Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza

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Ensayo sobre el estudio de la literatura (Edward Gibbon)

Ensayo sobre el estudio de la literatura
Edward Gibbon
Ediciones del Subsuelo
2022
142 páginas
Edición y traducción de Antonio Lastra

Edward Gibbon (1737-1794) plantea este escrito sobre el estudio de la literatura como un ensayo (publicado en 1761), un antecedente de la que sería su obra magna La historia de la declinación y caída del imperio romano.

De entrada reivindica Gibbon el valor de los antiguos, para él, objeto de estudio y consideración. Clama ante el atropello de haber reemplazado el concepto de las Bellas artes por el nuevo término (en aquel momento, finales de siglo XVIII, un
neologismo) de erudición.

Encarece Gibbon a aquellos que han consagrado sus trabajos a la literatura, hablamos de Erasmo, Casaubon, Gerard Vosio, Justo Lipsio, Tanneguy Le Fèvre, Isaac Vosio, Eurípides, Terencio.

El conocimiento de la antigüedad es nuestro verdadero comentario, pero lo que aún es más necesario es cierto espíritu como resultado. Un espíritu que no solo nos hace conocer las cosas, sino que les familiariza con ellas y nos da, al respecto, los ojos de los antiguos.

El conocimiento exhaustivo de los antiguos permite su comprensión. Gibbon expresa este conocimiento en términos casi de posesión. Poseer la antigüedad, expresa.
Horacio y Plauto son casi ininteligibles para quienes no hayan aprendido a vivir y a pensar como el pueblo romano, dice Gibbon.

Encarece el autor las Geórgicas de Virgilio.

Se lee con el gusto vivo que se debe a lo bello y con el placer delicioso que la amenidad de su objeto inspira en toda alma honesta y sensible.

Si se adoptan mis ideas, Virgilio ya no es un simple escritor que describe los trabajos rústicos. Es un Orfeo que maneja su lira para que los salvajes depongan su ferocidad y reunirlos con los vínculos de las costumbres y las leyes.

Considera Gibbon a Aristóteles el padre de la crítica. Para Gibbon, la crítica es el arte de juzgar escritos y escritores; lo que han dicho (gramática) si lo han dicho bien (retórica), si han dicho la verdad (historia).

Para él, el buen crítico es modesto y sensible, no expone sus conjeturas como verdades, sus inducciones como hechos, sus verosimilitudes como demostraciones.
Avanzando en el ensayo este abunda más en la historia de Roma, abordando por ejemplo la cuestión de la flota romana, casi inexistente. En cuestiones como esta la crítica no trata de alcanzar una demostración, sino de comparar el peso de las verosimilitudes opuestas.

Entiende Gibbon que el poeta debe darse a la ficción, al contraste, a la colisión de caracteres, de tal manera que el poeta no plasme a los héroes como la historia nos los ha dado a conocer.

Lo bello obra con más poder sobre el alma que lo verdadero sobre el espíritu.

El espíritu filosófico consiste en poder remontarse a las ideas simples, en captar y combinar los primeros principios.

Y qué estudió puede formar este espíritu se plantea Gibbon. Él cree que el estudio de la
literatura, el hábito de convertirse, por turno, en griego, romano, discípulo de Zenón o de Epicuro, es el apropiado para desarrollarlo y ejercerlo. Bajo este espíritu, la historia se asimila como un sistema, relaciones, una secuencia, donde los demás no disciernen sino los caprichos de la fortuna.
Para el espíritu filosófico hablamos de causas y efectos. Desliga el autor el carácter de un siglo a la acción de un hombre.

Prefiere los pequeños trazos a los hechos brillantes. La clave está en elegir o cómo elegir los hechos que deben ser los principios de nuestros razonamientos. Para él es deseable que los historiadores sean filósofos, como Tácito.

Se lamenta Gibbon de la pérdida de las leyendas griegas, explica que en los primeros siglos de Grecia los dioses no eran héroes. Evémero de Mesina, afirma que los dioses no eran más que hombres, los cuales alcanzaron fama, hasta llegar a ser deificados. En Pancaya, isla pérdida en el Índico, dijo Evémero se encontraban las tumbas de los dioses, los
primeros reyes de la isla. Luego la superstición permitió franquear los límites y los héroes se convirtieron en dioses.
Los antiguos rendían culto a Júpiter, Neptuno, Plutón (estos dioses dan razón de todos los efectos de la naturaleza); los egipcios en Osiris, su primer dios. Y fija dos hipótesis. En una, los seres humanos reciben del Creador la voluntad y la razón. En la otra siguen las leyes que prestablece la divinidad, dioses que adoptaron forma humana, fueron venerados a través del arte, en templos e iglesias.

