Archivo de la categoría: Relatos

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Historias de la Artémila (Ana María Matute)

Historias de la Artémila de Ana María Matute, escrito en 1961, comprende 22 estupendos relatos.
Artémila es un territorio ganado a la imaginación, pero muy vinculado, no obstante, a los recuerdos infantiles de Ana María, a los años que pasó de niña en el municipio riojano de Mansilla de la Sierra, pueblo que fue anegado a principios de los sesenta.
La mirada de la autora no supone un canto bucólico a lo rural, más bien al contrario. Aquí importa más el paisanaje que el paisaje. No son fáciles las condiciones de vida en los pueblos: prima la escasez, y la miseria, menudea la enfermedad, y como colofón la muerte, que se ceba a menudo, en varios relatos con los niños.
Hay un hombre que fantasea con escapar, pero al final se queda junto a su mujer, otro que una vez fallecido el cónyuge experimenta un gran vacío que le obliga a exiliarse a una residencia de personas mayores.
Los niños deberían encarnar la pureza, la inocencia, pero no hay tal (o no como debiera), ya maliciados, apalizados, convertidos en correa de transmisión de la violencia recibida de sus progenitores, se enzarzan entre ellos, se toman la justicia por su mano, hacen sufrir al prójimo (otros niños), entregados a rencillas y venganzas.
En el ambiente hay una mezcla de tristeza y alegría. La de la madre que no ha superado la muerte de su hijo pequeño, la del niño que quiere huir con los foráneos, las jóvenes que mueren repentinamente de tristura, también el rayo de luz en la imaginación infantil, muy capaz de sortear gracias a ella la mostrenca realidad.

Mis relatos favoritos: El ausente, El gran vacío, El rey, Bernardino.

Ana María Matute| Pequeño teatro

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Cielo y sombras (José Ángel Cilleruelo)

En el año 2000, vio la luz el libro de relatos de José Ángel Cilleruelo (autor, entre otras muchas obras, de Diarios, “Dedos de leñador”, novelas, “El visir de Abisinia”; prosas breves “El ausente. Cien autorretratos”), en la editorial (hoy extinta) DVD Ediciones, de título muy evocador: Cielo y sombras.

Los trece variopintos relatos (Siete elegías, Cinco epigramas y una égloga) se cierran o abren como un cielo nublado o raso. Se tornan oscuros, en “Un paciente” cuando un hombre está obsesionado con la limpieza de sus manos, manos homicidas, para las que no hay producto de limpieza capaz de quitar el rastro; pensamiento recurrente y obsesivo instilado en su cerebro como una piedra.
El púgil venido a menos, en “Osito grande”, dispuesto a recibir una somanta de palos en un villorrio a cambio de un emolumento incapaz de retribuir la pérdida de su gloria pasada, con evocaciones de sus andanzas en Nueva York, en los tiempos de Cassius Clay.
Amores imposibles en “Sombras”, en un relato teatralizado clausurado en un diario.
El pasado regresando en aluvión en “Café molido”, texto seminal.
El zumbido” abunda en el misterio y la locura, un paso más en el camino iniciado en “Un paciente”.
El cielo de Manchester”, maridaje de cante, belleza maculada y pureza en entredicho.
En “No he visto mi sombra”, un taxi y un viajero van en busca de las ruinas del pasado, un espejismo, para asumir la ficción de la vida presente.
El cielo de Nino Mallorca”, homenajea a un personaje de Barcelona, Nino mallorca: la voz continua.
Venid a cenar el sábado” relato coral, conversaciones intrascendentes, tono humorístico. Gestar el tópico.
Algunos días” o la necesidad de palabras de una prostituta, coleccionadas de sus clientes; palabras orales y escritas, tergiversadas a veces, pero palabras con(s)tantes y sonantes. ¿Qué hacen los espejos cuando nadie los mira?, uno de los más bellos relatos, a mi parecer, que da pie para una redacción escolar, forzar la imaginación, la cristalización del pensamiento en un aula. “(SIC)” se manifiesta en un tono obsesivo, machacón, bernhardiano, para sacar los colores, sin éxito, al ego del nuevo Presidente de Todas las Academias Habidas y por Haber. “Una luz cruza una una autovía” es la empatía que surge inopinadamente entre un conductor y escritor en ciernes y una intrépida prostituta, buscando otros puntos de vista, lo mismo que el escritor hace en sus escritos, buscando a su vez el lector identificarse en la intimidad del escritor, quien deja de explicarse las cosas para pasar a explicarlas, en el contubernio con su público.

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El amor, el humor y lo demás son cuentos (Enrique Gallud Jardiel, Roberto Vivero)

Enrique Gallud Jardiel y Roberto Vivero
Ápeiron Ediciones
2022
182 páginas

Cuarenta relatos breves. Veintidós a cargo de Enrique Gallud Jardiel. Dieciocho de Roberto Vivero. ¿Los del primero versan sobre el amor y los del segundo sobre el humor? No, dado que el amor y el humor a menudo van de la mano.
¿Hay algo mejor por las mañanas que hacer el humor?.
Del prolífico Enrique Gallud ya disfruté en su día la biografía que escribió sobre Jardiel Poncela así como de su Historia estúpida la literatura.
En estos relatos Gallud pone su erudición al servicio del humor o viceversa. Tenemos relatos armados con títulos de películas, al autor visitándose a sí mismo, le da una vuelta de tuerca a Las mil y una noches, a Homero, a Cupido, juguetea con la intertextualidad, nos sitúa en una conferencia en la que el narrador destila toda su mala baba. O se plantea una solución para el cine español. Relato de final abierto que se cerraría con la solución aportada por el lector.

