Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza

IMG_20230922_142500

Las fieras (Roberto Vivero)

Las fieras es la primera pieza narrativa de Roberto Vivero. Publicada en 2009 en Baile del Sol (la contraportada rezaba así: Abecedea el escritor en los umbrales y límites de la literatura: hospitalidad para el hombre o monadología estética, en las alcantarillas por las que corren las lavazas del alma habitan las fieras) y posteriormente en 2022 en Ápeiron Ediciones.

Para mis cadáveres
y mis asesinos.
No os olvido. A ninguno.

La dedicatoria, el título de la novela y la foto de la cubierta pueden darnos algún pista acerca de la trama de libro.

El libro es un abecedario, 29 relatos sobre ¿niños? o ¿hemos de considerarlos fieras?, de la a, a la zeta, cada relato es un retrato, un aguafuerte, encabezado con el nombre del niño, Alicia, Enrico, Herminia, Teresa, Víctor… pero el nombre no nos dice tanto como lo que los completa: la niña podrida, la niña Tétrica, la niña Desierta, la niña de las Nubes, el niño Ubicuo, etcétera.

Ya en las postrimerías del libro leo “habría que prohibir la procreación durante un tiempo”. ¿Es esta la conclusión lógica a la que hemos de llegar después de haber culminado la lectura?, ¿Son niños o engendros los que desfilan por estas páginas?

Una lectura que no será complaciente ni agradable para el lector, ya que en el texto se suceden acciones por parte de los niños situadas al margen de la moral, pensemos en la zoofilia, la prostitución o el incesto.

Viene la conducta infantil marcada por la violencia, la indolencia, el egoísmo; niños que parecen adultos, y ahí quizás reside el quid de la novela, porque esas acciones talvez no haya que esperar a la edad adulta para cometerlas, y entonces la que nos venden como tierna infancia deviene un territorio hostil, hosco, amenazante, asfixiante para unos, que han de soportar burlas, agravios, agresiones y abusos, mientras otros en su libérrimo proceder hacen sufrir a sus progenitores con su egoísmo, indolencia y soberbia.

Niños o fieras, donde el espacio físico se convierte en un zoo humano y cada cual ha de hacer valer sus herramientas en pos de su supervivencia o de su buscada inacción. A unos los menoscaba la soledad, la introspección estéril, otros salen de sí mismos mediante la experimentación masturbatoria con sus cuerpos a lomos del deseo y hacia la tierra prometida del sexo, otros hacen que las pasen canutas los profesores con su nefasto comportamiento y pienso en Lema, el niño Levantaclases y en los padres subyugados por sus hijos, frente común frente al profesorado, luchando (los primeros) para que la enseñanza se pareciera más y más a una autoescuela.

El gran logro de la novela es que cada niño y niña se nos presentan con cualidades y atributos muy distintos, gracias a un lenguaje rico y en continuo desarrollo que me resulta sorprendente, en la construcción de frases inéditas (esquiva el giorgone de la tempestad de las miradas; se abrazan en un laocoonte de amor hecho puzle; un superbo y protervo elitista del daño y la inanidad; Mortadélico, camuflante, ibañizado por las circunstancias) y en donde la escritura iría trazando distintos retratos al carboncillo de los niños. Lo que veríamos no sería su rostro angelical, más bien su alma negra, abierta entonces la caja de Pandora de las pasiones y las obsesiones, de los deseos inconfesados y las acciones inmorales, de las servidumbres del determinismo, de las inercias nefastas del dejar hacer al educar, gracias todo ello a un narrador que examina (o los describe) con la misma frialdad y objetividad con la que un entomólogo viviseccionaría un insecto.

Empuja al perro hacia su entrepierna, rápido. Hunde su hocico. Saca la lengua, rápida, áspera, mojada. Lame a Llana hasta que la marea sigue subiendo en olas que arrastran trozos de Luna, cristales de luz fría, y con cuatro, cinco, seis golpes secos de cadera, de mero ser, el agua deja en la orilla de sus labios una sal purulenta que, como una droga, corre por su sangre envenenándola de éxtasis.