En los capítulos inéditos que cierran el libro Gibbon expone algunas ideas sobre los romanos que desarrollará en su posterior obra magna.

Elogian una acción de sus compatriotas, la reencuentran en sus enemigos y en seguida les parece atroz […] pensaban y obraban como si sus vecinos fueran enemigos, sus aliados súbditos.

El ensayo va provisto de un buen número de notas explicativas, a cargo del también traductor del texto, Antonio Lastra.

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Al brillar un relámpago escribimos (Manuel Fernández Labrada)

Al brillar un relámpago escribimos
Manuel Fernández Labrada
Trea Ediciones
2022
140 páginas

Manuel Fernández Labrada es autor de las novelas El refugio (2014), La mano de nieve (2015) y Ciervos en África (Trea, 2018). De esta última hablé hace cuatro años, coincidiendo con su publicación y guarda relación con Al brillar un relámpago escribimos, la última creación literaria de Manuel. Si en Ciervos en África el lector tenía ante sí una suerte de fabulario apócrifo en el que el autor, bien provisto de humor e ironía daba una vuelta de tuerca a los mitos griegos, aquí, sin desatender esos mitos, abunda más en la actualidad.
En total, 226 minificciones divididas en cinco apartados: Tipos de cuento, La feria de los machistas, Colgados del pentagrama, Heridos de tiza y El peor amigo del perro.

Minif(r)icciones que son puertas abiertas al infinito en las que el autor aborda los machismos (y micromachismos, usos y abusos), el animalismo, la pedagogía, la crítica literaria, la (de)función editorial, las brechas digitales, la fama literaria, y un sinfín de temas más, abordados oblicuamente, con mucho sentido del humor y agudeza, tal que vale la pena leerlos varias veces para sacarles todo su jugo. Minificciones que nacen ya desde el título del capítulo, siguen en el encabezado de cada página y se rematan entre paréntesis como faldón de la minificción. En tan corto recorrido a veces, un título es crucial, tan decisivo como el texto que lo acompaña, desarrolla, o secunda.
En la página web del autor, Saltus Altus bitácora de reseñas literarias indispensables podemos leer algunos de las minificciones de este espléndido libro. Comenta ahí el autor que su única ambición al escribirlo ha sido la de entretener al lector estimulando su imaginación. Objetivo cumplido.

Ahí van algunas de mis minificciones favoritas. Y válgame el oxímoron, no dejen pasar estas emolientes inve(c/n)tivas.

Nuevas tecnologías

El futuro del libro no está en los e-books y los e-readers, sino en el robot que sabe leer directamente del papel: una avanzada herramienta desarrollada por nuestros ingenieros que resulta imprescindible para los libros regalados, los de letra pequeña o borrosa, los voluminosos, los extensos, los aburridos, los dificiles de comprender… La máquina, que ha sido testada exitosamente con La comedia humana de Balzac, ofrece a su poseedor un resumen completo del argumento, así como una breve nota crítica: todo ello en un documento de extensión inferior a las diez líneas, original y fácil de memorizar. El autómata resuelve con igual rapidez la lectura de otros textos aún más fastidio sos: manuales de electrodomésticos, envases alimentarios, prospectos de medicamentos, originales remitidos a las editoriales y concursos…

Señalaremos, finalmente, que este nuevo modelo de robot es mucho más complejo y sofisticado que nuestro anterior invento: el autómata que escribe los libros.

(Lectio facilior)

Historias de éxito

«… sentí una fuerte comezón en la punta de los dedos y me dispuse a escribir lo que bullía en mi mente. Tras quince minutos de intenso trabajo me detuve y conté las líneas de texto. ¡Eran catorce! Luego medí los versos… ¡y anoté once! También observé las rimas, que manifestaban una asombrosa regularidad. Admirado ante tanta belleza, hice una rápida consulta online en el ordenador y confirmé mis sospechas: ¡Era un soneto!».

(Taller de escritura automática)

[…]

Debido a la rotura de nuestra destructora de papel, queda sus pendida temporalmente la recepción de manuscritos.

