Archivo del Autor: Francisco Hermoso de Mendoza

De Logroño a Viguera en bicicleta por la Vía Romana del Iregua

De Logroño hasta Viguera son 24 kilómetros que se pueden hacer perfectamente en bicicleta por la vía Romana del Iregua. Tomando como punto de partida Puente Madre. Al seguir el trazado de la vía romana, convertida hoy en senda, asfaltada o de tierra, no entras en contacto con ningún vehículo, salvo en algún tramo asfaltado a la altura de Nalda.
El camino de ida es ligeramente ascendente y en nuestro discurrir iremos dejando distintas localidades a nuestra izquierda y derecha: Lardero, Villamediana de Iregua, Alberite, Albelda, Nalda o Islallana hasta llegar finalmente a Viguera.
En distintos tramos iremos protegidos por la sombra de los árboles, o bien con el río y acequias en nuestros flancos, ofreciendo una melodía muy amena. La vía romana es compartida tanto por ciclistas como por caminantes luego hay que guardar las debidas precauciones.
El último tramo antes de llegar a Viguera es duro; tanto la pista como el acceso al pueblo, con pendientes muy inclinadas.
Una vez en la plaza solo restan 500 metros hasta el Balcón de Viguera al que hay que acercarse sí o sí, dado que ofrece unas vistas majestuosas.
Luego, ya con los deberes hechos es menester darse un homenaje gastronómico y regalarse un buen refrigerio.
La ida nos llevó una hora y cincuenta minutos. La vuelta, una hora y cuarto. Gastamos 1300 calorías.

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Más información Vía Romana del Iregua.

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Mía es la venganza (Friedrich Torberg)

En julio de 1944 el relato de Vasili Grossman sobre las atrocidades acaecidas en Treblinka fue uno de los primeros en sacar a la luz el holocausto judío perpetrado por los nazis.

Un año antes, Friedrich Torberg escribió Mía es la venganza, relato con traducción de Julia Álvarez Grifoll, en el que un grupo de prisioneros, algunos judíos, están internados en el campo de concentración de Heidenburg, en tierras holandesas.

La encarnación del mal aquí es el nazi Wagenseil, cuyas prácticas abocan a algunos reclusos al suicidio, sin escatimar en torturas y todo aquello que permita vejar y cosificar a las personas hasta reducirlas a una apariencia inexistente. Judaísmo que para Wagenseil ha de ser exterminado y dado que los judíos para él no tienen derecho a la vida, les da la posibilidad de que se quiten la vida por sí mismos. Esto supone un debate en el grupo de judíos porque un aspirante a rabino, desecha en todo caso el camino de la violencia y la venganza, ya que ésta, a su parecer, es una potestad divina que solo puede llevar a cabo Yahvé.
Así parece no haber escapatoria y solo restaría, agostada toda esperanza, dejar que el destino fije la hora final.

Aunque como veremos, sorpresivamente, hay lugar para otra solución final, y luego para el remordimiento y la espera, para entonces, como Drogo, no esperar ya al ejército enemigo, sino buscar en la linea del horizonte los barcos que llegan a puerto, porque la salvación tiene su parte de condena.

Cascada de Cirezos

Partiendo de Reinosa y tomando la carretera que dirige hacia la estación de esquí de Alto Campoo, superado Entrambasaguas, podemos dejar el coche en el margen izquierdo de la carretera, después de un trayecto de 20 minutos.

A la altura de lo que se conoce como El Henar. Allí surge una pista forestal que después de aproximadamente unos cincuenta minutos de agradable caminata nos deja en las Cascada de Cirezos. Siguiendo la pista, en un momento determinado veremos una bifurcación, hemos de tomar entonces el camino que va hacia la derecha (desechando el camino que por la izquierda desciende), no obstante, está indicado con unas señalizaciones en madera. En nuestro caminar veremos vacas, caballos y perros. A nuestros oídos llegará la melodía de los campanos, el arrullar voluptuoso del río que oiremos a nuestra izquierda, al fondo y que poco a poco irá a nuestro encuentro a medida que vayamos ascendiendo. Una vez llegamos a un pequeño puente sabremos que hemos llegado a la Cascada de Cirezos. El agua estaba que cortaba pero eso no impidió un baño tan refrescante como breve. Y calentarse luego, como un lagarto al sol, sobre una gran piedra.
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Después del baño seguimos la carretera hasta la estación de Alto Campoo, buscando el punto más alto al que era posible acceder en coche. Allí está la inscripción del Pico Tres Mares (en cuyo pico y de sus tres vertientes nacen tres ríos los cuales irán a desembocar uno al Cantábrico otro al Atlántico y otro al Mediterráneo) y más arriba la cruz. La gasa de niebla frente a los ojos nos hurtó la visión de los Picos de Europa.

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Cómo se llama (Rodrigo García)

Texto breve, apenas 90 páginas en formato bolsillo, conforman Cómo se llama, obra de Rodrigo García.

Lectura que me ha supuesto una muy grata sorpresa y me ha deparado un buen número de risotadas.

En mayo de 2019 el autor disfrutó de una residencia en la Academia de Francia en Roma, la Villa Medici, donde escribió buena parte de este libro que ofrece una prosa delirante, humorosa, para sacarle punta y los colores, si hubiera hoy lugar para el sonrojo, a una realidad que en manos de Rodrigo se me antoja proteica, interesante, no por sí misma, sino por las agudas observaciones que el autor hace de todo cuanto ve, escucha, sueña e imagina.
En ocasiones nos lleva a un futuro que no dista mucho del momento actual. La política, el consumismo, las redes sociales, o la inacción en grandes ciudades como París son algunos de las cuestiones objeto de reflexión.

Yo sé que ambulancias y coches de bomberos y patrullas circulan vacíos en múltiples direcciones con el propósito de sostener la ficción de que algo ocurre. Hay un miedo comprensible a qué nación de trece millones de habitantes se desvelé fastuoso cementerio.

Si los límites del lenguaje significan los límites del mundo, toca pues llevar lo más lejos posible esos límites o al menos que estos sean lo más elásticos posibles. Así Rodrigo logra esto último, jugar con el lenguaje, las palabras y los significados para provocarnos y situarnos en otro nivel de conciencia, si aún hoy nos es posible librarnos de las garras de la inconsciencia.