Restitución

Restitución (Mario Martín Gijón)

Restitución
Mario Martín Gijón
2023
280 páginas

En marzo del año pasado leí La pasión de Rafael Alconétar, novelaberinto u obra maestra, como prefieran, por si lo de novelaberinto no les impele a la lectura. En abril del presente año Mario publicó en Pre-Textos la novela Restitución.

Me llevé la novela en un viaje por Italia, a Venecia en concreto. Comienza así:

Fue en medio de una tormenta apocalíptica, mi rostro iluminado por el claroscuro de los relámpagos, que abandoné para siempre la Ciudad de la Belleza. Había estado sesteando en Campo San Polo, mirando a los alemanes tomarse sus Aperol Spritz

La Ciudad de la Belleza es Venecia y durante las primeras páginas me afané por buscar en la ciudad aquello que se iba mentando en la novela. La iba leyendo a paso de proboscidio, embargado además por una sensación extraña, pues creía estar leyendo una novela histórica, aunque luego comprobé que estaba ambientada en el presente, que un episodio, como El hombre del salto con DeLillo describiendo la caída de las torres gemelas, nos sitúa en París en 2019, en el momento en el que arde Nôtre Dame.

El polaco Zbigniew deja Venecia y como se suele decir, no encuentra dónde ahorcarse. Zbigniew es un artista, un escultor afanado en los motivos religiosos; una religiosidad que como la del beato que dilapida su existencia rezando, no parece deparar beneficios notables a sus pares, así nuestro escultor va centripetando, o escu(l)piendo de sí a quien quiere, como a su mujer Madzia, la cual cae en el domicilio de Neumann (en sus postrimerías vitales) como cuidadora, y de rondón Mario nos introduce a Heidegger y a Celan, al pensador y al poeta, al nazi y al judío. Al autor de los Cuadernos negros y al poeta autor de Todtnauberg, el cual decidió suicidarse arrojándose al Sena, quizás porque pensaba que solo la muerte sería capaz de restituirle todo cuanto le habían arrebatado en vida. Antes había intentado asesinar su mujer y luego quitarse la vida, y salió del psiquiátrico para reunirse con Heidegger, quizás con la esperanza de obtener una restitución, a tal fin, para ese encuentro escribió Todtnauberg.

Como todos los personajes de la novela parecen tocados por un espíritu, sino aventurero, sí errabundo (donde los personajes se sitúan en Carratraca, Málaga, Venecia, París, Berlín), los destinos de Sofia y del alemán Jeremy se unen para llevar a cabo una búsqueda, la del libro El fermento, obra de Ernesto Giménez Caballero. Un viaje físico que también deviene espiritual, pues veremos cómo Jeremías conecta con algo atávico, ancestral, en una visita a una cueva, sacando de sí su ánimo más primitivo y belicoso, quizás porque el corsé de la modernidad y el papanatismo del que se alimenta no le han dejado ser él mismo. Jeremías trae también a colación a Celan y a Heiddeger, pensador hacia el que sus afectos pendulean entre la veneración y el odio, pero al que decide leer, para no dejar que las opiniones de los demás condicionen la suya.

La novela se fragmenta y cambia de rumbo bruscamente. Un capítulo, El testamento chileno, nos lleva a 2020, para luego retrotraernos a 1973, al golpe de Estado en Chile. Ahí comparece el escultor Miroslav, junto a Eduardo, convertidos en dos pequeños seres rotos en un país roto. Y todo parece conectarse, y así la violencia de 1973 vuelve en 2020 con el presidente Sebastián Piñera declarando enemigos a los ciudadanos indignados del pueblo de Chile.

Otro capítulo, bajo el título La parábola europea, son las conversaciones que mantienen en un camión un puñado de cabezas que han sido guillotinadas.

Mario consigue un plausible equilibrio entre el qué y el cómo. Siempre hay tensión en el texto y continuas sorpresas, con un lenguaje exprimido en continuos juegos de palabras que tienen sentido, que dan plasticidad a la narración, siempre alimentada esta por el humor, la reflexión, la ironía, la transgresión, los apuntes eruditos y también vulgares.

Si están buscando una novela para dejar la mente en blanco, o para “no pensar”, Restitución es la peor opción posible.

