Presentación de mi última novela, Cuando el corazón se cierra hace más ruido que una puerta (Ápeiron Ediciones, 2025) en la librería Santos Ochoa (Calvo Sotelo, 19, Logroño).
El miércoles 25 de junio de 2025: 19,30 h – 21 h.
Presentación de mi última novela, Cuando el corazón se cierra hace más ruido que una puerta (Ápeiron Ediciones, 2025) en la librería Santos Ochoa (Calvo Sotelo, 19, Logroño).
El miércoles 25 de junio de 2025: 19,30 h – 21 h.
Sergio Calleja Puerta apela en este breve ensayo a la solidaridad, la justicia social y los derechos humanos. Trabaja en la sanidad pública y sabe de lo que habla. Sabe qué vale la pena mantener y qué hay que defender.
Por eso el primer capítulo se titula El espíritu del 45. Aquel espíritu que se manifestó al acabar la segunda guerra mundial, en el Reino Unido. Los británicos decidieron que si habían conseguido doblegar a los nazis, deberían intentar derrotar también a la pobreza, al desempleo, a la ignorancia y a la enfermedad en su país. Y eso pasaba por crear un Sistema Nacional de Salud.
Y todo esto tiene que mucho que ver con la conquista de los derechos, a la que cierta oligarquía financiera se opone. Para ello Calleja recurre a las palabras de Enrique del Teso.
El derecho a la educación pública evita la manipulación de las clases populares. Los derechos no existen sin el servicio público que los garantiza. Para allá esa falta recursos había impuestos y eso va en contra de la tendencia de la acumulación del capital en manos de la oligarquía. Los derechos son un espacio de lucro perdido. Por eso el trabajo constante para su acabado servicios públicos.
En España, por culpa de la dictadura franquista, tardamos unas cuantas décadas mas en poder tener una sanidad pública. La cual hoy quieren muchos privatizar, bajo el argumento o mantra de que lo privado siempre es más eficaz y eficiente que lo público.
El autor advierte de los cuatro riegos principales que entraña la colaboración público privada, a saber: en la mayoría de los casos es el método más caro de financiación. Conlleva más riesgos por la parte pública. La colaboración público privada suelen adolecer de falta de transparencia de escrutinio, y en algunos casos pueden resultar en abusos contra los derechos humanos, sociales, ambientales y de género.
Lo que es evidente es que hay ciertos espacios que el mercado no cubre (dado que este solo atiende a los dictados del rendimiento, la eficacia, la eficiencia, la rentabilidad etc) y esos servicios, o la garantía de ciertos derechos, solo pueden ser prestados por el Estado. Y a veces incluso el Estado falla. Lo vemos en la Cañada Real, o lo sucedido en El Ejido, cuando fue noticia, en el 2000, por unos asentimientos chabolistas y otras viviendas que les iban a reemplazar y que nunca se hicieron.
Esos derechos que antes fueron privilegios pueden volver a serlo. Lleva razón Sergio.
En nuestros días el Estado, tomado el asalto por el pensamiento neoliberal, no reconoce en la práctica los derechos asociados al estatus de ciudadanía, pues contempla la ciudadanía desde una doble condición: como un «recurso humano», al servicio de la economía y, en el reverso, como una «carga social».
Las palabras de Gramsci, de 1917, con las que concluye el libro no pueden ser más acertadas.
Lo que sucede, no sucede tanto porque algunos quieren que suceda como porque la masa de hom-bres abdica de su voluntad, deja hacer, deja amarrar los nudos que luego sólo la espada podrá cortar, deja promulgar las leyes que luego sólo la revuelta podrá derogar, deja que asciendan al poder hombres que luego sólo un motín podrá derrocar. La fatalidad que parece dominar la historia no es otra cosa que la apariencia ilusoria de esta indiferencia, de este absentismo. Algunos maniobran, otros trafican material-mente con los sacrificios de muchos, otros todavía desangran al prójimo; pero pocos, en realidad, son los que actúan, los que luchan.
Sergio Calleja Puerta
Toda persona. Una defensa de la sanidad pública
KRK Ediciones
2025
106 paginas
No parece que la humanidad en su conjunto esté hoy en día muy por la tarea de que reine la paz. Basta echar un ojo para ver cómo en el mundo los conflictos armados se distribuyen por casi los cinco continentes. No solo los más sonados: la guerra entre Ucrania y Rusia, después de que Rusia invadiera Ucrania, o la guerra entre Israel y Hamás, después de que Hamás matara el 8 de octubre de 2023 a sangre fría a 1195 civiles israelitas y secuestrara a 251 civiles, e Israel decidiera responder asesinando a más de 55000 civiles palestinos (de los cuales más de 15000 son niños. También hay periodistas, médicos, trabajadores humanitarios…) y dejando a cientos de miles de personas palestinas al borde de la muerte por inanición (o muertos al ser tiroteados en las colas del hambre), y asimismo expulsándolos de su territorio, con la idea de limpiar la franja, negándolos y negándoles el derecho a vivir en un Estado Palestino. Estos son solo dos de las más de dos docenas de conflictos armados repartidos por el mundo.
Este libro, este Archipiélago humano, es una llamada de atención, o una invitación a pensar sobre el estado actual de este mundo tan convulso, centrando su atención en el ser humano. No solo en el vecino, el migrante, el sin papeles, el desplazado, el apátrida, el indigente. Hoy, el derecho a existir vemos que está en entredicho. Si un ser humano muere en el mar, el titular, a menudo, es que el muerto era un sinpapeles, o un ilegal. De esa manera parece minimizarse lo que ese titular esconde, y es que un ser humano ha muerto. Estas personas que mueren, y que muchas de ellas son antes expulsadas de sus territorios, de sus viviendas, a consecuencia de guerras, bombardeos, o limpiezas étnicas, recalan en campos de refugiados; una tierra de nadie, en donde nacerán algunos niños, ¿con qué nacionalidad? ¿con qué futuro? ¿con qué esperanza?
