Archivo de la categoría: Crítica

La promesa (Harlan Coben 2010)

Mucho había oído hablar del americano Harlan Coben, valor en alza de la novela negra americana. Así que piqué y aprovechando que por cinco euros vendían en un quiosko la revista de national geographic y este libro lo compré. Y ya puestos lo leí. Resumiendo diré que me ha parecido muy corriente. Tras haber leído los libros de Philip Kerr, Jo Nesbo o Domingo Villar este de Coben me ha parecido muy vulgar, demasiado normalito.

De hecho cuesta bastante entrar en la historia, que va de dos adolescentes de un mismo instituto que desaparecen, al parecer por voluntad propia. Una de ellas es la hija de una amiga del protagonista Myron Bolitar, quien en su día fue un deportista de éxito hasta que una lesión le apartó de los focos y se ganó luego la vida como represante tanto de deportistas como de rutilantes estrellas cinematográficas. Myron le pide a la fugada que si se encuentra en peligro, o es de noche, sus amigos han bebido y no quiere poner su vida en peligro, que le llame, que él acudirá a su encuentro sin hacer preguntas y la llevará sana y salva a su casa. El caso es que una noche Myron debe cumplir con su promesa, pero no resulta todo como debería. Así Myron se posiciona como culpable dado que fue el último que vio a la chica antes de desaparecer. A partir de ahí, este deberá buscarse la vida e investigar para demostrar su inocencia y que el lector se entera de qué diantres está sucediendo.

La mayor pega que le haría al libro es que hace aguas por todas partes cuando Coben en lugar de mostrarnos las idas y venidas de Myron, nos expresa los sentimientos del resto de personajes que pululan por el libro, y esto lo hace de una manera muy simple, ventilando asuntos de un plumazo. Precisamente es ahí, en los pequeños detalles, donde un escritor debe hacer gala de su buen oficio. Para Coben no existen los grises. El prota prefiera que su hijo vuelva ileso del frente si a cambio deben morir mil civiles, el que está dispuesto a vender su alma para que su hija vaya a una «buena universidad», el emigrante que sabe que nunca llegará a nada, las jóvenes que se meten de todo porque están perdidas, el hombre que golpea con saña a su mujer para sentirse más hombre, y así un largo etcétera.

Contra el viento del norte (Daniel Glattauer 2010)

Contra el viento del norte Daniel GlattauerEl libro del autor austriaco Daniel Glattauer está concebido como una declaración de amor, soterrada eso sí, entre un hombre llamado Leo y una mujer de nombre Emmi, la cual quiere darse de baja en la suscripción de una revista y que envía un mensaje a tal fin, llegando el correo a otro destinatario, un tal Leo, que responde a la primera poniendo en su conocimiento que ha envíado mal el correo. Este hecho a priori azaroso e intranscedente, se convierte en el preludio de un intercambio de correos, asumido como un juego por ambos, donde a medida que pasan los días, y el contenido de los mensajes se vuelva cada vez más íntimo y personal, paralelo a esas existencias reales; Emmi está casada y tiene dos hijos, y Leo tiene amigas y novias casuales, esa relación virtual irá tomando fuerza, ocupando cada vez más espacio en sus cerebros, en sus pensamientos, convirtiéndose para ambos casi en una obsesión.

Los meses transcurren y durante casi dos años, sin llegar a verse las caras, ese inminente encuentro parece que por a o por b, nuncá podrá realizarse. El autor controla bien los diálogos, resultan ocurrentes, chispeantes, a veces son un mero tránsito, un coger impulso para lo que avecina. Lo que se lee, conmueve, resulta tierno, cariñoso, sarcástico, cruel a veces, porque Emmi dice lo que piensa, mientras Leo sabe encajar los golpes y así como lector eres testigo de excepción de cómo surge el amor escrito, el enamoramiento virtual del otro, el corazón encabritado ante una pantalla de ordenador, donde el correo del amado es casi como tocar el cielo con las manos. Quien nunca haya enviado un correo electrónico esto seguramente le resulte una sandez o no, a saber, pero si usas este medio y alguna vez has empleado esta herramienta como arma de seducción, es de ley valorar el mérito de Glattauer de sacar adelante un libro de estas características sin caer en la ñoñería o en la fantasía. Dicho queda. La continuación a este libro se ha publicado cinco meses más tarde a finales de noviembre de 2010, y se titula Cada siete Olas.