(Un motivo de peso)

Al fin hemos hallado la mejor manera de resolver el espinoso asunto de la recepción de originales: colocar un buzón de la editorial en la planta municipal de reciclaje.

[…]

.

(La solución final)

Desaparecido Memnón, la estatua viviente, no le ha sido difícil a Herta ganarse la vida en el circo. Acostumbrada a tener que hablar siempre por su marido, nuestro director se apresuró a recomendarle que se hiciera con un muñeco articulado.

(Taller de ventriloquia)

El recital de música contemporánea que nos brindó ayer el famoso violinista griego levantó un poderoso muro de incomprensión a su alrededor. Por fortuna, los brillantes solos de música barroca interpretados hoy por el no menos célebre trompetista judío lo han derribado con facilidad.

(Tebas vs. Jericó)

Eterno retorno

Nadie puede negar que nuestro instituto ha sido el primero en desarrollar un currículo académico inspirado en principios estrictamente ecológicos y sostenibles. Gracias a una innovadora práctica docente, fundamentada en la callada labor de nuestros profesores, los alumnos terminan su ciclo sin haber aprendido nada de nada, viéndose obligados así a cursarlo de nuevo al año siguiente. A este proceso sin fin, que nos garantiza un alumnado siempre estable y perfecta mente integrado, lo denominamos «Cariños que matan

Una de las ramas más interesantes de la veterinaria actual es la psi coterapia canina, una especialidad que se ha revelado muy útil en el diagnóstico de patologías perrunas que hasta la fecha habían pasado desapercibidas.

Tal es el caso del denominado «complejo de peluche»>, un morbo del que desconocemos las causas, pero que hace estragos entre los pe rros más pequeños y mejor atendidos. En efecto, de poco sirve que el animal sea lavado, esquilado, peinado, perfumado, desparasitado, vacunado, castrado y abrigado con esmero. La enfermedad, que se inicia con manifestaciones leves de tristeza y sueño prolongado, alcanza pronto estadios de mayor gravedad, caracterizados por una astenia debilitante, pérdida progresiva del movimiento y afonía. Llegados a este punto, la curación de la mascota resulta ya muy difícil, y lo más recomendable para su dueño será que la lleve a un taxidermista.

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Horda (Ricardo Menéndez Salmón)

En su novela El silencio, Don DeLillo planteaba la situación de un apagón digital. Una imagen del silencio, en el que nos veríamos sumidos. Un silencio que quizás, me pregunto, no nos sería liberador. En Horda, Ricardo Menéndez Salmón, nos presenta un horizonte distópico, limado, vaciado por el silencio humano. Si Lluís Duch acuñó la feliz expresión «empalabrar el mundo«, aquí tenemos un mundo sin palabras, sin risa, sin recuerdos. Pregunto ¿Podemos seguir hablando de humanidad?
Si el orgullo humano en la construcción de la Torre de Babel fue castigado con el caos de las lenguas, aquí otra clase de presunción (el abaratamiento del lenguaje; aquel del que nos hablaba Javier Marías en este artículo) es castigada con el silencio, la sustracción del lenguaje y los recuerdos. El humano así vaciado cuenta con un mono como mascota. Al frente los niños. El que ponga un pie fuera del tiesto será eliminado. El ojo panóptico es Magma es Tesauro. El humano un ser vaciado, convertido en un cascarón de carne y hueso.
El protagonista es Él, arquetipo de la resistencia y la esperanza. Y sin nada que perder decide huir, buscar el norte. A su vera un bonobo. Dos criaturas bajo un cielo vaciado de dioses.
En una esfera, cuanto más te alejas, más cerca estás de regresar al origen.
Si la evolución condujo hasta el homo sapiens, como nos pasa en el juego de la Oca, a veces hemos volver al punto de partida. Avanzar ya no sería sólo una cuestión de suerte, sino de hacer las cosas de otra manera.

Leer bien significa arriesgarse a mucho, dijo Steiner. Arriesguémonos, y de paso disfrutemos de la prosa de Ricardo y su sintaxis, hontanar en el que abrevar para apagar, aunque sea momentáneamente, la sed.

Ricardo Menéndez Salmón en Devaneos

Gritar
Los caballos azules
La ofensa
La luz es más antigua que el amor
La noche feroz
Niños en el tiempo

El Sistema
Homo Lubitz
No entres dócilmente en esa noche inquieta