Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza

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Orlando (Virginia Woolf)

Resulta muy sorprendente el golpe de efecto que introduce en la novela Virginia Woolf cuando su protagonista, Orlando, una buena mañana se despierta siendo mujer, cuando hasta ese momento había sido un hombre.
Si a partir de ese momento la novela podría suponer una interesante indagación acerca de la manera en la que son recibidos los géneros por la sociedad, apenas queda esto esbozado, más allá de la reproducción de muchos tópicos, sin que parece que haya demasiada diferencia entre ser hombre o mujer en el caso de Orlando, que seguirá entregado o entregada a su tarea escribidora.

No parece que sus amoríos, ni incluso el hecho de que sea madre, tengan el menor peso en la historia, la cual, una vez superado el golpe de efecto se irá diluyendo poco a poco, y volviéndose -paradójicamente- muy plomiza hasta su final, en el que Virginia Woolf, haciendo el más difícil todavía, nos lleva desde comienzos del siglo XVIII hasta 1928. No sé con qué propósito. O despropósito.

Después de semejante fiasco me estoy planeando muy seriamente cambiar de género (se supone que esto es una biografía de Orlando), y abrazar la novela romántica o la autoayuda.

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Plegaria para pirómanos (Eloy Tizón)

Menudea Erizo por este libro de relatos de Eloy Tizón. Y creo saber por qué. Es un animal misterioso que conviene ver con las luces de lejos del asombro; ya que a mano, Erizo pincha y rasguña. Por eso Erizo y no Naranja partida en dos, recién exprimida y a la basura. Mejor Erizo y así el misterio, y el bebedizo de planos de realidad e irrealidad; el vórtice de la suma imposible de espacio y tiempo. También la fusión de la confusión y el misterio y la promesa de las frases perfectas depositadas con mimo en el oído del lector como larvas de gusano. Convertido el cerebro en una ávida esponja con mono de palabras.

Hace una década leí Técnicas de iluminación y Velocidad de los jardines, y pensé que algunos escritores no se merecían lectores, sino creyentes. Yo sería uno de ellos.

Ha pasado el tiempo y no sé si es porque me estoy haciendo mayor, o a resultas del cambio climático, que en mi interior ya no hay un mar helado, y quizás por eso, este libro de relatos ya no es un hacha, sino un Erizo, aunque yo más bien, deskafkaquizado, decido dejar ya de lado el misterio, el embrujo, la herida y la llaga de palabras subyugantes, y me ciño a lo prosaico del parque de atracciones, al juego de los patitos, a perseguir patos, que es a lo que se reduce escribir, leo.

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Daniel, la herida hecha luz (Luis Alfonso Iglesias Huelga)

Hice el bachillerato en el IES Escultor Daniel sin que me picara entonces la curiosidad por saber quién había sido el escultor Daniel. Hoy, treinta años más tarde, y gracias a la iniciativa de la editorial Los Aciertos y de la Fundación Escultor Daniel, tenemos publicados dos libros. Uno, el libro ilustrado Daniel, el escultor; el otro, Daniel, la herida hecha luz, en donde Luis Alfonso Iglesias embellece con palabras las obras de Daniel: esculturas, dibujos, óleos y acuarelas.

Escultor Daniel

Si las obras de Daniel dicen mucho por sí mismas, creo que mirarlas a través o con el soporte de la palabra poética de Luis, logra encarecerlas. Es como poner letra a una bellísima melodía que anhela ser completada, colmada de sentido.

En tiempos tan romos y convulsos como el presente, en donde el ruido de fondo cada día es más vozarrón y está más próximo, palabras como amistad o gratitud son leños a los que aferrarse en el mar bravío del hoy.

Las esculturas y dibujos de Daniel emocionan; en sus bustos autobiográficos serenos y poderosos, o los realizados sobre el violinista Canepa o el literato Gonzalo de Berceo; en las mujeres voluptuosas de pechos estrábicos que se ofrecen sin ofrecerse, haciendo arte del cuerpo desnudo, obligándonos a hacer volar la imaginación hasta arribar a la piel o pista de aterrizaje de una espalda femenina; en las figuras filiales, ya sea la hija o el niño en los hombros del padre que encarna a la perfección la idea de la paternidad, del porvenir y lo insondable; en las parejas abrazadas que cifran el amor cuando al amar dejamos de ser para ser más; o los paisajes de Montmartre, soñando nosotros un París con aguaceros y sin infinitos.

Escultor Daniel

Maneja con acierto Luis las palabras. Bien para describir el arte escultórico o pictórico de Daniel, pero sin agotar la obra, sino azuzando nuestras ganas de mirar más y mejor, de poner toda nuestra inteligencia y conocimientos en la obra expuesta para nuestro deleite, porque el arte de Daniel, aquí tan bien apalabrado por Luis, deleita, mueve, remueve y conmueve.

¿Ilumina la luminosa obra de Daniel la tiranía de la sombra? Sí; Y nos permite salir de paso del cardumen de lo cotidiano.