Cada siete olas (Daniel Glattauer 2010)

Cada siete olasCada siete olas es la continuación de «Contra el viento del norte«. Los personajes, huelga decir, son los mismos, Emmi y Leo. Él vuelve de Boston y de nuevo retoman su contacto virtual. Pero a fin de que la cosa no caiga en el vacío, deciden finalmente verse lo cual supone una novedad.

Estos encuentros son la clave que determinará su próxima relación. Una vez que Leo y Emmi tomen forma corpórea, ya no serán solo las palabras su alimento, sino también las sensaciones experimentandas, esos roces sobre la piel que dejan una huella indeleble, un rostro que no se olvida. Para poner algo de picante en la salsa, aparecerá en escena Pam, una novia de Leo con la que está dispuesto incluso a casarse o a irse con ella a los Estados Unidos, lo cual claro está supondrá un mazazo para Emmi, al tiempo que obligará a Leo a deshojar la margarita y definir claramente qué es lo que quiere, cuales son sus deseos y objetivos, para luego obrar y actuar hacia eso dirección. «Si quieres algo, cógelo», «Si algo te gusta, lucha por ello».

Me ha resultado menos emocionante y vibrante que el anterior libro de Glattauer. Menos contundente y sorprendente. La historia es una continuación del primer libro, el cual sí me supuso una sorpresa, habida cuenta de cómo está pergeñado, a través de esa relación epistolar virtual que deviene en una obsesión para ambos, cuya lectura se devora. Este también lo he leído del tirón, no hay otra manera de hacerlo, si se quiere disfrutar en su plenitud, aunque le den a uno las tantas de la madrugada.
Me alegro por su final, y les deseo a ambos mucha suerte.

El fin de una época (Iñaki Gabilondo 2011)

El final de una epoca Gabilondo Iñaki Gabilondo es ya una marca dentro del periodismo. Como él mismo afirma a lo que un periodista puede aspirar es a que se reconozca su integridad, que sea poseedor de unos valores, que los lectores reconozcan en él a alguien de confianza. Gabilondo, quien conoce bien el medio radiofónico y el televisivo, ha publicado a comienzos de 2011, El fin de una época, un libro de reducido formato, poco más de 150 páginas, donde hace unas interesantes reflexiones sobre cúal es la función del periodismo y la misión del periodista, sobre qué porvenir le augura a su profesión, criticando hechos que a todos resultan evidentes, como la obsesión por los índices de audiencia, donde cada punto del share, apareja unos beneficios, de ahí que sin importar la calidad del producto, lo fundamental es si el programa vende o no, esto es, si hay una audiencia detrás o no.
Comenta como de los millones de cosas que pasan en el mundo, solo se tienen en cuenta unas cuentas y como los medios siempre manejan la misma información, suministrada por unas cuantas agencias a nivel miundial, como los gabinetes de prensa proporcionan las noticias ya elaboradas a los medios, que lo más que hacen es difundirlas. Como todo está marcado por el espectáculo, como los telediarios abundan en lo catastrófico y en lo anecdótico, buscando lo espectacular, el morbo. El principal problema es el tiempo. Todo se digiere y vomita igual de rápido. No hay tiempo (ni ganas apunto yo) para la reflexión. El periodismo se ha contagiado de la publicidad y ofrece titulares a bombo y platillo, el cuerpo de la noticia pasa a un segudo plano.
Muchas más cosas comenta Gabilondo en este libro, que merece la pena ser leído. Gabilondo es una institución en el mundo del periodismo, un clásico. Sabe perfectamente que las cosas están cambiando, que todo va muy rápido, que internet traerá cambios a la profesión periodística. Todo es complejo. Gabilondo tiene su espacio en internet donde podemos ver sus videoblog. Cuando habla de los Bárbaros, supongo que se refiere a los que comenta Baricco en el ensayo de ese mismo título.