Archivo del Autor: Francisco H. González

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Madame Bovary

Paseábamos por los jardines de la Fonte Baixa, visita ineludible si uno se deja caer por Luarca, cuando frente a unas hortensias nuestro guía nos dijo que atendían al nombre de Madame Bovary, disparándose al instante mis alarmas flaubertianas. Es esta que va en el encabezado. De paso la acompaño con otras cuantas fotos de otras hortensias a cual más bonita.
Mucho ojo no os de un golpe de color al verlas.
Begonia blanca
Begonia
Begonia
Un paseo entre begonias

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La Eneida (Publio Virgilio Maron)

Al leer la Eneida me surgió la duda de si hacerlo en prosa o en verso. He optado por hacerlo en verso, en las obras completas de Publio Virgilio Maron (Virgilio, 70 a. C.-Brundisium, 19 a. C.), que editó Cátedra (anteriormente algo comenté de Las Geórgicas, comprendidas en este volumen), con traducción de Pollux Hernúñez.

En los versos podemos apreciar y deleitarnos al mismo tiempo con la cadencia y el ritmo de la narración de Virgilio, y es recomendable leerlos en voz alta, como proponen aquí, pues así el efecto que depara la lectura creo que es más intenso.

La Eneida es un libro muy entretenido, aunque su lectura no sea fácil y obligue a echar mano del diccionario a menudo y a consultar en la red el sinfín de personajes que aparecen, si queremos situarnos y comprender lo leído, en donde al igual que sucede en La Odisea no faltan las aventuras y en ambas hay también un periplo marítimo por el ponto vinoso. Hacia la mitad y hasta su parte final se centra en el aspecto bélico y es más del estilo de La Ilíada, donde se va dando cuenta de la guerra entre los Teucros y los Rútulos (en un mano a mano entre Eneas y Turno) y las distintas tribus que entonces habitaban la península itálica. Las escenas de guerra son muy gráficas y muy brutales, con miembros amputados, cabezas cortadas, dispuestas luego en las picas del ejecutor y se citan un buen número de nombres de los que van cayendo en el frente del batalla, a los que rinde así Virgilio su particular homenaje, como hacía Homero en la Ilíada. En el texto se habla continuamente de la guerra y de la paz, en una continua tensión entre las que pendulean y se desangran en guerras civiles esos pueblos, como si la paz fuera consecuencia de la guerra, y no hubiera otra manera de alcanzarla.

Cada capítulo de la Eneida se denomina Libro, y viene a ser tal, pues si consultamos por la red, encontramos cómo cada Libro (son XII) da pie a una ingente producción literaria. Así por ejemplo Vicente Cristóbal traduce para Hiperión, el libro II de la Eneida, titulando su poema La última noche de Troya. Autoras más jóvenes como Irene Vallejo en su novela El silbido del arquero, ficcionan cómo pudo ser la relación imposible entre Eneas y Dido, que en la Eneida se trata sucintamente en su Libro IV, dado que hados impulsan a Eneas hacia Italia, lejos de la desdichada Dido
Sobre el libro V, la profesora gallega Eva Castro, ve publicado su trabajo en la prestigiosa revista Hermes. Adrián Nazareno, al hilo del Libro VI y reflexionando sobre sueño y vigilia, trae a colación a Borges.
Antonio Alvar Ezquerra nos ofrece el Libro VI con traducción rítmica y escribe a su vez un interesantísimo artículo titulado el El mar en la Eneida

Como colofón os animo a escuchar esta conferencia de José Luis Vidal, titulada Virgilio, El poeta de occidente, que es una auténtica maravilla.

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Prins (César Aira)

Prins es una narración plagada de puertas giratorias hacia la realidad y la irrealidad, el presente y el pasado, las bromas y las veras, la literatura y la antiliteratura.

Nos habla el narrador -un exitoso autor de bestseller de literatura gótica, que decide un buen día dejar de escribir- de esa literatura elaborada con palabras de única acepción, lejos de los juegos de palabras, de las metáforas, esa clase de literatura a la que el lector exige un producto con el cual dejar en suspenso su inteligencia y una de sus mayores manifestaciones, el pensar (oiremos a menudo en estas fechas veraniegas, vacacionales, que el cuerpo pide lecturas ligeras, para no pensar -cuando precisamente el objetivo del arte, si es que este tiene alguno, es precisamente ese, la invitación a pensar, a reflexionar, a preguntarnos y cuestionarnos acerca de nuestra realidad-) lecturas que se devoran programadas para ser olvidadas al tiempo que se finalizan.

Cuando leí El mago quedé literalmente encantado. Al igual que en aquella, en Prins se pone encima de la mesa el tema de la escritura, en qué consiste la literatura, qué te convierte en escritor, y aquí se habla de confianza, de valor, de talento. Se nos dice que no es lo es mismo escribir un libro, que publicarlo, que no es lo mismo publicarlo que venderlo, y podemos añadir que no es lo mismo venderlo que leerlo y también que no es lo mismo que nos guste que que no.

Aira recurre a la parodia de la novela gótica (aunque extrapolable a cualquier otro género), género de la literatura que como todo género confina en su redil a los lectores de dicho género, excluyendo al resto de lectores, que ante ciertas lecturas bien pueden tener la sensación de encontrarse a las puertas de un club privado.

En El Mago su personaje defendía que cualquiera puede escribir. Es cierto. La cuestión es escribir bien, que las palabras no caigan en el papel como monedas en un pozo sin dejar ondas, ecos, sino creando pleamares de sentido y significado, redes sinópticas en las que nos embrolla Aira, para quien la literatura parece ser un juego, un paliativo contra el tedio, con el que desafíar las certezas del lector, atentando contra las tautologías, contra todo lugar común, y ahí reside precisamente el valor de las obras de Aira como la presente, en su capacidad para asombrarnos, divertirnos, ilusionarnos, enriquecernos y darnos un buen viaje, sin que medien opiáceos. O sí.

Aira, que no se parece a ningún otro escritor, ni siquiera a sí mismo, creo que tiene el d(r)on de la escritura en sus manos, de ahí que su literatura sea de altos vuelos, y todo ello es capaz de demostrárnoslo en tan solo 137 páginas.