Uno lee tantas cosas sobre Juan Benet, sobre la inaccesibilidad de su prosa, que si sus novelas son paredes verticales, que si patatín que si patatán.
Para disipar las dudas, los miedines y los temores hay que ir siempre a la zona cero del misterio, que aquí pasa por Volver a Región, al kilómetro cero de la narrativa benetiana.
Quizás sea porque después de haber leído obras como el Ulises de Joyce, La constatación brutal del presente de Avilés, Monsieur Teste de Valéry, Magistral de Giráldez o La broma infinita de DFW, estoy ya currado de espanto, de tal manera que más que pared vertical lo que llevo leído me parece una pista de patinaje, muy bien pulida, por cierto, en la que da gusto desplazarse (topográficamente), aunque sea en círculos, o besando la pista más tiempo que practicando la vertical, pero sobre todo gozando, mucho, con momentos librescos como el presente: