una buena causa, más allá de hacernos gozar frente al televisor). O entre Anquetil y Poulidor. Los cinco tours de Merckx y su lucha también con Ocaña. Los Tours de Indurain y gestas no tan conocidas como las de Vicente Blanco, el primer corredor español del Tour en 1910. Aunque hubo antes otro corredor español, José María Javierre, que lo hizo en 1909, que al residir en Francia e inscribirse como Joseph Habière, pasó por francés.

Es una lectura la de este ensayo que te hace emocionarte, no sobre la bicicleta, sino sobre el papel, porque Ander echa el resto en los textos y les da el tono épico que requieren, y así en algunos momentos se saltan las lágrimas de risa o de pena. Baste leer los capítulos dedicados a Walkowiak o Abdel Kader Zaaf.

Palmarés del Tour de Francia

Plomo en los bolsillos. Mala danzas, fanfarronadas, traiciones, alegrías, hazañas y sorpresas del Tour de Francia
Ander Izagirre
Libros del K.O.
2012
228 páginas