Archivo del Autor: Francisco H. González

9788496834293

Montaigne (Stefan Zweig)

Hasta el momento había leído algunas novelas cortas de Zweig (Novela de ajedrez, Carta a una desconocida, Mendel el de los libros) así como una biografía muy interesante sobre su persona, Las tres vidas de Stefan Zweig de Matuschek, pero ninguna de sus múltiples biografías. Me he decantado por la que Zweig escribiera de Montaigne, con el cual creo que guarda bastantes similitudes. Para ambos, aunque Montaigne no se sintiera escritor (Lo soy todo menos un escritor de libros. Mi tarea consiste en dar forma a mi vida. Es mi único oficio, mi única vocación) la literatura era una labor absorbente, que dejaba fuera todo lo demás. Dice Zweig:

Lo que Montaigne busca es su yo interior, que no puede pertenecer al estado, a la familia, a la época, a las circunstancias, al dinero o a la hacienda: es el yo interior al que Goethe llamaba su ciudadela y en la que no permitía la entrada a nadie. Y Montaigne está decidido a sustraer ese único rincón a la comunidad conyugal, filial y civil.

Digo que se parecen porque ambos parecen entender el matrimonio como lo contrario al amor, más una carga que una satisfacción, si atendemos por ejemplo a lo que dice Zweig de Montaigne tras regresar seis meses después de su huida pánica de la peste en este párrafo:

Parece que podrá disfrutar de sosiego después de haber vivido tantas cosas: la guerra y la paz, el mundo, la corte y la soledad, la pobreza y la riqueza, la actividad y el ocio, la salud y la enfermedad, el viaje y el hogar, la gloria y el anonimato, el amor y el matrimonio, la amistad y la soledad.

Para Zweig, su matrimonio también fue una carga, y la relación con las hijas de su mujer, nunca fue buena. Siempre fue consciente el austriaco de que no era un hombre familiar.

En la escritura de sus ensayos, que nacen en la intimidad, Montaigne trata de buscarse a sí mismo, de dilucidar su esencia. Cuando estos alcanzan reconocimiento y notoriedad, ya no se trata tanto de saber quién es Montaigne, sino de afirmarse y mostrarse a los demás.

Todo público es un espejo; todo hombre presenta otro rostro cuando se siente observado.

El éxito de Montaigne, el hecho de que hoy en día se le siga leyendo y valorando, creo que en buena medida atiende a su falta de dogmatismo, apelando siempre a que cada cual viva su vida, no la vida de los demás.

Lo que ha sido pensado en libertad nunca puede limitar la libertad de otro.
No se puede aleccionar a los hombres, solo guiarlos para que se busquen a sí mismos, para que se vean con sus propios ojos. Ni gafas ni píldoras.

Uno debe tomar tanto como le apetezca, pero no dejarse tomar por las cosas. Hay que comprobar sin descanso el valor de las cosas, no sobrevalorarlas, y acabar cuándo acaba el placer. No convertirse en esclavo, ser libre. Quién piensa libremente, respeta toda libertad sobre la tierra.

Montaigne siempre defendió su independencia, su propio juicio, el valor de su propia experiencia. Dice Zweig:

No se había adherido a ningún rey, a ningún partido, a ningún grupo, y no había elegido a sus amigos en función de las siglas de su partido ni de su religión, sino en función de sus méritos.

Montaigne no va en busca de un puesto en la Corte, y en contra de su voluntad acaba como alcalde de Burdeos. Montaigne deja la política como entró. Dice Zweig:

Sabe que ha conseguido lo que Platón considera como lo más difícil del mundo: abandonar la vida pública con las manos limpias.

Al final de sus días Montaigne, siente o experimenta la exaltación de una de sus lectoras hacia su obra (sus ensayos), la joven Marie de Gournay, a quien confiará lo lo más preciado de su herencia, la edición de sus Essais después de su muerte.

Sin duda es mucho mejor leer directamente los ensayos de Montaigne, pero como acercamiento o aproximación a la figura del padre de los Ensayos, esta sucinta biografía de Zweig resulta precisa, equilibrada, documentada, subyugante; puro músculo.

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La natura expuesta (Erri de Luca)

La última novela de Erri De Luca (Nápoles, 1950), La natura expuesta formula preguntas muy interesantes. ¿Por qué la ficción (cuando ésta recrea la realidad) nos resulta a los humanos más poderosa que la propia realidad?. Erri reflexiona sobre aquello que entendemos por caridad, fraternidad, empatía. ¿Por qué esa necesidad tan humana de reconocimiento, de figurar, de anhelar el éxito?.

A pesar de que el protagonista de la novela supera los sesenta años no deja de ser esta una novela de aprendizaje, al que se ve abocado un escultor cuando inesperadamente se ve ante la tesitura de tener que reconstruir una escultura que representa la crucifixión de Jesús. Escultura que fue modificada cuando el desnudo de Jesús fue velado, con algo que ocultaba su natura (su sexo). La idea de la diócesis es devolverla a su estado original, a su desnudez primigenia. Esto plantea también la pregunta de hasta dónde es capaz de forzar un artista su cuerpo, a fin de alcanzar la emoción que trata de representar sobre un lienzo, o en una escultura. El escultor querrá asemejarse a la naturaleza expuesta de Jesús a través de la circuncisión propia, un acercamiento parejo al que llevó a cabo el escultor original empleando su cuerpo como modelo.

La novela es también un viaje, cuando el protagonista se ve impelido a dejar su pueblo en la montaña, toda vez que sus actividades salen a la luz, merced a un escritor que revela su experiencia en un libro, tratando de agradecer un gesto que no anhelaba por parte de su artífice nada más que el silencio ajeno. Esa huida lo encamina hasta una iglesia donde asume el encargo antes descrito, y da pie para conocer a otros extranjeros que encuentran en Europa su lugar de residencia, pero no tanto amparo, pues como le echa en cara uno de sus compañeros de mesa en un bar, a los extranjeros ni los miran, ni les preguntan, una indiferencia voluntaria, que los hace invisibles, a su pesar.

Otro elemento de la novela es la montaña, orografía que De Luca conoce bien. El escultor experimenta en la montaña, acompañado de la mujer, un episodio muy vívido que confiere a la narración cierto aire de misterio y aventura.

Alimenta toda la narración también el espíritu religioso, mundano y próximo, cuando el escultor al tacto de la escultura logra sentir el dolor ajeno, donde la crucifixión de Jesús es uno de sus máximos exponentes, y en la resolución a los problemas que su cometido le surgen obtiene la ayuda de un rabino y de un árabe, los cuales desde sus respectivas religiones logran auxiliarlo, ayudarlo a comprender la fe, aunque el papel determinante lo tiene el otro, no alguien demoniaco como El Horla, sino ese hermano que se fue (me recuerda a El ojo castaño de nuestro amor), que anida dentro del escultor, como una conciencia y que a veces le corrige o habla por él, y que aquí lo pone en el camino correcto, ayudándolo a concluir con su cometido, tarea de la que no espera ninguna mención, ningún reconocimiento, porque el éxito consiste en culminarlo (aunque sea tremolando), para marchar, muy probablemente, con la música a otra parte.

Seix Barral. 2018. 192 páginas. Traducción de Carlos Gumpert.

Erri De Luca en Devaneos:

La parola contraria
Historia de Irene