IMG_20230909_193755

Construyendo Babel (Hilario J. Rodríguez)

La construcción de una biblioteca era, hasta hace poco, la construcción de una identidad, por eso no podemos heredar bibliotecas, afirma Hilario, autor de Construyendo Babel, en esta suma de ensayos que cifran el impacto que la lectura primero, y la escritura después tienen en su autor, el cual se preguntará cuál fue el primer ladrillo en la construcción de su particular biblioteca, su Babel.

Desfilarán un buen número de escritores y escritoras por estas páginas, tantos que no hubiera venido mal un índice, para poder acceder a ellos de forma rápida.

Fue Veli quien, durante mis años de instituto me sugirió lecturas como Stanislaw Lem, Virginia Woolf, Fernando Pessoa, Antoni Artaud o Juan Rulfo. Fue ella quien sembró la confusión en mi espíritu cuando en España todo el mundo quería volver a poner orden..

Por entonces, mis libros favoritos no pasaban el listón de Edgar Allan Poe. Leía mucha novela negra: Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Chester Himes, Wade Miller, Horace McCoy, James M. Cain, Ross Macdonald, John Franklin Bardin… También leía a Yukio Mishima, Carson McCullers, J. G. Ballard, Boris Vian, Sven Hassel, Stefan Zweig, Graham Greene, Isaac Asi mov, Knut Hamsun, Philip K. Dick..

Evoca su trayectoria corta en el mundo del atletismo; más tarde, en la Universidad a amigos como Manolo Casaseca, y recomendaciones como La media distancia de Alejandro Gándara (en cuya escritura intervino más la goma que el lápiz).

El recorrido vital sigue mediante reflexiones acerca de la escritura con autoras como Annie Ernaux. Hilario también adopta aquí un tono confesional. Esta autobiografía no sólo es de papel, a pesar de que esté construida con libros. El lector será testigo de la difícil relación con su padre. La distancia e incomunicación que mediará entre ellos. En ocasiones superada con conversaciones sobre Beckett (y energía que necesitamos para cometer ciertas lecturas) y también alguna otra sorpresa como ese Construyendo Babel del título, que veremos a qué atiende. Presentes están las historias familiares, en donde se filtran la guerra civil y la dictadura, las rencillas, los odios, los ajusticiamientos, las purgas entre vecinos, el exilio de sus abuelos.

Se convertirá Hilario también en un alma errante. Sus andanzas por Reino Unido y los Estados Unidos tienen un aire walseriano, como de positividad, de ir sumando; la identidad es un palimpsesto, pienso. Se evidencia esto cuando trabaja como chambermaid. Un trabajo fácil, con el que obtiene propinas, lee el periódico gratis y que le permite, al hacer las habitaciones, fantasear con la vida de los otros.
Hilario pone un acento en autores poco conocidos como Henry Darger, autor de la novela The story of the Vivian Girls. Novelón de 15.000 páginas, del cual solo hay un manuscrito en el Intuit de Chicago y del que Hilario consiguió leer las 5000 primeras páginas. Un libro sobre el que no podrá hablar con nadie ya que nadie lo ha leído, que él sepa.

Otro autora mencionada es Mary Ann Clark Bremer, autora de Una biblioteca de verano, según Hilario, ella y su traductor, Hugo Bachelli, son dos ficciones.

Otro de los autores curiosos que aquí comparecen es Henri Simon Leprince, el cual escribió una autobiografía de varias miles de páginas que quedó inédita. O la figura de Dragan Djordjevic, escritor y sospechoso de asesinato. Otros son autores locales, como Cristóbal Serra, bastante desconocido y muy poco reconocido. Otros aquí tratados son más populares como Philip Roth o Pierre Michon.

Para ir concluyendo.

En realidad, creo que soy un ser humano frustrado. Presumo de vida y solo tengo una biblioteca. A esta última he conseguido darle un sentido, un rumbo que la contenga de la A la la Z; sin embargo, mi vida continúa dispersa, carente de orden alfabético.

Y otros lectores sé que iremos siguiendo los pasos de Hilario, al tanto de sus lecturas y de su escritura, porque somos letraheridos de nacimiento, y porque como cantaba Xoel, Todos somos nada; sin las palabras, dime, ¿qué nos queda?