El libro es un diálogo entre los textos de Teju Cole y las fotografías de Fazal Sheikh. Las fotografías son ruinas de ciudades abandonadas, de cielos nocturnos indios, de mujeres cubiertas e invisibilizadas, de andas funerarias a la espera de la cremación, de las heridas en la tierra, y en los rostros. Rostros (en blanco y negro) curtidos que miran al fotógrafo sin ofrecer la manida sonrisa occidental. Más bien un cansancio profundo, incluso en los rostros más jóvenes. Aquí no hay poses, felicidad epidérmica y de postín, sino tristeza, sufrimiento y desesperanza, en los ojos que van mucho más allá de la lente del fotógrafo para ofrecernos una ruta y un pasado que se inició a saber cuándo. Personas que viven en campos de refugiados, en Somalia, en Afganistán… Teju va lanzando mensajes al aire, preguntas acerca de quién es mi vecino, de quién es cómo yo, preguntas que tienen que ver con la idea de ciudadanía, de identidad, de ser extranjero, de ser diferente, ¿en qué?
Las diferencias superficiales no deberían cegarnos acerca de la similitud fundamental entre los proyectos israeli y estadounidense. Ambos son proyectos totalitarios, que dividen a los gobernados entre ciudadanos (a quienes se les otorga humanidad) y no-ciudadanos (implícita o explícitamente considerados animales-). A un animal siempre se le puede matar.
«El totalitarismo moderno puede ser definido como la instauración, a través del estado de excepción, de una guerra civil legal que permite la eliminación física no solo de los adversarios políticos sino de categorías enteras de ciudadanos que por cualquier razón resultan no integrables en el sistema político». Estado de Excepción. Giorgio Agamben.
Un libro muy hermoso y muy valioso, también desgarrador. Y por tanto necesario, hoy en día que parece que nos encaminamos poco a poco al precipicio, poniendo al mando, al frente de los países más poderosos del mundo, a las personas más belicosas, más desalmadas y menos humanas imaginables.
Traducción de Regina López Muñoz. Ediciones Comisura
El fin de Sodoma nos puede hacer pensar en el relato bíblico en el que Dios destruye Sodoma y Gomorra por su maldad y por pecar contra el Señor, mediante una lluvia de fuego y azufre. En 1785 el Marqués de Sade escribe los 120 días de Sodoma, un libro pródigo en excesos. En 1890 Hermann Sudermann escribió la obra de teatro El fin de Sodoma, que es la que ahora nos ocupa, después de haber sido traducida al castellano por mano de Roberto Vivero y publicada por Ápeiron Ediciones.
Sin que en la obra medie ninguna lluvia de fuego y azufre, ni sea este tampoco el epítome de la perversión, Sudermann maneja unos materiales que para la época -finales del siglo XIX- debieron resultar escandalosos.
En unas pocas jornadas se desarrollan los acontecimientos, en unos espacios cerrados, en el interior de las casas, donde vamos viendo la lucha que ciertas naturalezas mantienen contra las convenciones sociales (pensemos en el matrimonio) y los roles asignados (el papel dado a la mujer).
El fin de Sodoma nos remite aquí también a un cuadro, obra de Willy. Cuadro que le ha otorgado cierta fama y envanecimiento, también cierto vuelo y la presunción de un Ícaro que se cree capaz de volar hasta el sol, viéndose cegado por la vanidad. También un Casanova de baratillo, un manipulador de sentimientos y mujeres, un pervertido moral que mantiene una relación con una mujer casada, y mayor, Adah, quien oficia como mecenas y benefactora suya, haciendo oídos sordos al qué dirán. Víctimas ambos, en su condición de naturalezas poco domésticas, más bien salvajes, que no entienden de normas ni límites, imprevisibles como el fuego. Así son o se piensan Adah y Willy.
Alrededor de ellos pululan otros personajes menores, como el marido de Adah, o su sobrina Kitty, la cual, en uno de los desvaríos de Adah, y con la intención de domeñar la inestable naturaleza de Willy, es ofrecida a este como esposa.
El amor también se manifiesta en otra relación, la de la sirvienta Clara, muchacha que ha salido del estercolero que ha sido su vida cuando tiene la inmensa fortuna de conocer a María, la señora Janikow; una madre para ella, y que tiene la mala fortuna de caer en las redes de Willy, el hijo de María, para el que todo es un juego, incapaz de ponderar el efecto de sus acciones y palabras. ¡La pobre Clara! Enamorada de ella está el joven Kramer, opositor para profesor.
Está también Riemann, que al restablecer contacto con Willy se empachan ambos de pasado, rememorando aquellas jornadas de farra y mujeres muniquesas, entregados a su labor creadora desde el amanecer hasta bien entrada la noche, para luego darse a la bebida…
Todos estos personajes secundarios son una especie de decorado, pues el busilis, lo mollar de esta historia es el devenir de Willy, la capacidad que tiene este para echarlo todo a perder, comenzando por sí mismo, sin que su mano negra sea incapaz de resultar inocua y sin que se le logre la posibilidad de la redención, el borrón y cuenta y nueva, el reseteo y purificación de toda la maldad que lo ciega y ensimisma.
Cuando llegué al final del libro, cuya intensidad acrece a cada página, hasta su resolución final, pensé en la novela Stoner. En la novela era un libro, aquí es un caballete, un lienzo, el preludio de la caída (final y definitiva) del telón.
El fin de Sodoma
Hermann Sudermann
Ápeiron Ediciones
Traducción de Roberto Vivero
2025
221 páginas