Roberto Vivero, otro autor habitual en estos pagos librescos (Seducciones, Grita, Jaque al asesino, Carnicería, La tranquilidad con la que mato), nos brinda unos relatos complejos, acerados, violentos, impactantes, extremados, en los que desentrañar la naturaleza humana, sus esperanzas, deseos, contradicciones y compulsiones. Así me lo parece después de leer Braguitas blancas, Acto torpe, Familia, Estampida del solipsismo, Anj o Ya lo hiciste, mi favorito.

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Temblor y otros cuentos perturbadores (J. Mordel)

Lo que nos perturba nos desasosiega e intranquiliza. Es la vulneración del orden, el corte de mangas del caos, la entropía, la caída de los cuerpos, los cantos de sirena de la nada, de la antimateria. J. Mordel (Navarra, 1986) en estos ocho relatos tiene en mente ese propósito: desasosegarnos y lo consigue merced a personajes que superan umbrales y cometen acciones que vulneran las leyes naturales y jurídicas: la violación, el suicidio, el crimen, la desesperanza o el nihilismo.

El Temblor es la nivola o relato más extenso que funciona como epicentro; el resto de los relatos serían las replicas del seísmo. En Temblor, el protagonista es un escritor que a falta de público escribe cartas para sí mismo. Sin futuro, con un presente mellado, la esperanza no forma parte de su vocabulario. Luego sabremos por qué. La literatura, que podría ser su redención, se formula como un abismo, tanto como la satisfacción de las apetencias sexuales. La violencia y la muerte parecen la conclusión lógica, la única salida.

En las réplicas antes citadas, hay relatos que buscan más enunciar que narrar, un anhelo de hacer cristalizar la TOTALIDAD sobre el papel, como en Historia contada de un vagabundo, con un cicerone con querencia por la bebida que oficia de narrador en un teatro, para exponer de forma ordenada y cronológica la historia de la humanidad desde las primeras galaxias y el Big Bang -el punto inicial- hasta el momento presente, en ese maridaje entre humanidad (sin olvidar todas las bellas artes que nos acompañan) y ciencia que nos ha conducido al progreso, y también -ahí brilla el aparato crítico del guionista del monólogo- como a un reparto desigual de los bienes, fruto de la insuficiente solidaridad.

El lugar de los deseos cifra bien lo que es capaz de hacer la literatura sobre el lector, en la capacidad que tiene esta para ensoñarnos, embebernos, embelesarnos y hacernos soñar con el momento en el que cogeremos un libro y nos daremos a la lectura. El protagonista es huérfano, y pasa el verano en la casona del abuelo paterno. El relato se precipita en lo fantástico y abre una puerta (la de un «laboratorio»; la típica puerta que está cerrada en toda película de terror) que le permite al joven fantasear con la posibilidad de desvelar la misma esencia de la Existencia, una especie de imposible pacto fáustico. Muy alto es el precio a pagar: el de ver cumplidos los deseos, como se ve. Son interesantes los anhelos del joven. El deseo que este quisiera ver cumplido.

El mensaje plantea la situación en la que un joven recibe un mensaje al móvil con una hora y dirección. Y ni corto ni perezoso decide acudir. La trama deriva en lo lúbrico, la voluptuosidad llamando a la puerta. Un ritual, una ofrenda, un DIOS al que satisfacer. Una vida por la inmortalidad del resto. La posibilidad de ver el cosmos, como el universo en el aleph borgiano.

En Estúpidamente real, lo perturbador consiste en levantar la mano contra uno mismo. Y el autor sigue devanándose los sesos con lo eterno e inmutable, con las cuestiones del alma y la trascendencia, pero entre manos el intervalo que va entre la nada y la nada: lo que llamamos vida. Una vida sin sentido, el protagonista «No quería a nadie». Su vida es una continua asfixia vital, el relato jodidamente triste.

Morfeo Eterno puede ser el hermano mellizo del anterior relato. Lo terrorífico consiste en desaparecer y que nadie te eche de menos. Porque también aquí el protagonista vaga solo por el mundo, sin nada que lo fije al tiempo y al espacio. Puro nihilismo. No ya solo no dejar recuerdos en la mente de nadie, sino desparecer y no ser echado en falta. Aterrador de solo pensarlo.

Superluna. La última Superluna que verá la Humanidad. El escenario es apocalíptico. Puede ser cosa de dios, del cosmos. Lo humano y lo cósmico aquí interrelacionados. Como en El mensaje también hay una ofrenda sacrificial. Dios no está o mira para otra parte y acontece la violencia sexual y el exterminio. Ofrenda innecesaria cuando el final parece resultar inexorable e inmediato.

Igor es un relato de aventuras por tierra, mar y aire, algo más alegre que el resto, con su punto fantástico. De nuevo la lectura logra sus efectos salvíficos, tanto como un jaramillo que pone bajo Igor a un ser fantástico. Igor incluso disfrutará de los parabienes del sexo, del placer colmado. Y será testigo de las fornicaciones ajenas, ajenidad que no le impide en su condición de vidente voyeurista alcanzar con los fornicadores una unión especial. Aquí lo cósmico y lo humano, al igual que en Superluna, van de la mano.

J. Mordel. Temblor y otros cuentos perturbadores.
140 páginas.
2021.
Autopublicacion.